Ayer pasé la tarde pateando hasta
el atardecer (salvo la breve interrupción del rezo) con los
entusiasmados militantes del PJD por el barrio de Mulay
Ismail, una de las dos circunscripciones de la populosa Salé
(Salé-Medina y Salé-El Jadida, 7 diputados en total) donde
tuve ocasión de desplazarme acompañado del amable y solícito
coordinador general del partido, Abderrahim Baali, acabando
a las 21.00 de la noche (hora local) charlando con Benkirán
y su plana mayor en la sede local, sentados en las “metarbas”,
tomando un reconfortante té y comiendo, fraternalmente, del
mismo plato. Benkirán fue categórico frente a la información
que les contaba ayer del diario izquierdista “Al Bayane” (y
que hoy hace mutis por el foro) sobre el polémico mitin de
Mequinés: “Los comunistas del PPS no tienen credibilidad, tú
sabes que eso no puede ser así, es una barbaridad lo que
dicen. No estamos en contra de los festivales, pero sí del
turismo sexual y la prostitución. Están nerviosos porque
saben que vamos a ganar, quizás lleguemos a 80 diputados. ¡Inch´Alá!”.
Previamente y en un momento de la marcha, un sobrado
Benkirán que se movía en su salsa (era la tercera vez que
nos encontramos) me lanzaba el guante sobre las relaciones
con España, “sólidas y duraderas. Los españoles y también
Europa pueden confiar plenamente en nosotros, somos gente
solvente y dispuesta a hablar de todo, ofreciendo garantías,
no como estos corruptos mercaderes de ahora”. Un veterano
militante del PJD, Jalil Alami, me afirmaba con serenidad:
“No somos extremistas, nada de eso. Nuestros tres pilares,
basados en el Islam, son: por la monarquía, por la
democracia y contra la violencia”, palabras que me
recordaron párrafos de la famosa carta histórica del doctor
Khatib, fundador del Movimiento Popular Constitucional y
Democrático (MPCD), a Hassan II en 1972. Por otro lado y en
unas recientes declaraciones a la cadena ‘Al Yazira’, vista
por millones de telespectadores del mundo entero, el
secretario general del PJD Saâd El Othmani (quien por cierto
votará el día 7 en Salé en un centro escolar habilitado, “El
Meriní”) clarificaba su postura ante la opinión pública
musulmana (“El PJD no quiere islamizar el Estado marroquí”)
refutando, de paso, todas las acusaciones recibidas durante
la campaña, como ya advertía el 3 de febrero de 2002: “Si un
día nos encontramos en el poder no será el fin del mundo”.
Sin duda en todo partido hay diferentes sensibilidades, pero
si algo caracteriza al PJD es un acusado compromiso
pragmático, oteando siempre la dirección del viento. Está
por ver, naturalmente, su proceso de transición de la
“cultura de la oposición” a la “cultura del poder”, pero sin
la asunción de responsabilidades por el islamismo político
representado por el PJD me temo que, a corto plazo, el Reino
de Marruecos pudiera volverse ingobernable; el PJD es la
última línea, “la delgada línea roja” entre el orden y el
caos, el “islamismo duro”, extremista y desestabilizador en
sus dos actuales polos: el movimiento “Justicia y Caridad”
del jeque Yasin (de carácter no violento) y el insurgente
“salafismo yihadista”. Eso lo sabe bien Mohamed VI. Créanme:
el PJD, pese a ciertas veleidades en su currículum fruto
tanto de matices internos como de expresiones subconscientes
grabadas, quizás, en los violentos tiempos de la “Chabiba
Islamiya”, es hoy un partido moderado y conservador,
plenamente integrado en el juego democrático, ciertamente
muy puritano pero no extremista y que, sin duda, meterá mano
en la galopante corrupción “saneando la economía y cerrando
los agujeros por los que gotea un chorreo de millones de
dirhams”.
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