El año que vienen se cumplirán
diez años desde que la Ciudad Autónoma de Ceuta decidió
crear la Fundación Premio Convivencia, que concede el premio
internacional que lleva su nombre materializado en una
escultura de Elena Álvarez Laverón, para premiar a una
persona o institución de cualquier país “cuya labor haya
contribuido de forma relevante y ejemplar a mejorar las
relaciones humanas, fomentando los valores de justicia,
fraternidad, paz, libertad, acceso a la cultura e igualdad
entre los hombres”.
Pocas personas de nuestro tiempo han hecho aportaciones tan
valiosas a mejorar las relaciones en espacios de conflicto
permanente como el director argentino radicado en Israel
Daniel Baremboim, a quien el Consejo Consultivo del Premio
Convivencia apunta, a la espera de la deliberación
definitiva del jurado que se producirá el próximo día 15,
como uno de los máximos favoritos para recibir el galardón
de este año.
Mientras la guerra árabe israelí seguía sumando tragedia y
sinrazón, Daniel Baremboim, nacido en Buenos Aires de padres
rusos y ciudadano del mundo, fundó con el apoyo del
intelectual palestino Edgard Said, la West-Eastern Divan
Orchestra, un proyecto tan digno de merecer el Premio como
él mismo. Integrada por jóvenes palestinos, israelíes y
españoles, la orquesta es un proyecto de convivencia que
culminará, según ha deseado en voz alta el propio Baremboim,
“el día en que ella pueda tocar en todos los países que
representa”.
Se trata, sin duda, de un modelo vital importable a la
ciudad autónoma, donde los más mayores advierten que cada
vez existen menos espacios donde ceutíes de diferentes
culturas sean capaces de pasar un rato juntos y es, además,
un proyecto que debería generar unanimidad a la hora de
conceder el premio, sometido a ciertas discrepancias
política en sus últimas ediciones. Con él, como con el ‘tío
Alberto’ o cualquier otro de la docena de finalistas
existentes, el Premio ceutí seguirá creciendo hasta alcanzar
el rango que se merece.
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