Es la que se ha producido con la
renuncia de Rosa Díez a seguir en las filas del PSOE. Y esta
es una renuncia, no de cualquier forma, porque Rosa Díez
llevaba treinta años de militancia en las filas psoistas.
Las opiniones sobre esta renuncia van en dos direcciones, o
el hartazgo de una política de Zapatero con “rumbo a ninguna
parte” o una grave y total pérdida de confianza en un
partido que ha agotado todos los recursos y no se hace
atractivo ni para los más destacados líderes del mismo.
Como se ve son dos direcciones, pero que vienen a confluir
en un solo punto de vista: la falta de ritmo y la falta de
horizontes de un partido que nada nuevo tiene que decir y
nada nuevo puede ya hacer.
Desde focos cercanos a la altas esferas del PSOE se habla
con insistencia de que los principales dirigentes del PSOE,
y se pone como modelo a Zapatero, han devaluado la “E” de
España, al tiempo que han adulterado muchos de los
principios de los que partían, con lo que ya el PSOE no
tiene una misma voz en todos y cada uno de los lugares que
componen la geografía española.
El paso dado por Rosa Díez viene motivado por dos hechos
graves para la propia Rosa Díez, primero el haber negociado
políticamente con Batasuna, o lo que es igual, con ETA, y en
segundo lugar haber menospreciado la Constitución para
proporcionar a los catalanes un nuevo Estatuto.
La apreciación esta tiene un doble valor viniendo de donde
viene, porque no olvidemos que Rosa Díez es una eurodiputada
a la que no se deja defender sus ideas desde dentro del
propio partido.
En el PSOE, por lo menos desde algunos pesebres, la acusan
de deslealtad, cuando la realidad en estos instantes es muy
otra:” que hay una pérdida de confianza en el PSOE, porque
empieza a aparecer el síndrome de desconfianza en José Luis
Rodríguez Zapatero”. Y eso se da desde dentro del partido.
Rosa Díez, en una rueda de prensa dada en Bilbao, anunció
que se marchaba del partido porque: “era una inutilidad
defender las ideas por las que me afilié hace treinta años
al PSOE”. Era su punto de arranque, mirando hacia atrás y
con la vista puesta, también, en sus compromisos: “Prefiero
cumplir el compromiso adquirido con los ciudadanos que
seguir instrucciones del partido”.
Y además, algo de lo que deberían tomar ejemplo muchos
otros, desde otras formaciones políticas, y sobre todo desde
el PSOE, la ex eurodiputada explicó también su renuncia a un
escaño en el Parlamento europeo.
Alguien, ahora, aunque sólo sea por el “pesebre” que va a
recoger, estará echando bendiciones a esta mujer que estando
en las alturas, sin necesidad de complicación alguna, se va
a alinear en el partido que “¡Basta ya!” presentará a
finales de mes, con la idea de poderse presentar a las
próximas elecciones.
De todos los movimientos como este, siempre se pueden sacar
conclusiones y los socialistas vascos la acusan de
deslealtad, por haber estado trabajando desde el partido
socialista para poder montar otro.
Creo que se equivocan los socialistas vascos, porque, a lo
largo de los treinta años de militancia en el PSOE, Rosa
Díez siempre estuvo en su puesto y jamás dio pie a nada que
pudiera traicionar al partido, y a sus votantes.
Lo que ocurre, y esto lo debieran saber muy bien todos los
socialistas, pero especialmente los vascos, es que hoy el
PSOE tiene un lenguaje críptico que no dice lo mismo para
Sevilla que para La Coruña, para Bilbao o para Valladolid, y
por esas no pasa Rosa Díez ni los socialistas de verdad, por
eso sí pasan, y lo entendemos, los estómagos agradecidos a
los que les da lo mismo ocho que ochenta y que no saben ver
tres palmos más allá de sus narices.
Lo mismo que algunas corrientes dentro del PSOE se ha
manifestado el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para
quien la marcha de Rosa Díez es la muestra evidente de que
“no hay confianza en la persona del presidente del Gobierno,
José Luis Rodríguez Zapatero”.
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