Corre el año de 1997, fecha en que ceso como presidente y
fundador de un organismo nacional del deporte tras años de
constante lucha por superar numerosos obstáculos y llevar a
buen puerto el proyecto. Justo poco después de mi cese un
asesinato etarra sesga la vida de un concejal que estaba
secuestrado.
Diez años han transcurrido desde aquel luctuoso acto. Diez
años después me encuentro con la jubilación parcial en mi
bolsillo y diez años después se sigue hablando, escribiendo,
rezando de y por Miguel Ángel Blanco.
De verdad, personalmente no tengo absolutamente nada que
oponer a esos actos que se celebran en homenaje al concejal
asesinado, pero sí quiero protestar, y enérgicamente, sobre
la farisaica forma electoralista que tienen de conducir
estos actos a cuenta de una víctima.
Me explico: ETA no solamente ha asesinado a Miguel Ángel
Blanco. Ha matado a miles de hombres y mujeres a lo largo de
su siniestra trayectoria de atentados y, por lo que se ve,
todos esos asesinados no cuentan con nombres y apellidos en
ningún homenaje que no sea el de sus más íntimos allegados…
eso no es justo. Los tratan como a caracoles (humanos a
pesar de todo) asados a fuego lento y consumidos en la más
ignominiosa irrealidad.
La utilización política de víctimas del terrorismo debería
estar totalmente prohibida o, al menos, hacerlo con todas y
cada una de las víctimas en el sentido de ofrecer un
auténtico homenaje y no un rédito mediático permanente, que
conlleva la ubicación del punto de mira de los electores a
determinado partido político. Todo ese montaje mediático,
sin obviar mi más sincero respeto, no es más que una
perogrullada por cuanto ofende a los familiares de las demás
víctimas del terrorismo etarra, como una especie de desdén a
su condición no política.
Militares, Guardias Civiles, funcionarios, gente de a pie,
en fin todas las víctimas merecen tener su propio homenaje
–en las mismas condiciones y efectos mediáticos- y,
principalmente, porque en el Cielo no se distingue
absolutamente nada de lo que esas víctimas representaron en
vida. O se hace un homenaje a cada una de ellas o bien se
mantienen en el recuerdo de cada uno en el conjunto de
todas, como punto integrante de luctuosos hechos,
manteniendo el silencio como auténtico y puro homenaje por
respeto. No sólo es Miguel Ángel Blanco y otros que se
cuentan con los dedos de una mano.
Las coordenadas, de estos actos, están desvariadas por la
concentración de determinado partido político en una
supuesta lucha, solitaria, a tontas y a locas contra sí
mismo y contra el Gobierno legalmente constituido. Esta
actuación del PP sólo beneficia a la propia banda
terrorista, que se troncha a carcajadas en cada salida de
tono de los peperos y por la perplejidad retratada en el
rostro gubernamental. Situación tan lamentable como
esperpéntica que se traduce como una afrenta a las víctimas
del terrorismo, incluido el propio recuerdo de Blanco, en
ese maniático posicionamiento destructivo e inoperante en el
tablero político español. Esta situación sólo ocurre en el
mundo árabe, donde se matan unos y otros entre ellos mismos.
Tal vez la herencia de aquellos musulmanes, de los 800 años
de ocupación, tenga la culpa y seamos, en realidad, más
moros de lo que creemos.
La deslealtad demostrada hasta la fecha, yo diría rebeldía,
por el PP hacia el Gobierno de la nación española, en la que
se integran varias nacionalidades quieran que no los peperos,
pasará cuentas en las próximas elecciones generales y, ni
siquiera, nuestro Presidente ceutí sabrá resolver el
algoritmo en que se han metido. Y eso que tiene fama de ser
un magnífico economista. Con todo, sobre lo negro, no se me
quita de la cabeza la aberración que han hecho en Cataluña,
en un momento álgido de la situación política en la tierra
de los supuestos separatistas, con el fulminante despido de
Josep Piqué que, con su salida, arrastra un buen puñado de
votos. Si no, al tiempo.
En fin, tal como están las cosas me importa un bledo lo que
haga el PP con sus cosas y su gente. No por muchos homenajes
a Blanco que hagan cambiará el negro panorama de las
expectativas sobre las próximas elecciones generales; los
familiares de las demás víctimas del terrorismo etarra
supeditarán este protagonismo, de una sola familia, a la
meditación sobre la orientación de sus votos. Y aunque se lo
propusieran, ya es tarde para enmendar la plana y si lo
tratan de hacer caerán de nuevo en errores de bulto. Con ajo
se lo coman.
|