“Dinero, mucho dinero para
traficar con votos. ¡Y violencia!”, exclama tras un
afectuoso abrazo un sonriente y cansado Lhacen Daoudi,
segundo de a bordo y cabeza de lista en Fez donde el PJD y
el Istiqlal, encabezado por el poderoso alcalde Chabat
(quien le hace sombra al propio ‘wali’) se presenta también
como diputado. Ocho son los escaños que se disputan en la
antigua capital idrisí. Son las 16.00 locales y les escribo
a uña de caballo desde un despacho de la sede central del
PJD en Rabat, en la que sus disciplinados militantes retocan
el escenario. Por la mañana el ex diplomático Khalil Hadaoui,
cabeza de lista en Beni Slimán (comarca de la Chauia, a 60
kms. de Rabat y 40 de Casablanca), me contaba algo parecido
mientras desayunábamos en Temara hablando con toda
franqueza: “Mi circunscripción, como sabes es una zona
netamente agrícola. Yo he venido aquí para intentar cambiar
las cosas con la voluntad y la ayuda de Dios y es increíble:
la gente al principio te recibe casi con insultos, en su
entorno no ha cambiado nada pese las promesas de hace cinco
años. Se sienten estafados. Yo les digo que no tengo una
varita mágica pero que vamos a trabajar. Otros candidatos no
van con buena fe y vienen con mucho dinero. El mismo PPS
aceptó a última hora a un ex candidato del RNI que maneja
mucho dinero. ¿Eso es democrático?. Nosotros, desde el PJD,
veremos que podemos hacer pero tenlo por seguro: ¡la
corrupción no es el futuro de Marruecos!”.
Ayer por la tarde tuve ocasión de hablar con largueza y a
calzón quitado con un gran hispanista, importante referente
de la historia y la política marroquí, el ex ministro Larbi
Mesari. Después de encontrarnos en su despacho en la
espaciosa sede del ‘Istiqlal’, junto a Bab Al Ahad, Mesari
sugirió irnos a tomar un café. Dicho y hecho. Después de
facilitarme un programa (“Somos el único partido político
marroquí que lo edita en español”, dice orgulloso) entramos
en harina. Me cuenta el pacto suscrito, a tres bandas, entre
el Istiqlal, la USFP y el PPS (Partido Progresista
Socialista), con un programa común que presentarán el día
después de las elecciones. Es como si el ciudadano votara
tres veces, aunque nuestro proyecto no es una opción
ideológica, es una alianza por el futuro y el progreso”. Sin
descartar eventuales coaliciones, Larbi Mesari entiende que
“el Rey todavía nos necesita”. En un momento de la
conversación, este hombre afable y muy enterado de los
entresijos de su país se pone tenso: “Esta mañana hablé con
mucho gusto para una cadena española, ¡pero me negué a ser
entrevistado con Al Yazira!. Han estado haciendo todo el
tiempo una campaña encubierta, inmiscuyéndose en la política
interna marroquí!”. Las referencias son inevitables:
“Respeto mucho a el Othmani y al PJD, un partido moderado
pero que aun no está maduro para gobernar. ¡Nosotros también
somos de referencia islámica!. De hecho el Istiqlal es lo
más parecido a la democracia cristiana”. Ocurrente
referencia, pues al día siguiente Khalil Hadaoui me haría la
misma comparación… ¡pero con el PJD!.
Hace un día de esos que anuncian el otoño, claro y soleado.
La única sombra en el horizonte es la desairada posición en
la que han quedado los más de 3000 observadores, que al
final no podrán entrar en las oficinas electorales. Las
medidas de seguridad son ostensibles. Y el dinero. Poderoso
caballero. El mismo Saâd El Othmani acaba de denunciarlo en
una entrevista a la cadena de televisión egipcia “Hiwar”,
advirtiendo que los cambios en Marruecos deberían de ser
progresivos, poco a poco, a fin de evitar traumas y
dramatismos comunes a otros países árabes y musulmanes.
Othmani, que es médico psiquiatra, sabrá bien de lo que está
hablando. Y de lo que está en juego.
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