Sigo escribiendo del norte…, del
norte de África y, por tanto, de este pequeño y entrañable
trozo de España geográficamente enclavado en el Magreb,
Ceuta, así como de su inmediato entorno circundante, el
“hinterland” que se decía antes siguiendo el neologismo
alemán introducido por G. Chisholm en 1888 y reelaborado más
tarde por la escuela geopolítica. Saco a la palestra el
concepto con una sana intención descriptiva y didáctica:
“Todo cambia, nada permanece”, sentenciaba a comienzos del
siglo V ADEC el presocrático Heráclito de Éfeso con uno de
sus característicos aforismos: “No podemos bañarnos dos
veces en el mismo río”. Digo esto porque aplicando supuestos
geopolíticos bien pudiera ser que, a corto plazo, Ceuta,
ciudad querida, pudiera convertirse de hecho en el
“hinterland” de Tánger-Tetuán, cambiando las tornas y
volviendo la oración por pasiva.
Es decir, la vecina región de la Yebala podría ir
convirtiéndose en una comarca productiva en la que Ceuta,
ciudad querida, podría ir viéndose relegada al papel de una
cenicienta subsidiada. ¿”Ciudad Autónoma”?. ¡Venga ya!. Un
poco más de seriedad, respeto y visión de futuro porque la
cruda realidad es que Ceuta, ciudad querida, vive de la
Administración del Estado: en esta hermosa tierra de las
cinco culturas (¡Cinco, oiga!: los no alineados también
existimos, ¡qué carallo!), la “autonomía” es una
crematística y banal presunción asentada… sobre la nada.
Puro humo, tradicional producto salido de la cesta de la
clase política de uno u otro signo, más me da: aunque la
mona se vista de seda, ya saben, mona se queda. ¿Los moros?.
Pues verás, querido lector: moros, lo que se dice moros, no
son solo esa mano de obra barata, de usar y tirar, tan
utilizada con criterios que no voy a adjetivar en Ceuta,
ciudad querida: desde las mucamas a los “auxiliares” de uno
u otro sector.
Moros -y estoy refiriéndome a los moros marroquíes, no a los
nuestros- son también un sector cualificado, muchos de ellos
con un excelente nivel cultural y honroso poder adquisitivo
que les dan sopa con onda a una gran parte de los
“caballas”; moros son nuestros vecinos de aquí al lado, que
en apenas cuatro años están cambiando la fisonomía de una
región que día a día no hay quien la conozca: superpuerto en
Oued R´mel, autovías y otras infraestructuras de servicios…
¡y productivas!. No hay más que asomarse, por la noche, a la
Bahía Sur y ver, desde Cabo Negro, un reguero de luz que se
confunde… con el de Ceuta. La existencia de la frontera de
El Tarajal solo es perceptible… para quien la conoce.
Alguien, en esta Ciudad (querida siempre) debería empezar a
explicarle algunas cosas a la ciudadanía. Por ejemplo desde
la Plaza de los Reyes, donde acumulan (supongo yo)
información de primera mano. “Al pueblo hay que decirle la
verdad, aunque la verdad no sea de su agrado” afirmaba Largo
Caballero, líder del ala dura del histórico PSOE, el
auténtico, el de Llopis, defenestrado en Suresnes y no la
“cosa” esta, la de Alfonso, Felipe y Zapatero, que seguirá
siendo “partido”, pero que hace tiempo dejó de ser
“socialista”, “obrero”… y en los últimos años hasta
“español”. Digo. Ca
Catalunya tiene una normativa muy específica sobre
construcción de viviendas. No escribo sobre la edificación
de viviendas plurifamiliares por cuanto eso está rígidamente
controlado por los organismos correspondientes y resulta más
que difícil saltarse las normas de edificación. Escribo
sobre viviendas unifamiliares, adosadas, en suma sobre
chalets (torres en Catalunya).
A causa del “boom” migratorio de los años 60, la
construcción de casas y viviendas unifamiliares se disparó
por todas las zonas con posibilidades de edificar, aunque
estuvieran clasificadas como zonas no edificables, y debido
al escaso control que entonces se realizaba sobre las
licencias de obras proliferaron construcciones imperfectas
sin las mínimas medidas de seguridad.
Hoy en día aquellas construcciones tienen la obligación de
presentar expedientes de legalización, con proyectos
adaptados a la normativa existente sobre la materia, en un
plazo previamente establecido por los organismos competentes
y con la clara advertencia de derribo si no se cumple la
ordenanza.
Desde mi propio gabinete de arquitectura llevamos trabajando
en un montón de expedientes de legalización de viviendas,
limitado a las modernas urbanizaciones que no tienen nada
que ver con aquél “boom”, que si bien no nos resulta
rentable, no podemos negarnos a realizarlos. De no hacerlo
muchas miles de viviendas serían declaradas ilegales y
consiguientemente tendrían que ser derribadas, en varias
zonas lo han sido, con el consiguiente perjuicio para sus
propietarios.
En Ceuta, en el corto espacio de tiempo que utilicé para
recorrer sus zonas más deprimidas, pude constatar que ese
problema es endémico en la ciudad y no sólo en esas zonas
que indico si no también en el mismo centro de la propia
ciudad.
No puedo por menos que estar de acuerdo con mi amigo José
Manuel Pérez Rivera, y la entidad Septem Nostra que preside,
por cuanto es necesario, diría que obligatorio, que se
iniciara ya un control perentorio sobre las viviendas
ilegales de la ciudad y los problemas que se derivan de las
mismas y que son auténticos atentados terroristas contra el
medio ambiente (vertidos, basuras, etc.) y para lo que se
debería aplicar la tan mencionada ley antiterrorista en su
faceta de urbanismo.
Otra cuestión de verdadera importancia es, siempre en
urbanismo, la adecuación tanto de las calles y aceras como
del mobiliario urbano al tiempo que vivimos y la
conservación de las mismas en perfectas condiciones. Noto
mucho que en la ciudad y su periferia brilla por ausencia
equipos de conservación que pinten y repinten las señales
horizontales de las calles (pasos de peatones, señalización
de stops y ceda el paso, delimitación de zonas de
aparcamiento, etc.) que producen una sensación de abandono
increíble hoy en día. En Catalunya esto no sucede.
Tal como opiné en su momento hoy veo con satisfacción que
los medios de comunicación se han hecho eco del problema y
comienzan a proliferar artículos y reportajes en defensa del
medio ambiente y sobre la necesidad de regular el urbanismo
local. Dinero hay, más que suficiente, y personal más que
sobrante para el desarrollo de las tareas necesarias para
enderezar la dignidad de nuestra ciudad y elevarla a la
categoría que por historia y ubicación le corresponde. Si
tenemos en cuenta que quienes no visitan, no me refiero a
políticos ni autoridades ni “lumbreras famosos”, hablan
maravillas del centro pero en cuanto visitan la periferia se
quedan poco menos que trastornados, ante ese cambio tan
radical del entorno urbanístico de una ciudad mezcla de
elegancia y miseria, que terminan yéndose con la impresión
de haber estado en una ciudad perteneciente al tercer mundo.
A pesar de todo insisto: el principal problema de nuestra
ciudad son los desechos urbanos que todos tiran al buen
tuntún en casi todas partes y que producen un efecto más
negativo que las propias viviendas ilegales.
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