Todos los que nos dedicamos a este
oficio de escribir, sentimos verdadero pánico a la llegada
del mes de agosto donde las noticia brillan por su ausencia.
Las fuentes de las noticias las proporcionan los políticos
con sus actuaciones o el decir cosas o frases que, en la
mayoría de las ocasiones, callados estarían mucho más guapos
por aquello de que en boca cerrada no entran moscas. Algunos
de ellos, jaleados por esa “clac” de pelotas y lameculos que
les rodean, tienen el pleno convencimiento de que son unos
auténticos “castelares” a la hora de abrir su boquita de
piñón, dándole patadas al diccionario de la lengua
castellana. Porque, hasta hablando, cometen faltas de
ortografía. Con su pan se lo coman.
Aunque a decir verdad, todos ellos esos, los “castelares” se
entienden, son necesarios por la cantidad de noticias que
nos aportan y, sobre todo, por las críticas que se les
pueden hacer a su gran facilidad de palabras, metiendo la
patita hasta el corvejón. Por el bien de todos los que
escribimos, que no nos falte esta fauna de “grandes
políticos” y mejores oradores.
Así que todos los periodistas deseamos que pase el mes de
agosto, vuelvan sus señorías de sus merecidos descansos y,
de esa forma, nos vuelvan a facilitar la labor que tenemos
que desarrollar cada día. ¿Qué sería de nosotros sin sus
señorías, largando por esas boquitas, todo lo que tengan que
largar que, después del merecido descanso, será mucho lo que
tengan que decir.
Claro que si nosotros, los junta letras, los echamos de
menos ni te cuento, serrana del alma, la desesperación que
debe anidar entre sus pelotas y lameculos, algunos con las
esperanzas puestas de que a la vuelta de las vacaciones, les
sea concedido el puesto que le habían prometido. Tiene que
se duro, para todos ellos, vivir esperando le regreso de
algunas de sus señorías. Incluso contando los días que
faltan para verlos, de nuevo por estos lares y darle el
abrazo correspondiente de bienvenida. ¡Ojo! Que no el abrazo
de Vergara, que ese se lo dan los polítiquillos del tres al
cuarto entre ellos. Las exclusivas, son las exclusivas. Así
que no equivocarse a la hora de darle el abrazo, no sea que
vayáis a peder el puestecito prometido. El que avisa no es
traidor.
Los otros días escuchábamos, en la barra de un a cafetería,
la siguiente conversación, que transcribimos tal cual. ¿Oye
tú sabes si ha regresado ya…?. Te puedo decir, que hace par
de días lo estuve saludando a la altura de la antigua
Campana. Te lo he preguntado porque me dijo, que nada más
llegar me llamaría para solucionarme el problema y, aún, no
me ha llamado. No te preocupes, hasta mediados de septiembre
no va a poder hacerte el favor. ¿Tú, crees?. Lo que te digo.
Entonces me armaré de paciencia y esperaré. No te queda más
remedio. Adiós, que me están esperando.
La conversación es tan real como la vida misma. No nos
inventamos nada. Ahora viendo a los que mantenían la
conversación y que ninguno de ellos pertenecía al GIL, mal
lo iban a tener si les habían prometido algún que otro
puestecito. Haber pertenecido al GIL, aunque algunos no se
lo crean, es un aval de garantía para que te den un trabajo
ganando una pasta gansa.
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