No es que les quiera, ni
acongojar, ni acojonar, pero, la tromba que les asoló a
ustedes el otro día, con tornado incluido y demás
parafernalia meteorológica, fue, nada más y nada menos, que
un anticipo de las celebérrimas “gotas frías” que van a
chingar y poner en remojo nuestras costas meridionales por
mor del cambio climático. Suben los vientos cálidos, se
arrevolican con los fríos, se arma un ali oli celeste, las
nubes parecen un mix entre plomo y mercurio pero, si la luz
se vuelve amarilla y los nubarrones resplandecen como
alumbrados con un foco por detrás ¡cuidado! Mejor ponerse al
resguardo, porque es muy probable que se abran los cielos y
vomiten los temibles ciento cincuenta litros, rebosen los
arroyos, exploten las tapas del alcantarillado, las aguas
patinen por los montes hasta formar “la riá” y todos nos
pongamos a maldecir como posesos porque, cada año, nos
juramos el ampliar la cláusula del seguro-hogar e incluir
riesgos de inundaciones con daños colaterales y siempre se
nos olvida ¡Me cago en diez!.
Porque, lo de la alerta naranja es poco fiable, se sabe de
las reticencias a la hora de declarar la “alerta roja” por
miedo a atemorizar a la población. Eso pasó en Málaga en el
otoño de 1989, que el Subdelegado de Gobierno no quería
asustar a los malagueños, los niños salieron para los
colegios, los que madrugan y tienen vergüenza a sus trabajos
y a las doce de la mañana descargaron las nubes amarillas y
los partes al Subdelegado, en pleno gabinete de emergencias,
se los tenían que llevar en piragua, con apagón general y
caos absoluto. Mejor prevenir que curar y si hay que dar
alertas, darlas y rezar a Santa Bárbara bendita “Santa
Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y
agua bendita, a la vera de la Cruz, Padre nuestro, amén
Jesús”. Eso los creyentes, los ateos pueden utilizar sus
propias plegarias tipo “¡Ay Satanás! ¡Que disgustitos nos
das!”. Porque, en estas latitudes sureñas y exquisitas,
mágicas y atlantes, cuando llueve, llueve y anega, nada de
chirimiri ni calabobos a la gallega o a la asturiana, entre
pastos verdeantes y vegetación frondosa que amortigua y
atempera. En nuestros secos terruños sin repoblar más que
con ladrillos y cementos, donde se construye hasta en los
cauces de los ríos y en las hondonadas, progreso de mierda y
especulación, la tierra endurecida y agrietada escupe las
aguas, ni las aprovecha ni las filtra. Y como hasta que no
gobierne Rajoy no se hará ni un puto pantano, todo ese
caudal de vida sin aprovechar, llega a la mar y la tiñe de
lodo marrón. Margaritas a los puercos.
Que ya no es moda construir en las casas aljibes, ni
instalar pararrayos y estás tecleando en el ordenador en
plena tempestad, te entra un rayo por el enchufe y te quedas
pajarito frito. Los aparatos eléctricos atraen a los rayos,
cualquier aparato, pero, los constructores, bandidos como
son, no quieren gastarse los dineros en precaución de
riesgos y siniestros y montar los pararrayos con sus pozos.
Como mucho aprovechan las azoteas para instalar antenas de
telefonía y que, los de abajo empiecen a padecer migrañas y
problemas neurológicos. ¿Qué murmuran con caras de estar de
pésimo humor? ¿Qué el mix de “gota fría”, desarrollismo
salvaje, imprevisión y especulación es letal? Eso es. Larga
experiencia nos avala en esta Costa del Sol, hermana siamesa
desgajada de Ceuta y de Melilla, idénticas trombas salvajes
que caen a la buena de Dios, sin más alerta que la
información televisiva del tiempo, idéntico clamor para que
se declare “zona catastrófica” y manden dineros de los
madriles y la misma desolación y sentimiento de impotencia,
porque, contra políticos y gobernantes se puede rabiar y
denostar, pero, contra una naturaleza a la que estamos
volviendo loca, poco se puede hacer. No obstante es un
rencoroso consuelo el decir ¡Gota fría, la madre que te
parió!.
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