Sé que me llaman reaccionario y
supongo que algunos también fascista, pero siento
desilusionarles porque no soy ni lo uno ni lo otro.
La izquierda, tan retrógrada, tan del principio del siglo XX,
tan arraigada a la revolución Soviética del año 1917, tan
imbuida en sus clásica lucha de clases, y tan fascista, sí
señores, no rectifico ni un ápice, tan fascista, es la que
nos acusa de aquello que, precisamente, constituye su
principal característica.
¿Han visto ustedes a alguien más amarrado a sus ideales
comunistas que a los progresistas?; ¿han visto ustedes a
alguien más opuesto al verdadero progreso que estos mal
llamados ecologistas que despotrican de las nucleares, de
los nuevos cultivos, de la industrialización y del progreso
económico?, pero que, en cambio, no les hacen ascos a las
drogas ni al homosexualismo ni, por supuesto, a la vagancia
y a la vida que ellos llaman libre; este tipo de vida que no
es más que vegetar en la indolencia, el sectarismo y la
marginalidad; eso sí, exigiendo ayudas, buscando prebendas y
viviendo del cuento.
Si toda la sociedad siguiera el ejemplo de tales sujetos no
tardaríamos a regresar a los tiempos del hombre del
Neandertal.
Pues echen ustedes una mirada a este Gobierno que nos ha
tocado soportar y díganme si no son unos fascistas como la
copa de un pino. ¿Acaso han visto un signo mayor de
autoritarismo que la cacicada de la señora Cabrera (muy
propugnadora de la enseñanza cívica, pero muy mal ejemplo al
no haber metido a su marido en la cárcel por manipulaciones
económicas poco ortodoxas en los casos de las opas de Gas
Natural y E'on) pretendiendo imponer a la fuerza la famosa
Enseñanza para la Ciudadanía? o mayor intrusión en la vida
de los ciudadanos que la de la ministra de sanidad
pretendiendo privarnos de las hamburguesas o mayor
desvergüenza y autoritarismo que desbancar mediante un pacto
fraudulento a la oposición para evitar que pueda exponer sus
propuestas en el Parlamento amordazando, de esta manera, a
más de diez millones de españoles a los que representa.
¿Habrá más inmovilismo que el que nos enseñan desde el
gobierno, pretendiendo imponer a los ciudadanos un
pensamiento único, con la limitación de la libertad
individual, convirtiendo la enseñanza en un lavado de
cerebro para toda nuestra juventud?
Veamos lo que imponía el régimen fascista del Duce de
Italia: Concepto de nación frenta al individuo ( vean
ustedes lo propugnado por la Educación para la Ciudadanía);
partido único ( lo que pretende Zapatero anulando a la
oposición del PP) utilizar habilmente medios de comunicación
( monopolio del PSOE de los medios audiovisuales, Prisa,
Polanco) aprovechar el carisma del líder en el poder (
narcinización de ZP, el ídolo de las feministas) manipular
los sentimientos de miedo y frustración colectiva para
exacerbarlos mediante la violencia ( su táctica contra Aznar
en la guerra de Irak) y los desplaza contra el enemigo
común, imaginario o real ( el PP es el enemigo a batir,
pacto del Tinell) que actúa de chivo espiatorio ( el PP es
el culpable de todo lo que va mal en España).
Y ante esta descripción de lo que es el fascismo ¿se
atreverán estos de las izquierdas a tacharnos a los de
derechas de fascistas? ¡Fascista tú! y, ¡reaccionario tú!
Si hay un retrato más ajustado a lo que está haciendo el
PSOE en España a las doctrinas fascistas de Musolini, que
salga alguien y me lo demuestre, si, señores de la farándula
que tanto presumen de demócratas, véanse ustedes retratados
y miren a los que tienen en frente y, si tienen vergüenza,
reconozcan quienes son los que más se parecen a los
fascistas de verdad.
Lo que ocurre es que han acuñado un insulto, lo han
registrado en el Registro Oficial de Insultos y lo van
repitiendo hasta la saciedad, olvidándose de aquel refrán
que habla de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.
Me gustaría que esta izquierda, que llama fascistas a los
que no piensan como ella, nos diera una explicación de cómo
un gobierno de un país puede para hacerse con el poder, dar
la espalda a las inocentes víctimas del terrorismo, actuar
en contra de la opinión de la mayoría de la ciudadanía y
negociar con criminales, con total impunidad, sin que las
bases protesten ni se dejen oír.
¡Ah! Se me olvidaba, es que, para esta parte de la
ciudadanía, existe un principio axiomático: el fin justifica
los medios y ya sabemos cuál es su fin.
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