La nueva empresa inversora en
Ceuta, Lidl, apuesta por alcanzar cotas importantes de
ventas y ocupar parte del mercado destinado a este tipo de
superficies del sector servicios.
En realidad cualquier iniciativa de esta índole repercute
directamente en la ciudadanía en dos claros sentidos:
puestos de trabajo directos e indirectos y mayor oferta en
la elección de productos; mención aparte la repercusión
directa en el aspecto impositivo que implica la recaudación
del IPSI para la institución autonómica local respecto de la
importación de mercaderías.
El hecho de que se lleve a cabo la apertura de un nuevo
negocio es motivo de especial satisfacción en una ciudad que
necesita también creer en sí misma con la ilusión de
entender un futuro optimista en el que Ceuta vuelva a los
niveles de prosperidad que antaño tuvo.
Adaptarse a las nuevas condiciones de un pujante mercado,
aprovechando los aspectos positivos que entraña Ceuta desde
el punto de vista fiscal y sin menosprecio de ulteriores
mejoras derivadas de los esfuerzos políticos necesarios,
debe ser la fórmula mágica para que la ciudad cuente entre
los territorios donde establecerse implique beneficios que
desarrolle la región.
Que grandes empresas como Lidl, y otras, ya se encuentren en
Ceuta establecidas es la mejor señal de que la ciudad, en
función del entorno que se avecina, puede convertirse en un
verdadero motor de servicios con modelo europeo [garantía de
calidad] como base-lanzadera hacia un mercado incipiente y
al alza que se augura en poco más de un lustro más allá del
Tarajal.
La ciudad debe encontrar su sitio y, para ello, necesita de
un modelo adaptado a las especialísimas condiciones de un
territorio español-europeo y extrapeninsular dentro ¿por qué
no? de la Unión Aduanera [similar al modelo canario].
Lidl ha apostado por Ceuta, lo que implica que si la
inversión privada cree en la ciudad y su potencial, las
administraciones deben tener la obligación de procurar
mecanismos incentivadores que garanticen su continuidad.
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