Ríanse de la cuesta de enero, el
gobierno socialista de Zapatero en un afán por la innovación
literaria y por dejar patente su estilo en la máquina del
tiempo, nos la ha puesto más cercana, en septiembre, no
vayamos a cerrar el ojo antes de que nos den las uvas en el
avispero de la puerta del sol. Hay que reconocer que este
equipo de mandamases, que nada tienen que ver con la casta
obrera, son los ejecutores del verdadero cambio que no se
atrevió a poner en marcha el abuelo González. Una mujer, con
mente de izquierdas y cuerpo de derechas, se ha atrevido a
poner la tilde en la rosa actual y a cantar lo que piensa,
siguiendo la cátedra de Umbral que ahora tan de moda vive.
En cualquier caso, ya saben que la hembra es más poderosa
siempre que el macho, que no son sólo cien como ha
refrendado una revista, sino un millar de millares, toda
fémina diría yo, dispuestas a cortar el viento y a poner
sobre la mesa las tajadas del caos que tanto nos encabritan
a los machos, más bien de boquilla que de hazaña.
La poderosa Rosa, con sonrisa angelical y voz de torera, no
se ha subido a las ramas, entre otras cosas porque el poder,
que es ella misma, parece importarle un pimiento y ha ido
directa al corazón. Desde luego, la mejor manera de sanar
este cáncer crisposo, que nos acalambra nada más poner pie
en la vida, se cura llamando a las cosas por su semántica.
Al pan, pan y al vino, vino; que decían nuestros gloriosos
antepasados. Por cierto, tomen lecciones de la imperiosa
Rosa la oposición que por no ser, no es ni oposición. Ella
lo ha lanzado a los cuatro vientos, es como un SOS para
navegantes españoles: Zapatero nos ha cambiado el paso, por
si alguien no se había enterado, el rumbo es hacia un Estado
confederal. Y ahora viene lo más fuerte, impropio de un
estado libre y democrático, lo hizo a espaldas de sus
súbditos sociatas, traición pura y dura se dice en estos
casos cuando es así, y de los ciudadanos, aún más grave. La
verdad que le ha salido respondona esta mujer a un gobierno,
aún más de machos que de hembras a juzgar por los que se
dejan ver en los altavoces de la comunicación.
Pero retornemos al empinado septiembre, que es columna
vertebral de esta catarsis. Vaya con el mes para que por ti
me desespere. Por mucho que Pedro Solbes, que es macho y
siempre mandará menos que una dama de liga, nos recete
optimismo y nos lo pongamos, no nos va a poner como unos
labios de moza. Además, tenemos en vena, piedras como
cántaros: hipotecas, préstamos por doquier, salarios a ras
del suelo, multas que pagar, luz, agua… Este mes, también,
tenemos que comprar los libros de la prole, para muchas
familias los únicos que compran durante todo el año, más los
efectos colaterales de un ocio que también los hemos pasado
al débito. Si don Jacinto Benavente, aquel hombre si que
tenía el don, sobre todo el de la genialidad y la virtud,
levantase la cabeza nos volvería a repetir la misma lección
que hemos suspendido y que no pienso que aprobemos ni en
septiembre. Dijo el dramaturgo, padre de la actual patria
que por no saber, ya no sabemos si es común e indivisible:
“La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor
mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un
disgusto grande”. Y es que la falsedad es el peor de los
aceros, la más dañina de las sombras, el disfraz de un
rostro de alacranes, que sólo una mujer puede desnudar con
el docto tacto y su versado tino. Debiera haber muchos
nombres de rosas como Díez, entre cuestas y valles, bajadas
y subidas, para contrarrestar capullos. Me gustan las Rosas
con mayúscula, vestidas con la espina de la verdad,
dispuestas a poner en entredicho a los violadores de la
veracidad, que son una legión, David contra Goliat,
ejercientes del descaro, activos y altivos de una verdadera
violencia hecha a las presas fáciles, Eso si, siempre, bajo
el descaro de quien no ha roto ni un plato.
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