Nadie, desde fuera, podía pensar,
en las últimas elecciones a la presidencia de la Conferencia
Episcopal, que el cardenal Rouco Varela iba a ser desplazado
de dicha presidencia, para acceder a ella el obispo de
Bilbao, Ricardo Blázquez.
Entonces, cuando se iban a celebrar las elecciones, hubo
exceso de confianza, acaso basada en la máxima ignaciana,
como dice José Manuel Vidal, en “Benedicto XVI, el papa
enigma”, de que “ en tiempos de turbación no hay que hacer
mudanza”, pues, “tal y como está el papa en Roma y las
relaciones con el Gobierno aquí, lo mejor es dejar las cosas
como están y no cambiar de liderazgo”. Esto es lo que se
pensaba desde el círculo cercano a Rouco Varela, y esto es
lo que hizo perder luego las elecciones.
Roma apoyaba al cardenal Rouco Varela, pero la victoria fue
para Ricardo Blázquez, un moderado que, curiosamente, había
sido de la órbita de Rouco.
Las intrigas se venían fraguando desde varios meses antes y
aquí, como sucede en otros aspectos de la política – esto no
hay que verlo fuera del ámbito de la política- se dejó
notar, y de qué manera, la mano del obispo de San Sebastián,
monseñor Uriarte.
Rouco, creyendo que volvería a ganar se presentó para su
tercer mandato. No esperaba lo que sucedió, ni lo esperaban
tampoco sus seguidores.
La primera sorpresa llegó cuando se hizo el primer sondeo y
recibió, tan sólo, 43 votos, mientras que Ricardo Blázquez
recibía 16 y Carlos Amigo 13. Rouco necesitaba 52. Era
difícil lograr los 9 que le faltaban.
En el entorno del cardenal, casi sin tiempo para reaccionar,
se empieza a tomar en serio la alternativa del obispo de
Bilbao. Lleva tiempo en el ambiente que varios obispos
descontentos planeaban presentar un candidato alterno, que
sería monseñor Blázquez, y fue aquí cuando los obispos
“progresistas” se unieron a los nacionalistas y a los
moderaos descontentos, con un doble objetivo: en primer
lugar bloquear esa tercera reelección del cardenal Rouco y
además presentar un candidato que pudiera ganarle al líder
de la denominada derecha eclesial, monseñor Cañizares.
Hasta aquí el planteamiento y desde aquí las actuaciones de
los obispos Uriarte, de San Sebastián y Vives, de Urgel,
eligiendo como candidato para ganar a Cañizares a Ricardo
Blázquez, un abulense moderado, ya en Bilbao, no
nacionalista pero con peso entre los nacionalistas, que no
era mal visto por nadie y que arañaría votos de todas las
partes.
Los preparativos de Uriarte salieron perfectos, y en la
tercera votación, Blázquez logró 40 votos, mientras
Cañizares lograba 37, con lo que este fue nombrado
vicepresidente. Era el contrapeso.
Hasta aquí todo bien, pero Roma no era esto lo que esperaba,
Roma, ya lo he dicho, apoyaba a Rouco y a partir de aquí
habrá consecuencias que comentaremos, por lo menos hasta
hoy.
De momento Blçazquez había ganado y era presidente de la
Conferencia Episcopal, pero se va a quedar fuera de órbita,
digamos que va a tener, está teniendo, su penitencia.
Hasta ahora le han pasado ya varios para cargos de más
categoría que el obispado de Bilbao, y así le pasó Ureña
desde Murcia para el arzobispado de Zaragoza, que no es
cualquier cosa dentro de las dignidades de la Iglesia
católica en España, y lo último y más llamativo, también le
ha pasado un auténtico desconocido como es el castrense
Francisco Pérez, que desde Madrid ha sido enviado al
arzobispado de Pamplona para sustituir a Fernando Sebastián.
Roma sigue siendo Roma, sus directrices se pueden regatear
en un momento dado, aquí se zancadilleó la voluntad de Roma
con la fuerte presión de catalanes, vascos y algunos
descontentos, pero el final, cuando llega la hora de los
ascensos, será el que desde el Vaticano se marque y aquellos
que pasan de lado tendrán su antirrecompensa.
Eso es lo que puede terminar de frenar la brillante carrera
político-religiosa, de este monseñor abulense, de Villanueva
del Campillo que se adaptó a Bilbao, que allí es respetado
pero que ..., a partir de aquí va a tener muchas
dificultades para lograr algún otro ascenso. Es lo que
parece.
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