Yo sigo escribiendo en una salita
donde reina el desorden. Y en ella, creo haberlo dicho en
otra ocasión, cuando necesito hacerme con algunos datos, ya
una cita, ya una fecha o simplemente encontrar un recorte de
periódico que guardé como si fuera un tesoro, revuelvo
cajones, altero el orden de los libros situados en los
anaqueles y hasta termino cogiendo un mosqueo monumental, si
lo buscado no aparece por ningún sitio.
Menos mal que internet permite acceder a los datos con gran
prontitud y documenta con eficacia. De ahí que yo siga
teniendo gran devoción por este invento. El cual no deja de
socorrorme. Verdad es que otras veces me ocurre lo
contrario; es decir, que, de pronto, me topo con un recorte
de periódico, con la faz amarillosa, pero portador de alguna
noticia u opinión que le ha permitido permanecer como objeto
de interés en mi domicilio. Lo cual es algo muy normal y que
les sucede a muchísimas personas. Sobre todo a las dedicadas
al oficio de escribir y al de leer, que, como bien decía
Francisco Umbral, forman parte de la misma cosa
literaria.
Cuando escribo es lunes, de mañana, y aún conservo el grato
recuerdo del buen juego realizado el domingo por la
Asociación Deportiva Ceuta frente al Portuense. Los
entrenados por Burgueña fueron vapuleados en una
segunda parte sensacional de los hombres dirigidos por
Diego Quintero.
Pues bien, al margen de lo deportivo, hoy -sigo hablando del
lunes- es uno de esos días en los cuales desparramo la vista
por los periódicos, escucho atentamente los titulares de
diversas emisoras de radio, me adentro unos minutos por
internet y caigo en la cuenta de que las principales
noticias son las mismas desde hace ya varios días. O sea,
las que tratan de amedrentarnos con la crisis económica que
se nos viene encima. Tengo la impresión de que existe un
interés desmedido por acojonarnos. Desmedido y partidario.
Ya que innumerables ciudadanos suelen cambiar su voto en
cuanto se les recuerda que lo primero que han de hacer, ante
la pérdida de poder adquisitivo, es olvidarse de que existe
el PPV. O sea la compra de partidos de fútbol.
Aunque La Sexta, en un alarde de reflejos y de
tendencia socialista, ha puesto la primera piedra para
combatir el pesimismo que vienen propalando los medios
afines a los populares. Poco importa que se pongan por las
nubes los precios de algunos productos básicos, si a cambio
se puede acceder gratis a los campos de la mejor Liga del
Mundo.
Pensando en todo ello estaba, sin decidirme a opinar ni de
la economía ni de los etarras ni de la crisis
hipotecaria..., y mucho menos del ridículo que hizo la
selección española en Islandia, cuando me salvó un recorte
de periódico, con síntomas evidentes de pigmentos biliares
en su texto, hallado en un cajón. ¡Albricias!... Mi
exclamación asustó a mi perro y todavía no se ha recuperado.
Y es que mi alegría estaba más que justificada. En
principio, porque el hallazgo me permitía rematar la
columna. Y luego, sin duda, por ofrecerme la oportunidad de
hablar sobre el cotilleo. Esa conversación indiscreta que
suelen tener dos o más personas acerca de alguien que no
está presente.
El recorte de periódico, en cuestión, trata de una
entrevista hecha, hace años, a Robin Dunbar, profesor
de antropología biológica del University College de Londres.
Y en ella dice que el cotilleo es una actitud universal a la
que se entregan hasta las personas más serias y que se
ejercita hasta en los lugares más circunspectos. E incluso
que es bueno para la salud.
Destaquemos, pues, el chisme de actualidad: ¿quién trata de
aprovecharse del buen trabajo realizado por José A.
Rodríguez en Turismo?...
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