¿Es que todavía existe alguien en
España que piense que estamos en una democracia? Cualquiera
que albergara la más mínima esperanza de que así fuera
regrese a la realidad y repase sus conocimientos sobre
política, para que pueda tomar conciencia de la dura
realidad que nos rodea. No hay duda que las explicaciones
simples y claras son las que mejor nos pueden ilustrar a
cerca de un tema tan manido y que, no obstante, tan confusos
tiene a muchos de nuestros conciudadanos. Comencemos, si les
parece, por conocer lo que entendemos por “democracia” y
parece que una definición bastante ajustada podría ser que:
“se trata de un sistema político que permite el
funcionamiento del Estado en el cual las decisiones
colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos
de participación directa o indirecta que le confieren
legitimidad al representante”. Bien, creo que nos puede
servir para contrastar en qué se parece el gobierno que
tenemos con la anterior definición que, por supuesto no es
mía, sino de expertos en la materia.
Empecemos por contemplar la forma en que los ciudadanos
españoles elegimos a nuestros representantes políticos. Los
mecanismos electorales de que nos hemos dotado empiezan por
contradecir el propio espíritu de lo que debe ser la
democracia: gobierno del pueblo para el pueblo. Nuestro
sistema electoral favorece que por mor de unos
procedimientos caducos y de la aritmética electoral pueda
ocurrir lo que, en la actualidad está sucediendo y es que,
unas minorías escuálidas tienen la llave del gobierno de
toda la Nación. Si además podemos constatar que estas
minorías son precisamente las que desean que España deje de
ser una nación para desmembrarse en pequeños estados
independientes, ya tenemos la demostración de cómo la
voluntad mayoritaria puede ser burlada y contradicha por un
número pequeño de ciudadanos. Esto por supuesto no es
democracia. Se supone que los representantes de los votantes
deben ceñirse a cumplir la voluntad de lo que les votamos y,
de paso, que el gobierno se limite a administrar los bienes
que se le confían con honestidad sin extralimitarse en sus
funciones; por ejemplo, es evidente que a un gobierno no se
le entrega la nación para que pueda disponer a su arbitrio
como desmembrarla o convertirla en algo distinto a lo que se
le ha entregado. Pongamos el ejemplo de una vivienda
alquilada donde es impensable que el inquilino puede hacer
reformas sustanciales sin el debido permiso del propietario.
Contemplen, sin embargo, la facilidad con la que el
Ejecutivo que nos gobierna esta´haciendo de España un sayo
federal, a su conveniencia, sin que el pueblo español haya
tenido ocasión de opinar en cuestiones tan trascendentales
como pudieran ser las negociaciones con terroristas (que
tienen en su haber casi un millar de muertos) o, pongamos
por caso, cuando vemos que a Catalunya se le ha dado un
trato preferente respecto al resto de autonomías,
otorgándole un Estatut que, prácticamente, representa una
independencia encubierta. Si uno de los principales ejes de
la democracia es el aforismo “todos somos iguales ante la
ley” ¿qué clase de democracia es esta que nos priva de
opinar a los ciudadanos respecto a cuestiones tan
trascendentales? Es evidente que los que ostentan el poder
tienen intención de perpetuarse en el mismo y a esto no se
le llama democracia que, efectivamente, se basa en la
alternancia política y no en el totalitarismo que se adivina
en todas las acciones del PSOE, Veamos qué clase de
democracia es esta que nos venden las izquierdas, que
consiste en desacreditar por cualquier medio a las derechas
y erigirse en la única opción para los electores. Fíjense
ustedes como han acuñado una expresión peyorativa para
designar a cualquier persona que no está de acuerdo con sus
tésis. Somos “fascistas” los que no estamos de acuerdo con
los matrimonios homosexuales; somos fascistas los que
defendemos a la iglesia; lo somos los que queremos que se
castigue a los terroristas y, por supuesto incurrimos en
ello los que propugnamos una moral y una ética para cortar
la ola de violencia, sexo, drogas etc. Es decir, que el
término fascista se ha convertido en comodín para privar de
la facultad de expresar sus ideas a los que no comulgamos
con el comunismo o el socialismo. Esto, evidentemente,
tampoco es democracia, que se basa en la igualdad de
oportunidades para defender las ideas con plena libertad.
Inténtenlo ustedes en el País Vasco y verán la clase de
democracia que tienen los abertzales.
También vemos como queda la famosa igualdad ante la ley y el
cacareado Estado de Derecho que nos quieren vender ministros
como Rubalcaba, Fernández Bermejo y la vice de la Vogue. La
defensa de los débiles se ha convertido en una utopía;
porque lo que se lleva es lo de los famosos “derechos
humanos”, entiéndanme ustedes, los derechos humanos de los
terroristas; de los atracadores y de los asesinos. Si usted
intenta defenderse y lesiona al que le atraca es muy
probable que se vea en dificultades con los jueces; si usted
dispara un arma de fuego ya puede prepararse a enfrentarse a
la ley, incluso que sea un policía y actúe en legítima
defensa; si usted es propietario de una vivienda, el
inquilino no le paga y pretende desalojarlo o, lo que aún es
peor, que se la hayan invadido los okupas; tiene usted que
aguantarse, porque la ley los proteje por encima de sus
legítimos derechos de propiedad. Es decir que la ley portege
con mimo a todos los delincuentes pero, es implacable con
las personas decentes; ¿podemos considerar que estamos en un
régimen democrático? Yo creo que no. No se puede discriminar
por razones de sexo, pero ahora contemplamos como se
discrimina a favor de las mujeres con una Ley de Igualdad en
las listas electorales que no favorece a nadie, sólo que
obliga a los partidos a incluir a personas menos preparadas
en sus listas para cumplir la normativa.
En fin que, visto lo visto, en España tenemos todo menos
una democracia. Yo pensaría que vamos directos a un
totalitarismo al que se nos va conduciendo, entre la abulia
de muchos y la inconsciencia de otros, como corderos al
matadero. Pero como somos “fascistas” nos debemos callar
para que los otros puedan hacer homenajes a los criminales y
poner como ejemplo a seguir a la Dolores Ibárruri que, así
como van las cosas, no sería extraño que, los progres de
siempre, la propusieran para ser canonizada.
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