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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Ciudad de la incongruencia

Por Quim Sarriá


¿Saben Vds. una cosa?, pues que el alcalde que más conozco personalmente, que veo cada día de la semana pero con el que nunca he podido hablar, ni siquiera recibir un simple buenos días, que aguanta estoico y firmemente de pie las bonanzas y las inclemencias del tiempo es el que está frente al hotel donde paro. Sí señores, escribo de nuestro alcalde que fue fusilado al inicio de la guerra civil. Obviamente no estoy majareta para escribir esto. Una estatua no me va a hablar, siquiera para saludarme. Pero por un efecto de sugestión, por conocer la historia de parte de la vida del que está representado en esa fría estatua que a veces se vuelve tan caliente que es capaz de freír un huevo, parece como si quisiera indicarme algo.

La verdad, para mí parece que estoy en una ciudad donde algo no encaja. Parece que estoy viviendo una realidad, fuera de lo común, en un momento bastante delicado para mí como es decidir mi residencia. No consigo encajar la postura, globalmente individualizada entorno a un partido único en el mundo democrático, que mantienen unos políticos que se dicen valedores de la democracia pero que, sin embargo, son defensores a ultranza de la memoria histórica representada por el franquismo.

Choca bastante que nuestro presidente tenga siempre a flor de labios una retórica ensalzadora de las maneras democráticas y sin embargo defienda la permanencia de esos valores trasnochados de un franquismo repelente. Calles dedicadas a políticos republicanos y calles dedicadas a perfectos “chorizos”; calles dedicadas a héroes de la guerra civil pero pertenecientes al bando de los “canallas rojos” mezcladas con calles dedicadas a los generales adalides de la rebelión militar que llevó a la muerte de miles de personas y que no tenían ninguna traza de héroes porque no iban los primeros en el frente. Salvo uno, lo reconozco, pero ese estaba tocado del ala, sin ojo ni brazo… ¿qué más le daba quedarse sin cuerpo?

Choca bastante que cuando, como turista accidental, uno sube a la ermita de San Antonio –para honrar al santo, para respirar aire puro, para admirar su ciudad desde casi el cielo, para recibir el fuerte guantazo del Poniente, para lo que sea- y sus ojos quedan estrambóticos al ver todavía erigido ese falo recordatorio de una parte de la historia del país más que nefasta. Y no me refiero al falo del Cañonero Dato, ese mástil que no significa nada para mí como no sea para honrar a los familiares de quienes murieron, supuestamente, con el barco.

En Ceuta, mi ciudad natal, la ciudad que me vio nacer, crecer y madurar, que posiblemente me verá morir si decido quedarme, que… dejémoslo así. Que en Ceuta, mi tierra amada, la tierra de las siete colinas y de los incomprensibles Hércules, siga manteniendo vivo el espíritu del franquismo (sea pre o post) me deja un sentimiento de vergüenza y un desconcierto de comprensión. Que honre como ninguna otra ciudad a los miembros del clero, pase; que honre a los militares con el comportamiento de auténticos fariseos, pase; está justificado por cierto miedo al moro. Pero que sigan honrando al peor dictador que hubo en el mundo después de Hitler y actualmente igualado, en el polo opuesto, por la momia de Fidel Castro, ya es el paroxismo del ardiente amante maníaco del pasado. No cuadra. No encaja ni metiéndolo forzadamente con cuña.

No es ningún mérito creer que manteniendo esa postura será reconocida la ciudad como el único bastión y último del tardofranquismo. Será reconocida como el cementerio de los elefantes del franquismo, a donde vendrán a parar todos los nostálgicos del régimen que les permitió enriquecerse a costa de los demás ciudadanos y gracias al estraperlo con Marruecos principalmente, con aquellos camiones que vendían lo que la ciudad llana necesitaba… no queremos volver a la historia de esas cosas. Bastantes ampollas pestilentes levantaría y ¿qué hacer mejor?, quitar todo vestigio de aquello que delata la existencia de delitos.

Temprano o tarde serán descubiertos todos aquellos que, sabiendo que el tiempo apremia, engañan al pueblo y de paso aprovechan la coyuntura actual para enriquecerse ilícitamente. No está de más que disimulen un poco y quiten de una vez por todas los símbolos del pasado y los sustituya por bustos o estatuas de gente ceutí que hicieron poco o mucho por su ciudad. No es de recibo erigir monumentos a quién nada o poco hizo por la misma… a no ser que entiendan como un favor el envío masivo de soldados imberbes, con tanto miedo en el cuerpo y sin ninguna puta idea de cómo matar al moro y robar el oro, creando una falsa ilusión en el entorno comercial local con la llegada de miles de “paraguayos” que regresaban a la península echando pestes de una ciudad llena de contrabandistas y ladrones. Todo esto por culpa de un mísero paraguas que no se abría ni a tiros.
 

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