Obviamente siguen coleando y
analizándose, por activa y por pasiva, los decepcionantes
resultados (en cuanto a la tasa de participación, con una
masiva abstención del 63%, junto a un 19% de votos nulos o
blancos) de las elecciones generales del pasado día 7. Los
marroquíes mostraron su apatía y desencanto. Tanto desde el
entorno de los partidos políticos tradicionales como desde
sesudos análisis del exterior, se vende la anestésica idea
del “frenazo islamista” y la “Niké” de los partidos modernos
y progresistas. Craso error. Para empezar, la corriente
moderada del islamismo político representada por el ‘PJD’
quedó globalmente en segundo lugar, a tan solo cinco
honrosos escaños del poderoso y legendario ‘Istiqlal’, el
histórico partido de la Independencia, posición que se veía
invertida en la ‘Lista Nacional de Mujeres’ como les
comentaba ayer. En todo caso el PJD se consolidaba en las
ciudades (hoy por hoy el “islamista” es un voto urbano) y
desplazaba al ‘Istiqlal’ en el norte de país, quedando
laminada la izquierda de la USFP: perdían su escaño varios
ministros (cosa inusual en Marruecos) y dos personalidades
del ex comunista PPS (otro ministro, Nabil Benabdellah y su
secretario general, Ismail Alaoui). Las ‘Fuerzas
Ciudadanas’, aliadas tácticas al PJD, arrancaban un escaño,
lo mismo que otra formación política “islamista” (a la
derecha del PJD), el ‘Partido del Renacimiento y la Virtud’
de Mohamed Khalidi (un ex dirigente del PJD y antiguo hombre
del partido de Khatib), que arañaba otro diputado en Anfa-Casablanca
en la persona de un controvertido predicador, Abdelbari
Zenzami, un personaje me cuentan con ribetes radicales. Un
día les escribiré de él.
Pero hay más datos a tener en cuenta: por ejemplo, una
oferta electoral muy fragmentada con una masa de voto
limitada. Pero si con todo la alegal ‘Justicia y caridad’
hubiera decidido intervenir con su voto (las calles son
suyas), indudablemente le hubiera dado un vuelco electoral a
la situación dejando un paisaje claramente “islamista”
(entendiendo por tal una ideología política basada en la
religión). Pero es que sin ello el Reino de Marruecos es,
per se, un país ya islámico: ¿o no son figuras
suficientemente referenciales la institución de “Amin al
Moumenín” y la existencia de un ministerio de “Habús y
Asuntos islámicos”?. ¿Y qué me dicen del ‘Partido del
Istiqlal’?: sin llegar a ser islamista, su referencia
islámica es nítida así como su trayectoria. Y que pese a
ello ganó ajustadamente. Sí, no voy darles más la coña con
las oscuras y masivas inyecciones de dinero, pero la
reciente reordenación de las circunscripciones (ampliando
alguna en dos, como Tánger) y otorgando además más votos al
campo (donde el PJD no está, aun, implantado), son factores
que han frenado sin duda la ascensión de las gentes del PJD,
quienes no habían dejado de enviar señales de moderación
templando gaitas con el régimen y educando
participativamente a sus bases, confiando en el sistema.
Tres últimas observaciones: una, dudo mucho que el PJD
(salvo a instancias del Rey y en un acto de puro
patriotismo) participe en el futuro gobierno; dos, El
Othmani pese a su prestigio podría verse superado por el
“ala dura”, no descartando la vuelta de Mustafá Ramid al
frente del grupo parlamentario; y tres, ¿quién dice que
Marruecos “no es” islamista?. Yo les demuestro lo contrario.
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