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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Zapatero, Lugo y la Alianza de Civilizaciones (I)
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Al final el lunes por la mañana no llovió (el chaparrón nos cayo encima por la tarde, pateando monte), por lo que pudimos recorrer en detalle gran parte del anchuroso camino de ronda con 2.140 metros de perímetro y entre 8 y 10 metros de altura de las viejas murallas romanas de Lugo, saboreando la frescura del aire desde algunos de los 72 cubos cilíndricos que la flanquean y sobre las que se elevaban, airosas, torres con dos y hasta tres pisos de altura. El soberbio conjunto defensivo, declarado por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad” el 30 de noviembre de 2000, fue levantado al igual que otros en diferentes ciudades del Imperio a finales del siglo III de la Era Común con la intención de proteger a la augusta ciudad -capital administrativa del noroeste hispano- de las violentas migraciones germánicas, cristalizadas más tarde en varios ciclos de invasión. Desde Roma se ordenó seguir las directrices del clásico tratado “De Arquitectura”, obra escrita por el polígrafo Marco Vitrubio dos siglos antes. Lugo, la “Lukos Augustu” citada por Ptolomeo en su “Geografía” (siglo II E.C.) y fundada por la “Legio VI” en el año 14 de la E.C. resistió eficazmente, al amparo de la sombra de su muralla, los diferentes sitios a los que fue sometida. Pese a todo la ciudad fue debelada en la Semana Santa del 462, después de un desastroso ensayo de ¿”Alianza de Culturas?”…

Sabido es que las grandes civilizaciones mueren antes por debilidad interna, agotado su ciclo vital pese a una aparente imagen de fortaleza, que por presiones derivadas del exterior. La forzada cristianización tras el emperador Constantino y su infumable Concilio de Nicea (325) no trajo la paz interna al Imperio, peor todavía: la naciente Iglesia Católica, crecida e incestuosamente amamantada con las generosas ubres del Estado romano se desgajaba en diferentes interpretaciones. Si, tras la división del Imperio romano con la muerte de Teodosio I (395) la corriente ortodoxa se hacía fuerte en Bizancio hasta la heroica caída de la ciudad en manos del Islam turco en 1453, las tribus germánicas que, empujadas por los hunos, sobrevivían pululando –ora pactando con Roma como federados, ora dedicados a la razzia- por los “limes” danubiano y del Rhin, eran convertidas por misioneros cristianos al arrianismo. Una de sus pueblos, los suevos, invaden junto a vándalos y alanos las feraces tierras de la Hispania romana dirigiéndose al noroeste y topándose, de frente, con las impresionantes murallas de Lugo y su guarnición, aprestada a la defensa. De lo que entonces ocurrió, amigos lectores, de la sangrienta matanza tras el “Diálogo” hablaremos mañana.

Anteayer pasé por Santa Eufemia, el pequeño núcleo de turismo rural propiedad de mi buen amigo (son más de veinte años tomando café en la casa familiar) José Antonio González Braña, alcalde socialista de Villanueva de Oscos. Varias cadenas de televisión grababan los exteriores, seguidos sus movimientos con expectación por los tres vecinos de la aldea. A estas horas el Presidente del Gobierno de España y su familia habrán pasado su primera noche, arrullados por el rumor del arroyo, en estas bellas tierras asturgalaicas cargadas de historia y con una fuerte personalidad en sus entrañas: los Oscos. Quizás Zapatero encuentre un ratito para reflexionar sobre su “Alianza de Civilizaciones”. Un paseo por el adarve de las murallas romanas de Lugo podría orearle las ideas.
 

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