¿Saben Vds. una cosa?, pues que el alcalde que más conozco
personalmente, que veo cada día de la semana pero con el que
nunca he podido hablar, ni siquiera recibir un simple buenos
días, que aguanta estoico y firmemente de pie las bonanzas y
las inclemencias del tiempo es el que está frente al hotel
donde paro. Sí señores, escribo de nuestro alcalde que fue
fusilado al inicio de la guerra civil. Obviamente no estoy
majareta para escribir esto. Una estatua no me va a hablar,
siquiera para saludarme. Pero por un efecto de sugestión,
por conocer la historia de parte de la vida del que está
representado en esa fría estatua que a veces se vuelve tan
caliente que es capaz de freír un huevo, parece como si
quisiera indicarme algo.
La verdad, para mí parece que estoy en una ciudad donde algo
no encaja. Parece que estoy viviendo una realidad, fuera de
lo común, en un momento bastante delicado para mí como es
decidir mi residencia. No consigo encajar la postura,
globalmente individualizada entorno a un partido único en el
mundo democrático, que mantienen unos políticos que se dicen
valedores de la democracia pero que, sin embargo, son
defensores a ultranza de la memoria histórica representada
por el franquismo.
Choca bastante que nuestro presidente tenga siempre a flor
de labios una retórica ensalzadora de las maneras
democráticas y sin embargo defienda la permanencia de esos
valores trasnochados de un franquismo repelente. Calles
dedicadas a políticos republicanos y calles dedicadas a
perfectos “chorizos”; calles dedicadas a héroes de la guerra
civil pero pertenecientes al bando de los “canallas rojos”
mezcladas con calles dedicadas a los generales adalides de
la rebelión militar que llevó a la muerte de miles de
personas y que no tenían ninguna traza de héroes porque no
iban los primeros en el frente. Salvo uno, lo reconozco,
pero ese estaba tocado del ala, sin ojo ni brazo… ¿qué más
le daba quedarse sin cuerpo?
Choca bastante que cuando, como turista accidental, uno sube
a la ermita de San Antonio –para honrar al santo, para
respirar aire puro, para admirar su ciudad desde casi el
cielo, para recibir el fuerte guantazo del Poniente, para lo
que sea- y sus ojos quedan estrambóticos al ver todavía
erigido ese falo recordatorio de una parte de la historia
del país más que nefasta. Y no me refiero al falo del
Cañonero Dato, ese mástil que no significa nada para mí como
no sea para honrar a los familiares de quienes murieron,
supuestamente, con el barco.
En Ceuta, mi ciudad natal, la ciudad que me vio nacer,
crecer y madurar, que posiblemente me verá morir si decido
quedarme, que… dejémoslo así. Que en Ceuta, mi tierra amada,
la tierra de las siete colinas y de los incomprensibles
Hércules, siga manteniendo vivo el espíritu del franquismo
(sea pre o post) me deja un sentimiento de vergüenza y un
desconcierto de comprensión. Que honre como ninguna otra
ciudad a los miembros del clero, pase; que honre a los
militares con el comportamiento de auténticos fariseos,
pase; está justificado por cierto miedo al moro. Pero que
sigan honrando al peor dictador que hubo en el mundo después
de Hitler y actualmente igualado, en el polo opuesto, por la
momia de Fidel Castro, ya es el paroxismo del ardiente
amante maníaco del pasado. No cuadra. No encaja ni
metiéndolo forzadamente con cuña.
No es ningún mérito creer que manteniendo esa postura será
reconocida la ciudad como el único bastión y último del
tardofranquismo. Será reconocida como el cementerio de los
elefantes del franquismo, a donde vendrán a parar todos los
nostálgicos del régimen que les permitió enriquecerse a
costa de los demás ciudadanos y gracias al estraperlo con
Marruecos principalmente, con aquellos camiones que vendían
lo que la ciudad llana necesitaba… no queremos volver a la
historia de esas cosas. Bastantes ampollas pestilentes
levantaría y ¿qué hacer mejor?, quitar todo vestigio de
aquello que delata la existencia de delitos.
Temprano o tarde serán descubiertos todos aquellos que,
sabiendo que el tiempo apremia, engañan al pueblo y de paso
aprovechan la coyuntura actual para enriquecerse
ilícitamente. No está de más que disimulen un poco y quiten
de una vez por todas los símbolos del pasado y los sustituya
por bustos o estatuas de gente ceutí que hicieron poco o
mucho por su ciudad. No es de recibo erigir monumentos a
quién nada o poco hizo por la misma… a no ser que entiendan
como un favor el envío masivo de soldados imberbes, con
tanto miedo en el cuerpo y sin ninguna puta idea de cómo
matar al moro y robar el oro, creando una falsa ilusión en
el entorno comercial local con la llegada de miles de
“paraguayos” que regresaban a la península echando pestes de
una ciudad llena de contrabandistas y ladrones. Todo esto
por culpa de un mísero paraguas que no se abría ni a tiros.
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