Por lo visto monsieur Fillón no está dispuesto a rectificar.
Esta visto que el señor ZP intentó que el primer ministro
francés se desdijera de lo que, dicho mandatario, puso de
relieve, hace unos días, en el canal F1 francés. Su
comentario sobre el arrepentimiento de ZP por la
regularización de inmigrantes promovida por Caldera, por lo
visto ha levantado chispas en el Ejecutivo español.
Seguramente el señor Fillón le debió responder a nuestro
Presidente que él no estaba dispuesto a mentir para sacarle
del apuro en el que, él mismo, se había metido. Lo que
sucede es que, nuestro Presidente, está tan acostumbrado a
decir hoy una cosa y , al dia siguiente, la contraria, que
le ocurre como al famoso ladrón del refrán: “que se cree que
todos son de su misma condición”. Es natural que a Rodriguez
Zapatero le duela la franqueza de su homólogo en Francia,
pero lo que es incuestionable, como ya me referí en otro
artículo, es que la más elemental prudencia le aconsejaba
dejar los trapos sucios para lavar en España. Me imagino lo
que le debe haber satisfecho a Caldera el saber que su jefe
de filas lo ha dejado como chupa de domine ante el Jefe del
Ejecutivo del país vecino.
No se si ustedes se habrán fijado; puede que les haya pasado
desapercibido, pero lo cierto es que de la sempiterna
sonrisa de ZP parece que ha pasado a un rostro mucho más
adusto, o sea, que se ha trasmutado de mister Bean al Lobo
feroz de la Caperucita Roja. Y es que, aunque parece que va
sobrado respecto a las perspectivas electorales de su
partido, me temo que algunas cosas no están yéndole tan bien
como quiere aparentar. Pongamos por caso sus profecías
económicas, aquello de que “España va bien”.
A pesar de que el señor Solbes, con su habitual flema,
insiste en que la crisis mundial no nos afecta, lo cierto es
que parece que más de 60 fondos de inversión españoles están
acumulando pérdidas y, las constructoras, no lo están
pasando mucho mejor. Tampoco los últimos incidentes en
Catalunya le han favorecido demasiado y es posible que, en
un feudo donde tenía asegurada una victoria desahogada, en
estos momentos no esté tan claro que la consiga. Claro que
los nacionalistas, incluyendo entre los mismos al PSC, se
agarran a un clavo incandescente con tal de que no gane el
PP.
Pero, vean por donde, aunque parece que ya estaba cantado
desde hace algunos meses, de pronto salta la Rosa Diez
dándose de baja del PSOE y constituyendo, junto con algunos
otros socialistas desengañados de la política de ZP, como el
señor Fernando Savater ( filósofo y un poco veleta, todo hay
que decirlo), para constituir con la plataforma Basta Ya un
nuevo partido político, de izquierdas, pero partidario de la
mano dura con los terroristas y defensores a ultranza de la
unidad de España. No está claro hasta que punto puede
perjudicar esta nueva formación política a la causa
electoral del PSOE, pero lo que es incuestionable es que,
una escisión no es en absoluto algo que favorezca a ningún
partido, por lo que representa de descontento interno, de
discrepancia en políticas fundamentales y de descrédito de
cara a sus votantes que, en ocasiones, se pueden sentir
perplejos cuando constatan que un Ejecutivo va dando
bandazos a diestro y siniestro, no en función de una
política específica, clara y bien orientada, sino ante la
necesidad de ir sorteando, a medida que las circunstancias
se lo van exigiendo, los distintos avatares a los que sus
errores de gobierno, la incapacidad de algunos de sus
componentes y la obsesión cerril de la mayoría, los aboca.
No es que veamos claro el porvenir del partido de Rosa Diez.
Sí reconocemos en ella una brava luchadora, unas ideas
claras y una actuación consecuente con ellas. El hecho de
que haya renunciado a su Acta de Diputada europea dice mucho
respeto a su honestidad política y, su postura de siempre en
la cuestión etarra, la avala como una firme defensora de la
lucha antierrorista y la unidad de España. Pero, conocida la
especial idiosincrasia del votante español; siendo diáfano
el extremismo que caracteriza sus votaciones y la fidelidad
que mantiene respecto a los dos bloques en que se divide la
sociedad española, derechas e izquierdas; es muy difícil que
un tercer partido intermedio (¡cuidado!, dejando a parte los
nacionalistas, que ya son higos de otro costal) consiga
erosionar al PSOE en cuanto a sus perspectivas ante las
próximas elecciones de marzo del año próximo. Quedan algunas
incógnitas que creo que pueden tener más influencia, en una
ciudadanía acostumbrada, en su gran mayoria, a vivir a
cuerpo de rey y poco dispuesta a apretarse el cinturón; que
la irrupción en escena de este partido neonato. Todo
dependerá de cómo evolucione la actual crisis económica;
todo dependerá de si reacciona o no el sector de la
construcción; todo rstará supeditado al comportamiento del
euroibor y su repercusión en las hipotecas; mucho puede
influir el mal comportamiento registrado en los últimos
meses de la balanza de pagos corrientes y del incremento de
las importaciones respecto a las exportaciones. Todo son
incógnitas pendientes.
Lo que sí podemos asegurar es que, respeto a la España que
nos legó el señor Aznar cuando dejó el gobierno, en el
ámbito internacional, y la que tenemos ahora, gobernada por
el señor ZP, con la inestimable colaboración del señor
Moratinos ( que no da una ni de casualidad) hay como de la
noche a la mañana. De una España interrnacionalmente
respetada por su boom económico, por su política
internacional, por sus buenas relaciones con Iglaterra y
EEUU y por su firmeza ante el terrorismo; en el sólo espacio
de tres años se ha pasado a otra España, irreconocible,
hecha retazos, entregada a los nacionalismos, agobiada por
el terrorismo y por la equívoca posición del Gobierno
respecto a las formas de combatirlo y hundida en el
desprecio y el ninguneo de todo el resto de naciones
europeas, que ven a nuestro país irreconocible y al que le
temen –no por su potencia económica, ni por sus logros
internacionales –, sino por tener la tasa más alta de
inmigración de toda Europa y, por ello mismo, constituir un
peligro para ellas que se ven obligadas a aceptar las
oleadas de inmigrantes que, de ninguna manera desean,
procedentes de España; pero que no pueden evitar en virtud
del acuerdo de libre circulación de los ciudadanos por toda
la UE.
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