3. LUNES
Leo todas las noticias que se han escrito acerca de lo
ocurrido en el Patio de Armas, sito en las Murallas Reales,
durante la celebración del Día de la Ciudad. Un escenario
del que dice Juan Luis Aróstegui que se ha convertido en un
coto privado donde los populares se citan cada año para
intercambiarse medallas como si fueran cromos. La verdad es
que Juan Vivas debiera impedir, cuanto antes, que los
encargados de elegir a los galardonados no fueran tan
caseros. Porque al paso que van, si el presidente no
interviene, van a terminar pareciéndose a los árbitros que
dirigen los partidos en el Nou Camp. También sería
conveniente que los discursos de los premiados cumplieran
una regla de oro: evitar las arengas donde a la gente se les
inculcara la belicosidad por sistema y sin venir a cuento.
De no ser así, día llegará en el cual los asistentes serán
instados a desfilar, en cuanto finalice el acto, las filas
prietas, muy prietas, y cantando himnos patrióticos.
4. MARTES
Camino por la calle de Camoens hacia la peluquería de
Francisco López (Logar) y me encuentro con Antonio Gil
(secretario general de la Unión General de Trabajadores). Y,
dado que llevamos mucho tiempo sin vernos, allá que nos
ponemos a pegar la hebra. Y debo decir que nos cunde.
Antonio dice leerme cada día y, por tanto, muestra su
extrañeza al comprobar que he estado de acuerdo con Juan
Luis Aróstegui en algo. Mi respuesta no se hace esperar: es
que lo de las medallas del PP, en el Día de la Ciudad, es
algo que clama al cielo. Parece que han decidido repartirlas
a voleo entre sus afines y militantes. De lo ocurrido en el
Patio de Armas de las Murallas Reales pasamos a comentar la
necesidad que existe en la ciudad de que haya un partido
socialista con fuerza suficiente para hacerle frente al
Partido Popular. Y terminamos hablando de María Antonia
Palomo. De quien yo sigo pensando que más que traicionada
por personas muy cercanas a ella, tuvo la mala fortuna de
contar con asesores muy negados. Y, claro, el desastre era
inevitable.
5. MIÉRCOLES
El mes de agosto llegó con tripas por estrenar y sembró de
pesadumbre nuestra existencia. Me dice el conocido, con
quien coincido en la Boutique de la Prensa, que ha echado de
menos mis comentarios al respecto. Le aclaro que he estado
de vacaciones y, por tanto, me ha sido imposible escribir
sobre la muerte de personas que destacaron de manera
brillante en una España donde ha habido innumerables
sepelios durante el verano. La respuesta del conocido es que
aún estoy a tiempo de hacer alguna necrológica de los
famosos que nos dejaron. Le respondo que no. Que de los
fallecidos famosos han hecho apologías los mejores
escritores. De manera que sería un atrevimiento ahondar en
un tema tan trillado. Y, sobre todo, le indico que los
obituarios me producen, mientras los escribo, cierta desazón
que se convierte en pesar que me suele durar más tiempo del
conveniente. De cualquier modo, le debo un obituario a María
del Carmen Cerdeira. La cual se nos fue cuando agosto
iniciaba su andadura. Pero te confieso que ni siquiera me
atrevo a comenzarlo. Pienso que es preferible recordarla en
silencio y volver a escribir de ella cuando se encarte y
nunca por su condición de fallecida.
6. JUEVES
Me topo con Miguel Ángel Vallejo en el paseo de
Sánchez-Prados. Y, como siempre que ello sucede, nos ponemos
a charlar mientras caminamos. Le damos un repaso a la
actualidad y, desde luego, nos contamos algunos chismes.
Porque estamos convencidos de que ello ayuda a mejorar la
circulación sanguínea. Con MAV suelo llevarme yo bien desde
hace muchos años. Tal vez sea porque cuando nos vemos lo
primero que hacemos es alegrarnos la vida mutuamente. En una
palabra: que procuramos reírnos cuanto más mejor. El
propietario de la Pérgola, magnífico restaurante, es tan
astuto como buen conversador. Y sabe muy bien tirarme de la
lengua para ponerme en condiciones de decir lo que él quiere
oír. Hoy, cuando el calor apretaba de lo lindo, me ha dado
por regalarle el oído: le he dicho que en su establecimiento
se come muy bien y se bebe mejor. A cambio, claro está, él
ha tenido que reconocer su adicción por El Oasis: columna
diaria que se publica en este periódico. Y es que, en un
mundo tan materialista, todo tiene su precio. Y eso lo tiene
asumido él desde que llevaba pantalones cortos.
7. VIERNES
Desde hace muchos años, Eduardo Gallardo Salguero es siempre
esa voz que nunca escatima la palabra adecuada para darme
ánimos. Nunca le hecho una entrevista y apenas si le he
nombrado en mis comentarios. Sin embargo, cada vez que nos
hallamos él se se muestra atento y afectuoso conmigo. Amén
de declararse lector de mis publicaciones. Lo cual,
lógicamente, me agrada sobremanera. Máxime viniendo la
lisonja de una persona que no tiene necesidad de expresarme
su afecto ni otorgarme su consideración. Un día, al cabo de
mucho tiempo manteniendo ese pegar la hebra cuando nos
encontramos, me invitó a su despacho. Y puso encima de la
mesa casi todas las columnas que se me habían publicado.
Hablamos de muchas cosas y salí de su oficina convencido de
que Eduardo me apreciaba lo suficiente como para
considerarlo mi amigo. A mi amigo, un hombre cabal, lo ha
propuesto Mohamed Alí para que en el próximo pleno le
concedan la Medalla de la Ciudad en su categoría de Plata.
¡Menuda alegría!...
8. SÁBADO
La última vez que hablé con María Antonia Palomo fue cuando
agosto estaba en sus comienzos. Nos vimos en el Parador de
la Muralla. Adonde ella acudió para saludar a Gaspar
Zarrias. Que iba acompañado por el delegado del Gobierno,
Jenaro García Arreciado. Por cierto, le recordé al hombre
fuerte del socialismo andaluz, su paso por el Jaén como
jugador de fútbol. E incluso lo puse al tanto de las
virtudes que yo aprecié en él como extremo. Ese día, le dije
también a María Antonia Palomo que la encontraba espléndida
en todos los sentidos. Pues bien, esta mañana, cuando me
hallaba escribiendo, recibí un telefonazo de la ex
secretaria general de los socialistas. Lo hizo para darme
las gracias por la columna que le dediqué el viernes pasado.
Y, además, nos metimos en cháchara. Querida, amiga, es un
placer hablar contigo. Y, por encima de todo, me alegro de
que te encuentres tan sumamente relajada.
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