Este artículo va para los
“nuestros” es decir, para los peperos neocon, así que
absténganse izquierdosos, laicos del pan pringao y
descendientes de los abastecedores de cadáveres de las fosas
comunes y cunetas de Paracuellos del Jarama. ¿Qué están
murmurando con expresión aviesa y a la par recelosa? Sí. En
efecto, comienzo en plan excluidor, porque me da la gana y
porque, nosotros, “también” tenemos derecho a gozar de un
poco de espacio en los medios, me refiero a los derechosos
que adoramos la testiculina requetefina de Nicolás Sarkozy y
nos deleitamos con cualquier expresión donde despunte y
repunte la raza.
Pero, como se trata de reflexiones internas, los que no se
sientan identificados con el peperismo beligerante mejor que
lean otra cosa y no husmeen en lo que no les concierne ni
interesa, ni se tornen “oleores”. Pueden leer, por ejemplo
el Elle de este mes donde viene una buena muestra de la
próxima moda Otoño-Invierno ( por cierto, hay que estar
demente para ponerse semejantes trapajos) ¿Qué lo digo
envidiosa porque no tengo dinero para comprar grandes
firmas? ¡Ale, ale! Se compran una revista del mujerío o el
Hola, o el Que me dices y a mí me dejan bregar con los míos
y con esa absoluta falta de democracia interna que nos ha
caracterizado a lo largo de los lustros. Y me estoy
refiriendo a la irrupción del relamido Albertín Ruiz
Gallardón y sus ambiciones particulares como aspirantes a un
mullido escaño para el Albertín y otro para su inmensa
avaricia de poder. Avaricia que considero alimentada por la
dedocracia interna pepera. Desde aquellos años en que
reinara Fraga, Don Manuel, a quien siempre he admirado con
pasión, pero que se creía que, en lugar de haber fundado un
partido con otros diez magníficos, se había comprado una
finca y disponía sobre ella de forma autoritaria, nombrando
y descombrando según le salía de sus galleguitas pelotitas
que, en este caso, lo confieso, eran gallegazas pelotazas.
Defenestró al sibilino Verstrynge, que era el Pelota Mayor
de Silva 23 (esa era la dirección de nuestra antigua y
mísera sede) le largó por listillo y por ambicioso y le
sustituyó por “el hijo de” Ruiz Gallardón, siempre el
hijismo y el apellidismo por delante en este partido de
pijines al que vota masivamente la España que se levanta a
las seis de la mañana. Que es la España que sirve cada
cuatro años para votar y eternizar privilegios, pero a cuyos
votantes se ningunea a la hora de escoger cargos o repartir
puestos a dedo. “El hijo de” Ruiz Gallardón, amigo personal
de Fraga, fue encumbrado siendo un pipiolo y además feísimo,
más poco atractivo que en la actualidad, aunque ello parezca
imposible. Porque ahí el que se llevó lo bueno fue el Ruiz
Gallardón padre que tenía carisma y simpatía a toneladas.
¿Qué esa elección no merece entonar un “mea culpa”? No. Si
no hubieran seguido otras en las que siempre se ha elegido
la curiosa costumbre de “pasar” de congresos y demás
zarandajas, despreciar a ternas de aspirantes defendiendo su
programa en libertad y libertad a la hora de elegir. En el
PP pasa como en los regímenes totalitarios, que el que manda
elige a su sucesor sin más freno ni cortapisa que sus
propias pelotas. Fraga eligió a Aznar, que acabó siendo un
buen político con los años y Aznar, ninguneó a los afiliados
apuntando en su libretilla azul aquellos que le surgía de la
ingle, ni congresos, ni votaciones, ni discrepancias. En un
congreso en condiciones, con una información en condiciones,
hubieran salido electos o Rato o Mayor Oreja, más el
segundo, por recto, serio y autoritario a lo bueno, a lo que
da confianza y te hace sentir seguro. Pero no. Aznar eligió
a Rajoy. Buenísima persona. Pero al que solamente una
portada en el Hola con su familia al completo, puede aupar
al poder y acercarle a este populacho al que pertenezco. A
Adolfo Suárez le aupó la portada del Hola. “Mea culpa” ¿Por
qué no se presentan más presidenciables y lo debatimos en
congresos? Allí nos batiríamos con tesón, pero el futuro
saldría de las urnas, que no de componendas ni pactos de
amiguetes. Para ganar tenemos que mejorar. Eso es evidente,
Nostra culpa
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