El avance hacia un equilibrio
entre la vida laboral y la personal es constante, pero aún
hay muchos obstáculos que sobrepasar. Conciliar la vida
personal, familiar y laboral no es un problema nuevo, en el
año 1864 ya se proclamaba la política de las ocho horas como
uno de los objetivos a alcanzar solicitándose una regulación
del tiempo para el trabajo. Desde hace varias décadas, los
gobiernos de los países más desarrollados han venido
mostrando una preocupación creciente por la garantía de la
vida extra-laboral, más aún con la mayor incorporación de la
mujer al mercado laboral. Las dificultades, por tanto, para
la conciliación entre trabajo y vida personal y familiar
generan efectos que repercuten en la esfera privada y la
pública como pueden ser, el descenso del número de hijos y
la disminución de la tasa de fecundidad, la discontinuidad
de las carreras profesionales de las mujeres, especialmente
visible a partir del tramo de edad de 30/34 años y el
impacto en los matrimonios o en el tiempo de dedicación a la
familia, que afecta a la educación de los hijos y al cuidado
de las personas dependientes.
Muchos son los estudios que señalan que un equilibrio entre
la vida familiar y el trabajo beneficia a las empresas. El
estudio Índice de la Empresa Familiarmente Responsable (IFREI)
2006, del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa
(IESE) sobre la adopción y puesta en práctica de políticas
de conciliación en España, destaca las ventajas que tiene
para las empresas apostar por la conciliación y el
equilibrio entre la vida personal y laboral: mayor
competitividad, diferenciación, mayor calidad de vida para
los empleados, más productividad y mayor rendimiento.
Además, las empresas que 'concilian' ven reducido en un 30%
su porcentaje de absentismo laboral.
Por todo ello, Es muy probable que la conciliación entre
vida familiar y profesional represente el caballo de batalla
del futuro en las compañías que deseen competir
eficientemente, porque en un entorno económico tan dinámico,
exigente e intenso como en el que nos movemos en la
actualidad comenzarán a surgir políticas que requieran de un
esfuerzo por parte de las empresas para mantener y fidelizar
a su principal valor diferenciador: las personas
(trabajadores).
Resulta evidente afirmar que, son los trabajadores con su
labor diaria quienes hacen crecer las expectativas de las
empresas, sus cuentas de resultados a través de un trabajo
comprometido con la misma. La felicidad de estos se
transmitirá a sus quehaceres profesionales originando un
mayor rendimiento. Lo contrario, supondrá una menor
implicación de estos en los objetivos de las empresas y por
supuesto, la salida de sus mejores efectivos en dirección a
la competencia con los conocimientos adquiridos.
En definitiva, las empresas deberían apostar por trabajar en
la conciliación entre el trabajo y la familia de sus
empleados si desean alcanzar los objetivos previstos en el
menor tiempo posible aunque, quizás yo y otros muchos
estemos equivocados.
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