Se mire como se mire el paro sube
y los hogares españoles consumen huevos de gallina en
abundancia, a tenor de lo que nos chiva la información del
Panel de Consumo del MAPA, cuestión que no es menoscabo para
el paladar, teniendo en cuenta que un par de huevos con
patatas, máxime si se acompañan de una buena longaniza y de
un buen filetón, levanta el ánimo a cualquiera. Lo malo es
que el presupuesto nos obligue a tomar huevos a secas y
huevos todos los días. Las tajadas que nos meten en la
nómina las entidades crediticias, los servicios básicos de
agua y luz, ya nos dejan en los primeros días de mes, más
tiesos que la mojama. No hay hijo de vecino que no tenga una
deuda pendiente. Claro, los pobres muchas más, porque van de
deuda en deuda como de oca en oca y tiro porque me toca. En
cualquier caso, ¡venturoso aquel –como dijo Cervantes- a
quien el cielo dio un pedazo de pan (o de huevos), sin que
le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo
cielo!
Pagar el ladrillo siempre ha sido un lujo en esta patria de
símbolos y de jerarquías. Llegar a ser propietario de un
techo cuesta un huevo, y no de gallina, sino de dejarse el
pellejo en el tajo. Naturalmente hablo del mundo obrero, que
existe con más miedos que nunca, en parte por su cosechada
desunión y, la otra parte, por dejarse vender a unos
sindicatos que pocas veces representan a los que nada
tienen. Ahora se nos advierte que se va a poner en marcha un
nuevo servicio de información telefónica sobre las ayudas
que contempla el Plan Estatal de Vivienda 2005-2008. El
proyecto, que tira de talón como si eso fuese la solución a
los males endémicos, promete informar al conjunto de los
ciudadanos y especialmente a los jóvenes –copio textual-
sobre las ofertas de vivienda protegida, poniendo un
especial énfasis en la oferta de vivienda en alquiler. Me
temo que es más de lo mismo de siempre, mientras no se haga
valer el marco legal, con especial atención a las normativas
urbanísticas y en materia de suelo, se trabaje con más
transparencia y la protección de los derechos de los
consumidores que, han invertido todos sus ahorros en la
vivienda, quede totalmente garantizada.
No es mi intención amargarle el verano a nadie, y menos a
los que han picado en el envenenado anzuelo del consumo y se
han pagado unas vacaciones a crédito, pero ya se da por
seguro una nueva subida de tipos de interés con la vuelta al
cole. Lo que hace que cada día sea más prohibitivo para los
bolsillos con calderilla habitar en ciudades sin malvivir.
Todo sube y sube…menos los salarios que son ridículos frente
a los carísimos servicios de primera necesidad que hemos de
pagar, casi siempre lejos de una eficiente prestación. Es
cierto que las últimas iniciativas de carácter social hay
que valorarlas positivamente, pienso que es un buen intento,
pero la realidad a poco que miremos alrededor, nos señala la
poca repercusión que, las citadas medidas, tienen en la vida
real de los más desfavorecidos que suelen vivir situaciones
de auténtica asfixia, unas veces por el peso de unas eternas
hipotecas para poder afrontar precios que rayan lo
indecente, otras por quedarse en el paro. Asimismo, es
completamente injustificable la constante subida de
impuestos en servicios de necesidad básica. Ciertamente, el
panorama es el que es, y la pena de vivir de la caridad
social está en alza, víctima de la poca transparencia en los
poderes y de la corrupción. Detrás de esa creciente pobreza
relativa, generada por la precariedad social, mal que nos
pese, se agranda también una pobreza severa, que hemos de
poner remedio con urgencia.
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