La ciudad tarda bastante en despertarse, no así la gente
mora que ofrece la visión y la impresión de que estoy en una
ciudad marroquí, y a las 7 de la mañana, hora en que
acostumbro a estar más despierto y vivaz que nunca, ofrece
un espectáculo cercano a una ciudad fantasma, donde la
aparición de cualquier persona implica un pequeño susto,
como alguna que otra alma arrastrando sus penas por el
asfalto.
No sé qué voy a hacer hoy como no sea matar el tiempo
tostándome en plan gambón a la plancha ante el tórrido sol
que luce gallardo estos días y que me recuerda aquellos
tiempos (de Maricastaña si quieren) en que iba feliz a la
playa un día sí y otro también. Tiempos que no volverán y
que impone una condición muy dura en el ánimo de uno, sin
poder hacer efectivo el volver a empezar. Aquellos tiempos
en que pandillas de familiares (la mía es una familia
enorme, tanto por parte de los Sarria como por parte de los
Lara y a decir verdad no conozco a los de la tercera
generación, que para el día de hoy creo que será un
ejército) nos juntábamos para bañarnos, principalmente en la
playa del Sarchal, a donde teníamos que ir cada vez que
jugábamos al fútbol en la carretera del Recinto y un
puntapié mal dado mandaba la pelota (que a veces era de
trapo) al fondo del precipicio. Precipicio que bajábamos sin
precauciones y a la velocidad del rayo. Hoy en día ni me
atrevo a asomarme.
Ayer me invitaron, una familia amiga, a cenar en su casa y
tuve la ocasión de comprobar personalmente lo mal que lleva
la Ciudad el tema de la vivienda. He estado más de treinta
años dedicados a la planificación y proyección de todo tipo
de construcciones (principalmente ingeniería civil) y ello
significa que tengo que conocer la normativa por la que se
rige éste tipo de profesión. Pues bien, lo que vi en la casa
de mis amigos superaba, con mucho, mis expectativas
negativas sobre la vivienda en Ceuta y la permisividad de
nuestras autoridades para con la misma.
Creo, porque así lo imponen las leyes y normas sobre
viviendas (al menos en Cataluña), que no se puede permitir
la existencia de dependencias habitables sin ningún tipo de
apertura al exterior que haga efectiva una de las máximas
del ecosistema: el cambio de aire viciado. Obligatorio para
toda estancia habitable. La habitación de la casa de mis
amigos carece del mínimo indispensable para ser considerada
vivienda y más aún cuando esa habitación es para los niños
por no poder disponer de otra. Ignoro si la vivienda en
cuestión posee o no la cédula de habitabilidad, condición
indispensable para ser vendida o alquilada como vivienda,
extendida por el Ayuntamiento de la ciudad. Si se carece de
ella, el propietario está obligado a rescindir el contrato,
con devolución de todo lo invertido por el inquilino o
comprador y además debe buscarle un alojamiento en igualdad
de condiciones. No se puede dejar en la calle a quién engaña
fraudulentamente en su afán por obtener réditos de manera
ilegal. La verdad es que la pseudo-vivienda de mis amigos es
más bien un garaje o local comercial habilitado como
vivienda. No entiendo cómo las autoridades de Urbanismo
toleran semejantes aberraciones dignas de pueblos del tercer
mundo. Como no sea que están en espera de un momento álgido
en sus labores políticas para tomar el portante y quitarse
de encima miles y miles de problemas.
Que el propietario sea musulmán es lo de menos, que se
arriende esa clase de pseudo-vivienda mediante contrato
legal con la intermediación de una agencia inmobiliaria ya
es el colmo de la desfachatez. Si la agencia no comprueba el
“género” con el que comercia es tan culpable como el
propietario, por no exigir la correspondiente cédula de
habitabilidad.
Mi amigo anda desesperado con el problema de la vivienda y
eso que encima de la suya hay pisos vacios por alquilar o
vender. Las condiciones de vida son pasables, pero el precio
está fuera de su alcance y no guarda relación con la
calidad. Con ello, las condiciones se vuelven malas y la
calidad de vida empeora al ser destinado la mayor parte de
su sueldo en disponer de un techo donde cobijar a su
familia. Menudos ánimos dan las autoridades para que la
población española crezca.
No nos puede extrañar que la nueva disposición de
subvencionar 2.500 euros por hijo nacido después del 3 de
junio produzca un efecto llamada hacia la población
musulmana (famosa por su sistema de reproducción al
natural), y por concatenación de sucesos, pase a convertirse
en un efecto llamada internacional con los consiguientes
problemas relacionados con el incremento de la inmigración
de familias enteras con mujeres en estado de gestación y
vernos inundados de niños musulmanes con 2.500 euros bajo el
brazo. Tentación irresistible para gentes que no han visto
en su vida un billete de 100 euros. La barriada del Príncipe
quedará pequeña y las necesidades de la población se
desplazará, a paso de tortuga, hacia el centro de la ciudad.
No me extrañaría, asimismo, que Ceuta esté copada por 74.000
musulmanes como asegura el imán de Sidi Embarek y con ello
desplazar a la población de otros credos confesionales a la
península y, con el tiempo, ir desapareciendo del panorama
demográfico español, dada la nula efectividad reproductora
que padecemos.
Negar la evidencia es seguir el juego del avestruz: salvará
la cabeza pero no el resto del cuerpo.
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