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OPINIÓN - LUNES, 20 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Piezas de museo vivientes

Por Quim Sarriá


De los miles de viajes que he realizado en mi vida, ninguno puede compararse con el que he hecho a mi ciudad natal. A la tierra que más etnias invadió a lo largo de toda la historia y villa que más gobernadores de distintos países tuvo.

La vuelta a mis orígenes resulta un poco engorrosa, por cuanto me encuentro con una situación socio-política que sólo tiene parangón en un pueblo de las montañas aragonesas donde el alcalde es el único habitante y por ende el único votante.

He leído y leeré cientos de artículos escritos por gente ceutí y no tan ceutí, publicados en los diarios locales. Lamentablemente esta gente ceutí que aludo está tan férreamente marcada por una época que resultó siniestra para la mayoría de la gente del país y, supuestamente, beneficiosa para ellos mismos.

No es una ecuación difícil saber que este tipo de gente, a la que califico sin ambages como anticuados y arcaicos nostálgicos, escribe con un deje de odio y una rabia mal contenida. Gente que escupe palabras de rencor cuando escribe de política y sobre políticos de quienes no tienen ni puta idea por no conocerlos con profundidad, por confundir patata con boniato. La ignorancia supina de esta gente deja a uno, que lee esos artículos, con el desprecio asomado en el rictus no contagioso de saber que nunca podrán ser demócratas; de saber que seguirán como figuras de museo vivientes; de saber que no se adaptan a tiempos en los que la mente se abre de manera clara y diáfana.

Cualquier ciudadano, con un dedo de frente, no tardará en darse cuenta de que esos artículos están burdamente manipulados, de manera que su contenido parezca una crónica de unas actuaciones políticas, en realidad inexistentes, con la bilis de un odio en parte comprensible y en parte ditirámbico. No produce otro efecto que el que demuestra su autor: la baja estofa del mismo. La nula autoestima que demuestran; la nula capacidad de superación en momentos claves de la vida ciudadana; la inútil necesidad de hacer publicidad gratuita. No es más que el vómito contagiado de quién tuvo tiempos mejores y no supo sacar provecho de ellos.

La exagerada y ofensiva apreciación de las cualidades de cualquier político, vilipendiado por ellos, demuestra a las claras que esa gente, que escriben de esa manera, no son respetables y, por tanto, no se les puede respetar. Si ellos no respetan a las personas que asumen cargos o que se ponen el cartel de político… ¿cómo quieren que sean respetadas?. No estoy en contra de que escriban mal de ellos cuando son fundadas las acusaciones. Pero inventarse cosas y hechos que en realidad no existen ya no es de recibo.

Tan acostumbrados están a insultar de manera gratuita -no dudo de que en el seno de sus respectivas familias las palabras soeces están a la orden del día- que no les duelen prendas utilizar epítetos ofensivos hacia la persona a la que critica de esa manera tan desaforada. La inclusión de adjetivos apelativos, principalmente con “ese tal”, no deja de demostrar el bajo índice de inteligencia que tienen y la nula capacidad de reacción para con el pueblo para el que escriben. Función digna del Sr. No, o más recientemente, del Presidente de ese producto, imposible de digerir, que es la Faes.

Contrariamente a lo que parece ser, yo jamás insultaría groseramente con epítetos ofensivos a los políticos, ni a los no políticos, sobre quienes vierto opiniones críticas. Jamás mencionaría a un político a través de una despectiva descripción de sus posibles defectos físicos ni de sus peores cualidades intelectuales. Crítico lo que hacen, por lo que entiendo que hacen, no porque sean guapos o feos; altos o bajos; gordos o gordinflones (delgaditos los veo escasos), sean del PP o sean del PSOE. Si esa gente que escribe esos artículos, que pretenden ser críticos, usan siempre ésta clase de insultos encubiertos con palabras que suenan a violín no esperen recibir otro trato diferente. Tal vez, el desprecio hacia esa gente se demuestre con respuestas que no tienen vuelta de hoja.

Ya sé que me pueden decir que no lea esos artículos. Eso es fácil decirlo. Me interesan porque aprendo cada día más sobre el carácter y maneras de esa gente. Desde luego que no me revuelven ni la conciencia ni el estómago, esto se traduce que mi bilis se queda, tranquila, en su depósito. La adrenalina no sacude mi cuerpo cuando leo esa clase de artículos redactados por esa clase de gente. Al contrario, suelta la vena cómica y me produce, si no carcajadas, una risa conmiserativa.

En definitiva. Pueden seguir ese camino. Me importan un pimiento morrón (los odio, a los pimientos ¡eh!) que sigan por la vía única de su pensamiento. Si me atacan, que lo dudo, no tardaré en replicarles como corresponde; aparte les estaré agradecidos por encumbrarme merced a esos supuestos ataques, aunque no tengo vena de mártir.
 

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