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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Una vuelta por el Tarajal (II)

Por Quim Sarriá


El turismo de porrón y alpargata continúa. La degradante visión de la zona de los barracones persiste en mis retinas mientras subo la cuesta que me lleva a la Barriada del Príncipe Alfonso (siempre creí que era Ildefonso a juzgar por el nombre de la parroquia existente en la barriada) pero en última instancia decido retroceder para acceder a la otra barriada cercana, la del Príncipe Felipe. No sé por qué pero ya me escama bastante el nombrecito de estas barriadas que de principescas no tienen ni la suela.

Otra impresión que recibo de manera parecida a un tremendo bofetón a las entendederas. Tras treinta años metido en cosas de arquitectura y ver de sopetón un barrio entero formado por contenedores convertidos en viviendas, eso sí con sus ventanas, escaleras y florecitas en macetitas, no suele interpretarse más que como un atentado a la ética arquitectónica de una ciudad increíble. Bien está que tales contenedores tipo vivienda se coloquen a causa de un desastre terrestre, por un formidable temporal o por cualquier otro fenómeno que conlleve la destrucción de parte del hábitat del ser humano y como manera de paliar en precario la situación de los supuestos damnificados… pero verlos como viviendas permanentes deja a uno más pasmado que el rey ese de la historia.

Sigo mi paseo por esa barriada increíble y por fin veo a un empleado de la empresa de limpieza con su escoba y su carrito… limpiando los alrededores de una mezquita que existe en la zona y nada más. El resto de calles no presentan, precisamente, aspecto de ser limpiadas.

Un poco mareado de la incomprensible permisividad constructiva de un gobierno, que pretende presentar unos estatutos de comunidad autónoma, incapacitado para llevar las riendas de urbanismo porque con los ejemplos, que constato en todo el perímetro ceutí, de estrafalarias construcciones que ofrecen el aspecto de ser construidas en tierra de nadie y sobre las que dudo tengan la cédula de habitabilidad expedida, o si la tienen deberían haber sido expedidas contra todas las leyes relativas a la edificación de viviendas.

Abandono la barriada de Felipe (no me atrevo a anteponer el rango para que no se ofenda el hijo del rey) con la carga de ver esos contenedores-viviendas más parecidos a los que están amontonados en el puerto de Algeciras que a cualquier otra cosa y enfilo de nuevo la cuesta hacia la barriada del Alfonso (¿Ildefonso?), barriada que procuro recorrer lo más rápidamente posible habida cuenta de las largas caras con las que me miran sus moradores. Uno de ellos se me acerca y me pregunta si soy turista, cuando le digo que soy un ceutí que quiere descubrir su propia ciudad a la que no veía desde hacía más de cuarenta años, se ofrece para acompañarme para enseñarme los lugares “más interesantes” de la zona. Le doy las gracias pero rehúso que me acompañe. Prefiero hacerlo solo. Sin embargo, el simpático tío no ceja en su empeño y me dice que en el barrio hay cinco mezquitas dignas de verse… en ese momento se me acerca un “cristiano” anciano y me dice que cuatro de ellas son ilegales y ahí empieza la marimorena y la marirrubia. Mientras ellos discuten salgo a todo gas del entorno “social” y prosigo mi camino hacía no sé dónde, simplemente porque me he perdido mentalmente. Continúo por la calle de San Daniel en cuyos alrededores el aspecto de abandono parece preocupante; no decido pasar por la calle Fuerte para visitar el fuerte que da nombra a la barriada. Lo dejaré para otra ocasión en que vaya acompañado, digo bien acompañado. Continúo con mi decisión de salir de esta barriada y paso cerca del colegio de la Reina Sofía –me pregunto si nuestras autoridades tendrán algo contra los miembros de la casa real- siguiendo mi camino por la calle Central. Salgo de la barriada cruzando el puente del Quemadero.

Estoy visionando la solitaria y desierta pista del helipuerto que presenta el aspecto de estar totalmente abandonada, en su construcción y su mantenimiento (con el derroche en euros que eso supone), con los alrededores más descuidados que ciudadano alguno pudiera imaginar. Sigo mi paseo y en un lugar que ignoro cómo se llama pero que está cerca de unos depósitos de agua. Mi sorpresa es enorme al descubrir una vivienda estrafalariamente construida. Una vivienda que habla de la pobreza a la que se ve abocada una futura Comunidad Autónoma de chiste. Puede ser que sea muy original construir viviendas estrafalarias de increíbles dinámicas arquitectónicas… pero ver una vivienda cuyo balcón principal sea la parte trasera de una caravana (rulotte) encajonada, dando la impresión de que ha ido a chocar empotrándose contra la referida vivienda, no puede producir más que un ataque de risa imposible de contener.

Sin ánimo de ofender, ignoro cómo estará el Colegio local de arquitectos para aprobar semejante construcción –y otras muchas que tal vez vaya desgranando- o bien si nuestras autoridades hacen la vista gorda (¡vaya! y tan gorda) y permiten que construyan al buen tuntún por los alrededores del centro neurálgico de la ciudad, mientras a unos pobres trabajadores, que remodelan el interior de sus viejas viviendas, le llueven puros por no disponer de la correspondiente licencia. Vivir para ver… y en el siglo XXI ¿No te jode?
 

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