“Si oh, vino as once houras a ver
el Museo (del Pan). Besóume y todo, ye muy simpático. Pero
marchósebos” decía resollando alegría nuestra anfitriona el
pasado jueves, mientras regalaba nuestro paladar con un
bizcochín casero que estaba para chuparse los dedos. Era
sobre la una de la tarde y nos aprestábamos a ver las
instalaciones mientras le explicábamos a la amable mujer de
Antonio Villamea, director del Ecomuseo, que el hecho de que
estuviera o no el Presidente de España nos era inverosímil.
No puedo asegurarlo, pero antes de las 14.00 y en una
pequeña comitiva de coches que descendía a Santa Eufemia por
la estrecha carretera de acceso parece que iban Zapatero y
su familia. Las medidas de seguridad eran importantes, ya
desde hacía días: el mismo viernes 10 de agosto hacia media
mañana, una “Cesna” (inconfundible con sus planos altos)
volaba a muy baja cota sobre la comarca, trazando cerrados
círculos quizás filmando la zona… Absolutamente todas las
instalaciones hoteleras (hasta la más recóndita casa de
aldea) eran visitadas por discretos agentes de paisano
echando una ojeada, y ya a principios de semana, las medidas
de seguridad se hacían ostensibles. El miércoles de
madrugada (subíamos desde la costa) varios vehículos de la
Guardia Civil vigilaban la ruta controlando los accesos (uno
transitaba entre Salgueiras y La Garganta), mientras que
alrededor del núcleo de turismo rural un perceptible
dispositivo de seguridad (con generador móvil y alta
tecnología) abrazaba, protector, la rústica residencia
estival de la familia Zapatero.
Como es lógico apenas ha trascendido casi nada de la
estancia del Presidente, al fin y al cabo el hombre está de
vacaciones con su familia y, pese a ello, no sé si
encontrará un huequecillo para acabar el libro que según
aseguró en Doñana, estaba leyendo. Además del senderismo en
el que pudiera encontrar algo de sosiego para su espíritu,
parece que el jacobino Zapatero pudiera desplazarse en dos
direcciones: una bajando a la costa, dándose un apacible
paseo en barca y saliendo a la bocana de la polémica Ría del
Eo, entre Asturias y Galicia. Digo del Eo y digo bien (no de
Ribadeo, “Presi”) porque las veleidades expansionistas de
nuestros vecinos gallegos no tienen freno (vamos, ni que
fueran marroquíes). Pues sí, uno de los imprescindibles
socios del gobierno de Zapatero en esta sibilina “Segunda
Transición” en la que nos ha embarcado es el BNG (Bloque
Nacionalista Gallego), quien pretende reclamar las tierras
de Asturias hasta el Navia. También está por ver si el
“efecto Zapatero” consigue de una puñetera vez que se drague
el fondo de la ría (los políticos llevan prometiéndolo desde
hace varios años), porque las “cumbres” asturgalaicas de
Santiago de Compostela y Taramundi, celebradas con tanto
bombo y platillo, parézme que han quedado en agua de
borrajas. Por cierto, hace días era decomisado en una vieja
casa de la zona de Figueras (laboriosa villa asturiana junto
al Eo, no confundir con su homóloga catalana) un importante
alijo de armas, del que no ha trascendido una línea a los
medios de comunicación: con aspecto furruñoso y en desuso
por el paso de los años, la Guardia Civil de Oviedo recogió
cascos de acero, fusiles y hasta granadas, hábilmente
escondidas desde los tiempos probablemente de la Guerra
Civil.
Ribadeo, la elegante y marchosa villa gallega del otro lado
de la ría es residencia habitual durante los meses de verano
del ex Presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo “El
Breve”, sucesor de Adolfo Suárez entre el 25 de febrero de
1981 y el 1 de diciembre de 1982. Ignoro naturalmente si
habrá el talante necesario para que ambos políticos
estrechen sus manos, pero me consta que Calvo-Sotelo, Grande
de España, descansa estos días en su pétreo chalet, asomado
a la ría encima del puerto deportivo de la localidad.
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