¿Conocen ustedes a Gigi, la hija
de Pedro Román, víctima de la Operación Malaya? ¿Qué dicen
ocultando sus risillas hipócritas de popes ortodoxos ante un
premio del Euromillón? ¿Qué si es la jovencita que se
presentó voluntariamente con su padre en un aeropuerto, para
ser detenida y ablandada, como es práctica habitual del
Justiciero-Torres en un inmundo calabozo sin agua y sin
retrete? Sí esa misma. ¿Qué si por ser hija del que fuera
pionero de la promoción inmobiliaria en Salamanca y afamado
productor de cine resulta una pijotera insoportable? No.
Mejor se la describo a ustedes, aunque antes que yo supo
describirla Joan Manuel Serrat en una de sus inolvidables
canciones “Es menuda como un soplo y tiene el pelo marrón. Y
un aire entre tierno y triste, como un gorrión”.
Gigi es un gnomo frágil y delgadito. Aparentemente. Porque
luego, en su delicadeza, pertenece a esa estirpe de mujeres
españolas bravías, con el ADN de la Reina Católica, la carga
genética de las astures que preferían matar a sus hijos
antes que dejarles caer en manos de los romanos y la
testiculina de Doña Jimena, que fuera consorte de Mío Cid.
Vamos, que Gigi es una Mariquilla Cojones en el más amplio
sentido de la palabra y cuando el juez Torres, a quien soy
profundamente hostil y más desde que traté de leer el
nebuloso ladrillo pseudojurídico, al que el tipo tuvo la
inmensa osadía de denominar pomposamente “Auto de
procesamiento de la Operación Malaya”, vale, desde que
mantuve bajo mis ocho dioptrías el invento en folios y me
atacó una crisis de ansiedad ante tal cúmulo de tediosos
fundamentos de Derecho y tan pésimamente redactada
exposición de hechos, desde entonces, detesto a ese
individuo mucho más. Pero Gigi, le sostuvo la mirada “¿Se da
cuenta del lío en el que la ha metido su padre?” ¿Qué
pretendía el togado? ¿Tratar de malmeter a una hija contra
su progenitor y asustarla? ¡En hueso de aceitunita dio el de
los protectores faldones negros! Por cierto, pese a ocupar
los más bajos escalafones en las listas de la oposición,
cualquier faldón negro con puñetas de encaje puede arruinar
con un revoleo de muñeca la vida y la honra de cualquier
español. Pero cuando gane el PP esto cambiará, lo ha
prometido Aznar.
¿Qué preguntan con esas bocas de garduñas cotillas? ¿Qué que
le contestó la niña al tipo? Pues ¿Qué le va a contestar una
hija española, una castellana de alma de meseta y tradición
táurica, la nieta, biznieta y tataranieta de una estirpe de
médicos llamados pedro Román, hombres de honor, hombres de
Dios? La jovencita apretó los dientes y no hurtó la mirada,
porque este jodido gorrión se le plantó al “temible” Torres
“Confío plenamente en mi padre, diga usted lo que diga, mi
corazón está con mi padre y sé que jamás me perjudicaría,
jamás” Y el que bajó los ojillos huidizos tras las gafas de
metal fue el Torres. El mismo que dictó un Auto
injustificado de prisión para el padre aferrándose a una
antigua operación inmobiliaria perfectamente lícita, legal y
transparente. ¡Tíos,que miedo! Mala cosa, nauseabunda cosa
las ordalías públicas y publicitadas en programas de basura
del corazón. Mal profesional y mala persona quien permite
conculcar el honor y la intimidad de los “presuntos”, ataca
a las hijas para dañar a los padres ¡Ay que nos están
tocando a esos que hemos parido! No confiamos, tememos y
rogamos nunca despertar envidias o inquinas de los
Poderosos, porque nos destruirán. Como han tratado de
destruir a Pedro Román, el padre, al que la hija visita a
diario en los locutorios del Centro penitenciario, con
calores agosteñas, con bochornos, sin vacaciones, a la vera
del padre está la Hija y entra sonriendo, dejando los
pesares y la zozobra en la puerta de hierro azul y luego, a
la salida, llama a ese ángel de Dios que es la madre, Maripi
y a los hermanos y les envía por el teléfono un océano
luminoso y evanescente de fuerza y de esperanza. Gigi es la
hija que todos soñaríamos tener, la que mira directamente a
los ojos al Justiciero y dice ¿Por qué? Y no atiende a
balbuceos ni a razones irracionales, valiente, como lo da la
tierra, española, de la raza de Agustina. Eso es, con raza.
Gigi, la hija de Pedro Román.
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