El turismo de porrón y alpargata continúa. La degradante
visión de la zona de los barracones persiste en mis retinas
mientras subo la cuesta que me lleva a la Barriada del
Príncipe Alfonso (siempre creí que era Ildefonso a juzgar
por el nombre de la parroquia existente en la barriada) pero
en última instancia decido retroceder para acceder a la otra
barriada cercana, la del Príncipe Felipe. No sé por qué pero
ya me escama bastante el nombrecito de estas barriadas que
de principescas no tienen ni la suela.
Otra impresión que recibo de manera parecida a un tremendo
bofetón a las entendederas. Tras treinta años metido en
cosas de arquitectura y ver de sopetón un barrio entero
formado por contenedores convertidos en viviendas, eso sí
con sus ventanas, escaleras y florecitas en macetitas, no
suele interpretarse más que como un atentado a la ética
arquitectónica de una ciudad increíble. Bien está que tales
contenedores tipo vivienda se coloquen a causa de un
desastre terrestre, por un formidable temporal o por
cualquier otro fenómeno que conlleve la destrucción de parte
del hábitat del ser humano y como manera de paliar en
precario la situación de los supuestos damnificados… pero
verlos como viviendas permanentes deja a uno más pasmado que
el rey ese de la historia.
Sigo mi paseo por esa barriada increíble y por fin veo a un
empleado de la empresa de limpieza con su escoba y su
carrito… limpiando los alrededores de una mezquita que
existe en la zona y nada más. El resto de calles no
presentan, precisamente, aspecto de ser limpiadas.
Un poco mareado de la incomprensible permisividad
constructiva de un gobierno, que pretende presentar unos
estatutos de comunidad autónoma, incapacitado para llevar
las riendas de urbanismo porque con los ejemplos, que
constato en todo el perímetro ceutí, de estrafalarias
construcciones que ofrecen el aspecto de ser construidas en
tierra de nadie y sobre las que dudo tengan la cédula de
habitabilidad expedida, o si la tienen deberían haber sido
expedidas contra todas las leyes relativas a la edificación
de viviendas.
Abandono la barriada de Felipe (no me atrevo a anteponer el
rango para que no se ofenda el hijo del rey) con la carga de
ver esos contenedores-viviendas más parecidos a los que
están amontonados en el puerto de Algeciras que a cualquier
otra cosa y enfilo de nuevo la cuesta hacia la barriada del
Alfonso (¿Ildefonso?), barriada que procuro recorrer lo más
rápidamente posible habida cuenta de las largas caras con
las que me miran sus moradores. Uno de ellos se me acerca y
me pregunta si soy turista, cuando le digo que soy un ceutí
que quiere descubrir su propia ciudad a la que no veía desde
hacía más de cuarenta años, se ofrece para acompañarme para
enseñarme los lugares “más interesantes” de la zona. Le doy
las gracias pero rehúso que me acompañe. Prefiero hacerlo
solo. Sin embargo, el simpático tío no ceja en su empeño y
me dice que en el barrio hay cinco mezquitas dignas de
verse… en ese momento se me acerca un “cristiano” anciano y
me dice que cuatro de ellas son ilegales y ahí empieza la
marimorena y la marirrubia. Mientras ellos discuten salgo a
todo gas del entorno “social” y prosigo mi camino hacía no
sé dónde, simplemente porque me he perdido mentalmente.
Continúo por la calle de San Daniel en cuyos alrededores el
aspecto de abandono parece preocupante; no decido pasar por
la calle Fuerte para visitar el fuerte que da nombra a la
barriada. Lo dejaré para otra ocasión en que vaya
acompañado, digo bien acompañado. Continúo con mi decisión
de salir de esta barriada y paso cerca del colegio de la
Reina Sofía –me pregunto si nuestras autoridades tendrán
algo contra los miembros de la casa real- siguiendo mi
camino por la calle Central. Salgo de la barriada cruzando
el puente del Quemadero.
Estoy visionando la solitaria y desierta pista del
helipuerto que presenta el aspecto de estar totalmente
abandonada, en su construcción y su mantenimiento (con el
derroche en euros que eso supone), con los alrededores más
descuidados que ciudadano alguno pudiera imaginar. Sigo mi
paseo y en un lugar que ignoro cómo se llama pero que está
cerca de unos depósitos de agua. Mi sorpresa es enorme al
descubrir una vivienda estrafalariamente construida. Una
vivienda que habla de la pobreza a la que se ve abocada una
futura Comunidad Autónoma de chiste. Puede ser que sea muy
original construir viviendas estrafalarias de increíbles
dinámicas arquitectónicas… pero ver una vivienda cuyo balcón
principal sea la parte trasera de una caravana (rulotte)
encajonada, dando la impresión de que ha ido a chocar
empotrándose contra la referida vivienda, no puede producir
más que un ataque de risa imposible de contener.
Sin ánimo de ofender, ignoro cómo estará el Colegio local de
arquitectos para aprobar semejante construcción –y otras
muchas que tal vez vaya desgranando- o bien si nuestras
autoridades hacen la vista gorda (¡vaya! y tan gorda) y
permiten que construyan al buen tuntún por los alrededores
del centro neurálgico de la ciudad, mientras a unos pobres
trabajadores, que remodelan el interior de sus viejas
viviendas, le llueven puros por no disponer de la
correspondiente licencia. Vivir para ver… y en el siglo XXI
¿No te jode?
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