Por imperativo categórico todos
los partidos políticos de Marruecos son forzosamente de
“referencia islámica” (unos más y otros menos), mientras que
está expresamente prohibido por ley que ninguna de las
formaciones políticas se declare expresamente “islamista”
arrogándose para sí y en exclusiva la bandera del Islam que,
por otra parte y según el artículo 19 de la Constitución,
solo puede ser enarbolada por el rey, Mohamed VI, en su
papel de “Amin Al Moumenin” (Comendador de los Creyentes).
Si bien y al lado del ‘Partido de la Justicia y el
Desarrollo’ (PJD) existen otras tres formaciones políticas
con la intención de competir en su segmento de voto, tan
solo dos de ellas (‘Partido Albadil Al hadari’ y ‘Partido
del Renacimiento y la Virtud’) se presentan a estas
elecciones pues una tercera, el ‘Partido de la Umma’, se ha
topado al final con dificultades burocráticas para
participar en las mismas si bien, en las elecciones de
2.002, había rehusado entrar en liza. El ‘Partido de la Umma’
deriva del ‘Movimiento de la Nación’ de Mohamed Marwani,
formado en 1.998 como casi todos los grupos islamistas por
ex militantes de la ‘Chabiba Islamiya’ (Juventud Islámica)
de la década de los sesenta, así como de una escisión de
‘Albadil Alhadari’ con el que guarda muchas similitudes. De
carácter moderado así explica uno de sus líderes, Mustafá
Moatassim, su islamismo: “Sí, somos un partido islamista,
pero que no es islamista en un país donde se nace musulmán y
donde el Estado es musulmán, al menos el ministerio de
Asuntos Islámicos, el primer partido islamista del país”. Su
andadura no está siendo fácil: el dossier como formación
política fue presentado en la sede del ministerio de
Interior el pasado 3 de noviembre, si bien a última hora no
ha gozado de la preceptiva “luz verde” para presentar sus
candidaturas pese a la creación en Rabat, el 29 de marzo, de
un “comité de apoyo” formado, entre otros, por once partidos
políticos. Tras negarles el 3 de junio la alcaldía de Temara
(en manos del PJD) la autorización para la celebración de su
congreso, este pudo al fin celebrarse con 600 asistentes en
la sede del PSU (‘Partido Socialista Unificado’) de
Casablanca. Su secretario general ha advertido que, ley en
mano, pueden funcionar tácitamente pese a no cumplir todos
los requisitos, mientras se esfuerza en matizar que no son
un partido religioso, “sino un partido político civil”.
Obviamente no incluyo en estas referencias al movimiento del
jeque Yasin, ‘Justicia y Caridad’, por su carácter “alegal”
y abstencionista, aun señalando que su eventual
participación electoral (sugiriendo un partido a votar o
constituyéndose como tal) podría dar un vuelco de 360 grados
al panorama político marroquí, con consecuencias
imprevisibles. ¿Podrían ser en su actual trama organizativa
los “círculos políticos”, creados en 1.999, un embrión de
partido…? En todo caso y según la cadena qatarí de
televisión “Al Yazira”, ‘Justicia y Caridad’ (¿un FIS a la
marroquí?) habría sido invitada oficiosamente por el régimen
a “constituirse en partido político como los demás” si bien
dos destacados miembros de sus “juventudes”, Hassan Benrabih
y Omar Aherchane, habrían rehusado la oferta en varios
artículos de prensa. El “salto” a una eventual y futura
participación política podría venir probablemente, tras la
desaparición física de Yasin, de la mano de su actual
portavoz, Fathallah Arsalane. Claro que ello podría acarrear
la escisión del disciplinado movimiento islamista,
fracturándolo en tres corrientes: una tradicional y
continuista, otra política y la, llamemos, insurgente.
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