De la tierra que me vio nacer:
Asturias. Verde y azul, con vetas de de negro en sus
entrañas, noble y aguerrida, cuna de la nueva España tras la
debacle visigoda del 711; profundamente regionalista y
solidariamente engarzada, firme como una roca, con el resto
de los pueblos de esta mal urdida piel de toro. Y de mi
tierra de adopción, con la que nunca perdí el contacto desde
la ardua “escapada” -aventuras de adolescente- de 1.971:
Ceuta, Magreb, África… España y Marruecos entrelazándose,
retorcidos a veces como el tronco de un vetusto “carbayón”,
al ritmo de una difícil pero apasionante (“amores reñidos
son los más queridos”) historia “compartida”, pero que no
“común” permítanme el apunte. Aquí estamos pues -lo digo a
un lado y otro de El Tarajal-, poniendo nuestro granito de
arena y compartiendo -como proyecto maduro de vida- el
presente y laborando por el futuro.
Llevo casi seis años manifestándome (por escrito, por las
ondas…) en medios de Ceuta, ciudad querida y entrañable para
mí, poniendo una pica en Flandes (hablo de enero del 2002)
pese a la aprensiones (horror y pavor) de melindres,
tartufos y otros espíritus débiles. En líneas generales, mis
tesis de entonces -pese a lo que fue cayendo encima- han ido
cumpliéndose, punto por punto y coma por coma. Desde hace un
tiempo, dando una vuelta más de tuerca y aprovechando
siempre la libertad de expresión vigente en este medio (algo
que honra a su Editor), he ido avanzando algunas
percepciones que han tardado algo en calar pero que, al fin,
están penetrando en la piel correosa y coriácea del
“stablisment” caballa. Queda muy bien, cara a la galería,
invocar el bastón de Don Pedro de Meneses al recibir una
condecoración, pero me temo que dadas las actuales
circunstancias es como dar palos al agua. Cualquier manual
militar (sugiero a más de uno la lectura de “Introducción a
la Estrategia”, del General Beaufre, editada por el EME en
1980 y prologada por el entonces General de Brigada de
Artillería DEM, Juan Cano Hevia) razona lo que hay que hacer
cuando una posición o plaza está ocupada (y me plagio a mí
mismo): defenderse hasta el último cartucho, retirarse o
pactar un “modus vivendi”. Y, de alguna forma, Ceuta ya ha
sido “tomada” desde hace algún tiempo aunque, todavía,
flameen orgullosos al viento sobre las heroicas piedras del
foso nuestros colores rojo y gualda: “De oro y fuego es la
bandera de mi querida Nación; el oro dice nobleza, el fuego
dice valor”.
Matizaría desde luego alguna línea, pero subrayo totalmente
la valiente editorial de “El Pueblo de Ceuta” (cada vez
estoy más a gusto y orgulloso de escribir en este medio) del
12 de septiembre de este mes: “La apuesta económica para el
Norte de Marruecos”. Reléanla; debátanla; posiciónense.
Porque el tiempo vuela. Parece que, por fin, los agentes
sociales y económicos de la Ciudad Autónoma empiezan a ver
en el acelerado desarrollo económico del norte -empeño
personal de Mohamed VI- “una buena oportunidad para la
económica local”. Magnífico. Pero díganme, ¿Cómo piensan
ponerle el cascabel al gato?. Cuando quieran hablamos. De
nada.
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