He recorrido muchos países en los
que dominan distintas tendencias políticas y en todos ellos
su bandera es el signo de identidad, el emblema que les
distingue, por encima de todo, de sus vecinos.
Una bandera representa, o es la mejor forma de representar,
a un territorio salvo aquí en España, donde, desde hace una
treintena de años cada parcelita de terreno pretende tener
su particular señal de identidad con una bandera diferente
que le opone, no que le distingue, a la bandera que
representa a todo el país. El asunto de la banderas raya ya
lo esperpéntico y está ocasionando miles de disgustos cada
día.
Pero, por fin, la reciente sentencia del Tribunal Supremo
que afirma que la bandera nacional debe ondear
permanentemente en los edificios públicos, debería ser el
punto de arranque para terminar con esa guerra que está
desuniendo y rompiendo la unidad territorial. Y digo que
debería terminar con esa guerra, pero, muy al contrario,
está teniendo unas consecuencias especiales en ciertos
lugares de nuestro país, como por ejemplo en Euskadi.
No se esperaba otra cosa, y es que el nacionalismo de Sabino
Arana ha reaccionado contra la decisión de la Justicia, como
estamos viendo en los últimos días.
Durante estos días se celebran las fiestas de Bilbao y en su
día grande, el pasado 24, a duras penas y casi a escondidas
se izaba la bandera nacional española.
No apareció la bandera nacional de España en la fachada del
Ayuntamiento, todo el tiempo que ha dictaminado la ley, con
lo cual, por unos minutos, muy pocos, el peneuvista Iñaki
Azkuna acató una legislación que casi siempre se ha
incumplido.
En el ambiente de imposición nacionalista, la única actitud
firme y sensata para el cumplimiento de la ley ha sido la
del Partido Popular. Los demás o han pasado del tema o se
han manifestado tibiamente como Txema Olega, portavoz
socialista en el Ayuntamiento de Bilbao que abogó por “dejar
a un lado las polémicas”.
Tal como están las cosas, es cierto que no es nada fácil
soportar las presiones de los nacionalistas más moderados y
no digamos de los radicales, pero que miembros de un partido
nacional como son PP o PSOE, actúen con esa tibieza que
mostró Txema Olega, me parece que, cuando menos, es
preocupante la defensa que gente así puede hacer de la
unidad de todo el territorio nacional.
El presidente del PP de Vizcaya, Antonio Basagoiti instó al
alcalde de Bilbao a que no arriara la bandera de España,
sino que la dejara junto a la ikurriña en un lugar
destacado, durante todos los días para así cumplir con la
ley.
Lo que se viene haciendo en la mayor parte del País Vasco es
incumplir la ley para evitar tensiones.
Se mira para otro lado, por miedo, con lo que se anima al
terrorismo a seguir con sus métodos.
Lo realmente lamentable es que el brazo político de ETA
argumente que la bandera española es un símbolo que atenta
contra Bilbao, o contra todo el País Vasco.
La conclusión a la que podemos llegar con este lío de
banderas, como con otro tipo de manifestaciones es que,
treinta años después del advenimiento de la democracia,
ciertos gobernantes prefieren no molestar cediendo ante ETA,
porque creen que así se logra la paz.
Y prueba de que el camino de la paz debe ir por la vía de la
ley y de hacerla cumplir, está, una vez más, en el hecho del
día 24 con otro atentado más, y precisamente en el País
Vasco.
Si lograr la paz es que los etarras o proetarras campen a
sus anchas, tenemos el ejemplo en la Semana Grande de
Bilbao, donde el Ayuntamiento ha cedido a los proetarras,
además de caseta, también subvención.
Vemos, por tanto, que se obstaculiza todo lo relativo a
cumplir con la ley para que la bandera nacional esté donde
tiene que estar, pero todo son facilidades para que los
terroristas reciban homenajes en las fiestas de Bilbao.
Afortunadamente el Foro de Ermua sigue con la honradez y
dignidad que le caracteriza. De ellos hablaré un día.
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