Una jornada más, las intensas
lluvias en formato de tromba anegaron la ciudad. En esta
ocasión los damnificados por el incesante aguacero superaron
los habidos en la pasada jornada del lunes.
Ha caído más agua. Mucha más que la caída el pasado lunes.
Llovió durante más horas, y la alerta naranja comunicada por
el INM llegó pasada la media mañana. A esas horas la lluvia
ya empezaba a hacer estragos. Desde las 09’00 horas la
ciudad estuvo sometida a la intensidad de la impenitente
lluvia. Pero lo peor es que ha llovido casi sobre mojado.
Cuando aún no se han apagado los ecos de la crítica más o
menos acertada hacia el sistema de absorción de pluviales,
la descarga de aún más litros por metro cuadrado que los
registrados el lunes logró ampliar el campo de acción dañina
que los efectos de la tromba trajo como impotente
consecuencia. Y todo ello, pese a que los operarios,
bomberos, policía local y técnicos organizados desde la
Ciudad se vaciaron en una labor que la inclemencia
climatológica desbordaba por momentos.
La realidad, desde el punto de vista general, es que una vez
que la disminución de la intensidad de la lluvia se hizo
patente, la filtración y la absorción de las aguas pluviales
fue mucho más evidente. La lógica indica pues que cayó más
agua de la que puede absorber con rapidez la red.
¿Posibilidades de mejora?, siempre. Sobre todo porque el
evidente cambio climático puede sorprendernos en cualquier
momento más allá de las previsibles aguas que, de manera
tradicional con mayor o menor intensidad, caen en Ceuta por
estas épocas. Son las cosas de la influencia del clima
mediterráneo que nos envuelve junto a sus típicas ‘trombas’.
De cualquier modo, siempre se debe estar abierto a la mejora
y a una mayor efectividad en la coordinación y respuesta
ante las emergencias. Aprovechando la situación, la crítica
política se centra en la petición de un Plan de Emergencias
de la Ciudad que contemple incidencias probables que pueda
sufrir Ceuta.
No es menos cierto también que la responsabilidad nos dice
que primero se atiendan las necesidades de los damnificados
por los efectos de la climatología y con el análisis de la
situación posteriormente por parte de los expertos se
establezcan responsabilidades si las hubiera. Todo lo demás
es actuar como los elefantes en una cacharrería.
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