Es axioma: en Ceuta se siente
aversión por los delegados del Gobierno. Sobre todo si no
pertenece al Partido Popular. Cuando ello sucede, cede la
inquina en gran medida; aunque siempre queda el grito de la
denuncia, si bien en tono menor, de Juan Luís Aróstegui.
Cuyo sino de perdedor lo ha convertido, antes de tiempo, en
persona de carácter triste, huraño y resentido por los
continuos fracasos políticos.
Del maltrato que reciben los representantes del Gobierno en
esta tierra, he escrito yo en bastantes ocasiones. Incluso
he recordado las denuncias hechas por uno de ellos, dolido
por la persecución de que fue objeto durante su estancia en
el edificio gubernamental de la plaza de los Reyes.
Todo ello lo recordaba yo, otra vez, al leer un artículo
donde el autor de éste calificaba de sinvergüenza a
Jenaro García Arreciado. Y era porque el onubense había
destacado unos logros… Hecho que a alguien le parecía una
actuación carente de escrúpulos morales.
Verdad es que tanto Manolo Peláez como Luís
Vicente Moro llegaron a creerse que podían actuar cual
auténticos virreyes. Y se excedieron en sus cometidos.
El primero cayó en la trampa que le tendieron sus propios
conmilitones. Gerifaltes del partido socialista de Ceuta que
lo condujeron por la trocha de los desaciertos. Y el hombre
no dudó en actuar basándose en hechos consumados. Y los
reveses le fueron llegando con celeridad pasmosa.
Del segundo, qué decir que no se sepa ya. Pero conviene
resaltar que gozó de unas amistades periodísticas,
seleccionadas por él, y que no dudaron en ponerlo en la
picota cuando lo creyeron conveniente. Mi impresión es que
se pasó de listo. Y ello, a su edad, y con su tan cacareada
trayectoria política, me sigue pareciendo un error de
novicio en la materia.
A los delegados del Gobierno se les exige que lo sean de
todos los ciudadanos de Ceuta, como debe ser. Faltaría más.
Pero bien sabemos que todos buscan la querencia del partido
al cual pertenecen.
Y el partido, cuanto antes, trata de acapararlos con fines
electoralistas. Puesto que la autoridad que ostentan, y las
informaciones a las que acceden, son requeridas como ayudas
para fines interesados.
El partido socialista de Ceuta no ha sabido en los últimos
tiempos conectar con sus delegados del Gobierno. A los
hechos me remito: Jerónimo Roldán y María Antonia
Palomo jamás se entendieron y el abulense tuvo que salir
de naja.
Verdad es que el hombre surgido del frío ni supo ni quiso
adaptarse a una tierra que decía no entender. Y pronto
comenzó a dar la impresión de que estaba aquí por obligación
y el problema le hacía deambular como alguien que gemía como
una pavesa.
Con ese mal talante, y un rostro de aburrimiento que hacía
bostezar al verlo, lo lógico era que cogiera el barco para
no regresar. Un viaje del cual culparon a la entonces
secretaria general, María Antonia Palomo.
Ahora sé de buena tinta que la tan citada María Antonia
Palomo parece que está dando los pasos oportunos para ver de
qué manera ella cuenta con posibilidades de convertirse,
cuanto antes, en la nueva delegada del Gobierno. Un cargo
que, de obtenerlo, le vendría que ni pintiparado para
resarcirla de todos sus sacrificios políticos a favor de su
partido.
¿Conocerá estas andanzas el delegado del Gobierno, Jenaro
García Arreciado? De ser así, mucho me temo que sea él quien
la esté postulando. ¿Razón?... Porque debe estar pensando en
coger las de Villadiego cuanto antes.
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