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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Elecciones marroquíes: de la
ambivalencia a la frustración (y II)

 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Ayer pasé la tarde pateando hasta el atardecer (salvo la breve interrupción del rezo) con los entusiasmados militantes del PJD por el barrio de Mulay Ismail, una de las dos circunscripciones de la populosa Salé (Salé-Medina y Salé-El Jadida, 7 diputados en total) donde tuve ocasión de desplazarme acompañado del amable y solícito coordinador general del partido, Abderrahim Baali, acabando a las 21.00 de la noche (hora local) charlando con Benkirán y su plana mayor en la sede local, sentados en las “metarbas”, tomando un reconfortante té y comiendo, fraternalmente, del mismo plato. Benkirán fue categórico frente a la información que les contaba ayer del diario izquierdista “Al Bayane” (y que hoy hace mutis por el foro) sobre el polémico mitin de Mequinés: “Los comunistas del PPS no tienen credibilidad, tú sabes que eso no puede ser así, es una barbaridad lo que dicen. No estamos en contra de los festivales, pero sí del turismo sexual y la prostitución. Están nerviosos porque saben que vamos a ganar, quizás lleguemos a 80 diputados. ¡Inch´Alá!”. Previamente y en un momento de la marcha, un sobrado Benkirán que se movía en su salsa (era la tercera vez que nos encontramos) me lanzaba el guante sobre las relaciones con España, “sólidas y duraderas. Los españoles y también Europa pueden confiar plenamente en nosotros, somos gente solvente y dispuesta a hablar de todo, ofreciendo garantías, no como estos corruptos mercaderes de ahora”. Un veterano militante del PJD, Jalil Alami, me afirmaba con serenidad: “No somos extremistas, nada de eso. Nuestros tres pilares, basados en el Islam, son: por la monarquía, por la democracia y contra la violencia”, palabras que me recordaron párrafos de la famosa carta histórica del doctor Khatib, fundador del Movimiento Popular Constitucional y Democrático (MPCD), a Hassan II en 1972. Por otro lado y en unas recientes declaraciones a la cadena ‘Al Yazira’, vista por millones de telespectadores del mundo entero, el secretario general del PJD Saâd El Othmani (quien por cierto votará el día 7 en Salé en un centro escolar habilitado, “El Meriní”) clarificaba su postura ante la opinión pública musulmana (“El PJD no quiere islamizar el Estado marroquí”) refutando, de paso, todas las acusaciones recibidas durante la campaña, como ya advertía el 3 de febrero de 2002: “Si un día nos encontramos en el poder no será el fin del mundo”. Sin duda en todo partido hay diferentes sensibilidades, pero si algo caracteriza al PJD es un acusado compromiso pragmático, oteando siempre la dirección del viento. Está por ver, naturalmente, su proceso de transición de la “cultura de la oposición” a la “cultura del poder”, pero sin la asunción de responsabilidades por el islamismo político representado por el PJD me temo que, a corto plazo, el Reino de Marruecos pudiera volverse ingobernable; el PJD es la última línea, “la delgada línea roja” entre el orden y el caos, el “islamismo duro”, extremista y desestabilizador en sus dos actuales polos: el movimiento “Justicia y Caridad” del jeque Yasin (de carácter no violento) y el insurgente “salafismo yihadista”. Eso lo sabe bien Mohamed VI. Créanme: el PJD, pese a ciertas veleidades en su currículum fruto tanto de matices internos como de expresiones subconscientes grabadas, quizás, en los violentos tiempos de la “Chabiba Islamiya”, es hoy un partido moderado y conservador, plenamente integrado en el juego democrático, ciertamente muy puritano pero no extremista y que, sin duda, meterá mano en la galopante corrupción “saneando la economía y cerrando los agujeros por los que gotea un chorreo de millones de dirhams”.
 

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