Suave despertar he tenido, con la ciudad desperezándose toda
a mi alrededor y algún que otro atleta veterano, corriendo a
pasitos por el Paseo, con pañuelo liado a la cabeza. Una vez
más me despierto demasiado temprano para el gusto local y
como no encuentro la manera de volver a dormirme, como no
sea tomando pastillas contra el insomnio cosa que nunca
hago, salgo a la calle y doy mi acostumbrada vuelta, que no
carrera, por la ciudad de mis recuerdos.
Noticia va, noticia viene, cabe destacar la total
desinformación que existe en la ciudad acerca de una de las
nuevas asignaturas que el Gobierno plantea para éste mismo
curso. Me estoy refiriendo a la Educación para la Ciudadanía
–tal vez tenga otro título definitorio pero me quedo con
éste- sobre la que algunos se hacen cruces y se apresuran a
expresar su opinión en un auténtico alarde de desinformación
con las mismas armas que utilizaron años ha, años del yugo
uncido al cuello de todos y las flechas dispuestas para
repeler cualquier intento de retornar la democracia.
No hay nada de malo, absolutamente, que nuestros críos
tengan conciencia de su propia condición humana en la
dimensión individual, aceptando la propia identidad y las
diferencias con sus semejantes para desarrollar, en
positivo, su autoestima y con ello englobar la dimensión
social en un todo.
No hay nada de malo, absolutamente, que nuestros críos
aprecien expresar sus sentimientos y sus emociones con el
fin de tener esas facilidades de comunicación que les
permita participar, sin miedo, en actividades sociales de
grupo quitando la prepotencia prematura para trabajar en una
actitud solidaria y tolerante mediante el uso del diálogo y
con ello mediar en los conflictos que sobrevengan. No se
puede negar, a nuestros críos, que desarrollen la iniciativa
personal con la responsabilidad que conlleva y darles
ocasiones para que pongan en práctica distintas formas de
convivencia y que participen en las actividades plenamente
con el respeto, la cooperación y el pleno rechazo a la
violencia.
No hay nada de malo, absolutamente, que nuestros críos
asuman y valoren los derechos y deberes derivados de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y conocer
nuestra Constitución; hasta conocer profundamente la
identidad de los valores que los fundamentan y valoren moral
y éticamente las actitudes personales y colectivas sobre las
realidades sociales con el reconocimiento de la pluralidad
de la sociedad actual, con el conocimiento cultural de la
diversidad de la convivencia y defender, con ello, la
igualdad de derechos y oportunidades de todos; apartando
firmemente las situaciones injustas y discriminatorias por
razón de sexo, raza, creencias o diferencias sociales.
No hay nada de malo, absolutamente, que nuestros críos
tengan una orientación sexual que anule la vulneración de su
dignidad humana y que le cause perjuicios en la convivencia
cotidiana de la sociedad. Es preferible que reciban esa
educación a través de profesionales que no de la calle; a la
larga, quiéranlo que no algunos, nuestros críos ya andarán
informados sobre el tema mucho antes de lo que muchos padres
creen y no quieren creerlo encima. No hay nada de malo,
absolutamente, que nuestros críos aprendan a reconocer los
derechos de las mujeres, valorar la diferencia de sexos y
con ello realzar la igualdad de derechos entre ellos,
rechazando plenamente los estereotipos y prejuicios que
supongan discriminación.
No hay nada de malo, absolutamente, que nuestros críos
conozcan los principios en que se basan los sistemas
democráticos y el funcionamiento de nuestro Estado y de la
Unión Europea, para tener conciencia de nuestro patrimonio y
de la diversidad social y cultural. Insistiéndose en la
necesidad de que conozcan, nuestros críos y los no tan críos
que algunos lo necesitan, las bases fundamentales de la vida
democrática y saber, consiguientemente, obrar de acuerdo con
ellos en todos y cada uno de los ámbitos de la convivencia,
asumiendo los deberes como ciudadanos en el mantenimiento de
los bienes comunes y aceptando el papel del Estado como
garante de los servicios que usarán. Asumiendo, con ello, la
importancia de la participación en la vida política y en el
desarrollo de la cooperación, el asociacionismo y el
voluntariado.
Y como no hay nada de malo, absolutamente, que nuestros
críos aprendan ésta asignatura, tampoco lo hay, ni habrá,
nada de malo que muchos de los ciudadanos detractores de la
misma se inscriban para aprenderla y abrir un poco la
cerrazón mental de seguir negando la evidencia de unos
hechos y situaciones que el devenir de los tiempos las hacen
necesariamente válidas y, con ello, dejar de estar anclados
en un islote perdido en el espacio sin tiempo. No hay peor
ciego que el que no quiere ver y por lo visto los hay aún.
No es necesario ser sordo. La Ley está escrita, está
aprobada dentro de la legalidad (estamos en una democracia
¿no?) y como tal hay que acatarla en todas sus
consecuencias, quiéranlo que no. Ya tendrán tiempo de
descargar culpas en el regazo de San Pedro antes de entrar
en el Paraíso… que por cierto siempre estará abierto a los
alumnos de Educación para la Ciudadanía, en igualdad de
condiciones que los que no tuvieron, desgraciadamente, esta
clase de educación. Así os luce el palmito, señores
detractores.
No se por qué no aceptan una cosa que aún no ha dado sus
primeros pasos y constatar si está bien o está mal durante
un tiempo prudencial de observaciones. Con elucubraciones
insensatas porque sí, nunca avanzaríamos hacia nuestro
propio reconocimiento como valioso ser humano y con
presentar falsos o intencionados datos supuestamente
detractores no se consigue nada, si no es el odio del propio
hijo, hacia uno mismo, por habérsele negado lo que otros, la
inmensa mayoría saben. ¿No te jode?
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