Cuando hace unos años hablabamos
de una pareja no teníamos mecesidad de más aclaraciones,
porque se daba por supuesto que se traba de un hombre y una
mujer. Si nos referíamos a otra clase de parejas,
especificábamos quienes o qué cosas las componían, por
ejemplo, una pareja de guardiaciviles o una pareja de
rufianes. Pero esta simplicidad del concepto hace ya tiempo
que ha desaparecido, al menos desde que la democracia ¡qué
tanto bueno trajo y tanto malo nos ha dejado!, se encargó de
complicarnos la vida al inventarse más géneros de los que
tradicionalmente nos habían legado nuestros ancestros. La
modernidad, la progresía, el laicismo, el feminismo y el
relativismo se conjuraron para intentar convecernos de que
lo de macho y hembra no era más que un anacronismo
trasladado, a la fuerza, por mentes oprimidas y reprimidas
sexualmente; empeñadas en no reconocer las nuevas variantes
que el exceso de libertad sexual, la promiscuidad desde
tempranas edades entre hombres y mujeres y el precoz hastío
que tanta facilidad pudiera causar, en unos y otros, el
deseo de querer experimentar, como si se tratara de una
droga más, otros placeres que, por el hecho de estar
secularmente prohibidos y rechazados por la sociedad,
contenían el aliciente añadido de lo vedado (recuerden lo de
Adán y Eva en el Paraiso y sus consecuencias).
No niego, por supuesto, que un tanto por ciento de este
tercer sexo pueda provenir de una alteración hormonal de
nacimiento, pero el auge que la homosexualidad ha adquirido
de unos años a esta parte, el enorme tanto por ciento de
gente joven y vieja que se pasan de bando cada día, no puede
ser más que el fruto de una relajación cada día más evidente
de las costumbres. Se me podrá argumentar que siempre los ha
habido y que si no se manifestaban era por miedo al rechazo
de la Sociedad; lo admito, pero me cuesta creer que fueran
tantos, de tantas clases y por supuesto tan horteras y
exhibicionistas como los que tenemos que soportar en las
calles de nuestras ciudades.
Lo que ocurre es que, tanto divorcio, tantas parejas de
hecho, tantas separaciones de hecho y derecho, tantos
jóvenes que se quieren independizar, tantas parejas
homosexuales, tantas parejas de lesbianas han traido, como
no podía ser menos, un cambio en nuestra Sociedad y, hay que
decirlo, otro cambio en algunos sectores de la economía
nacional. Veamos, si no, lo que ocurre con al Seguridad
Social que se ve obligada a contemplar viudos de machos y
viudas de hembras (veremos si algún día se extenderá a la
zoofilia) lo que significa una carga adicional que, cada
vez, será más gravosa para las pensiones de las clases
pasivas. En otro aspecto, el de la vivienda, no hay duda de
que la facilidad para casarse y descasarse (divorcio expres)
provoca entre nuestra juventud una tendencia a juntarse
(hombres con mujeres, hombres con hombres y mujeres con
mujeres) lo que viene provocando una demanda extra de
viviendas porque, todavía hay muchas familias que no admiten
tener en casa a un sarasa como nuera y viceversa. Esta
demanda tiene la particularidad de que, dados los alquileres
elevados que se piden en las grandes ciudades, las jóvenes
parejas tienden a la compra de vivienda, para lo cual les
piden a los padres que paguen la entrada y, para cubrir el
resto del precio, solicitan una hipoteca. ¡Perfecto! parece
que todo está arreglado, pero están equivocados. El deseo
sexual, que no amor, les hace confundir el culo con las
témporas y resulta que, cuando se dan cuenta de que las
heces del novio o el sudor de la novia (desconocidos para
ambos durante el precontrato) no son tan agradables como
habían pensado y empiezan a recriminárselo mutuamente;
entonces es cuando comienzan los problemas. No tienen
paciencia para aguantarse, porque no hay el vínculo del amor
y esto les lleva a partir peras y, si no hay niños de por
medio (lo cual complica más el tema), se pasa el nublado
separándose. ¿Qué pasa con la casa y la hipoteca? Juzgados,
reyertas familiares ¡qué si el dinero lo puso mi padre!,¡qué
si mi madre pagó los muebles¡ ¡qué si tal!¡que si cual!...
Uno a vivir con sus padres y el otro con los suyos, hasta
que encuentren nueva pareja y ¡vuelta a empezar! ¿Son los
matrimonios de homosexuales más estables? No lo sé, puede
que su amor sea más profundo, puede que sus tendencias
sexuales sean más polimórficas y puede que un día cojan el
sida. No están exentos de celos, de broncas y de los mismos
problemas de las otras parejas, lo que ocurre que aquí no
hay sexo débil. Si dos hombrones deciden dilucidar una
discusión a golpes la batalla puede ser cruenta y lo mismo
entre dos mujeres. Miren, una ventaja, porque aquí si que es
difícil una acusación por violencia de sexo ¿cuál es el sexo
débil? Por cierto, hablando de este tipo de violencia, ¿me
quieren decir lo que se ha adelantadoen el esfuerzo para
erradicarla? El señor Fernández Bermejo ha dicho que las
víctimas no quieren que se las ayude. Vamos señor ministro,
cuide sus expresiones, porque de todos es sabido que hay a
cientos de mujeres que denuncian a su pareja por malos
tratos varias veces y en los juzgados hacen oídos sordos
hasta que tienen que comparecer para levantar el cadáver de
las infelices. Lo que ocurre es que los políticos se han
dedicado a toda clase de actividades ajenas a atender las
demandas verdaderas de la sociedad. Una observación, una
gran mayoría de casos afectan a inmigrantes y a parejas de
hecho.
Pero atengamos a todos aquellos que consiguen conservar la
unión durante unos años y unámoslos a aquellos otros que se
casaron por amor, pero con sueldos justitos. Hoy en día, a
diferencia de lo que ocurría en nuestrostiempos, los que se
juntan o casan dan por descontado que deberán tener casa
propia; que disfrutarán de coche; que saldrán el fin de
semana a la playa, a la montaña o al campo y que irán a ver
un espectáculo semanalmente. Mientras el país lo aguante
irán tirando, pero yo me pregunto ¿y si las cosas se
tuercen? Supongamos (que no es mucho suponer si uno sigue la
economía) que la burbuja inmobiliaria se viene para abajo;
si, como viene sucediendo, el ibor aumenta (está al 4’6%) y
si la construcción, como ya se está notando, entra en
recesión. Aquí veremos a nuestro Gobierno sufrir, porque no
está preparado para que la gente deje de pagar las hipotecas
por falta de liquidez; deba suprimir el salir de excursión;
deje de comer fuera los domingos o tenga que dejar el coche
en casa para poder llevar al niño al colegio. Entonces el
señor Zapatero sabrá lo que es que las cañas se le vuelvan
lanzas y que, aquellos que le alababan, le exijan cuentas
por su gestión y su falta de previsión. Entonces vendrá el
llanto y el crujir de dientes. Quisiera equivocarme, pero me
temo que no.
|