En su tremendamente lúcido último libro, titulado ‘La vida
en la frontera’, el economista Íñigo Moré recoge, dentro de
su perfil de las ciudades transfronterizas, la paradoja de
que en Melilla, donde 65.000 habitantes se agolpan en “sólo”
trece kilómetros cuadrados (“cinco personas por cada metro
cuadrado”, subraya), se haya decidido “en uno de los pocos
solares libres de la ciudad” crear un campo de golf “donde
los melillenses se aventuran a golpear la bolita con los
hierros [el terreno no es lo bastante grande para utilizar
los palos de madera]”.
“Justo enfrente está Marruecos”, prosigue Moré, “con
kilómetros de espacio libre y disponible para crear el
primer campo de golf en 300 kilómetros a la redonda. Pero
los melillenses prefieren no salir más de la cuenta,
mientras al otro lado no terminan de ver los beneficios que
reportaría regalar unos terrenos para que los españoles
construyan un campo de golf. En realidad, ni se lo
plantean”.
Mientras Melilla espera para abrir su campo de golf tras los
problemas habidos con la Demarcación de carreteras, el
borrador elaborado por la consultora Prointec para el nuevo
Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Ceuta ya recoge
también como uno de los objetivos a concretar para “reforzar
el incipiente despegue turístico de los últimos años” la
“ubicación de suelo para la implantación de un campo de
golf”.
Este propósito, que no era ningún secreto, ya tiene señalada
una primera ubicación posible: la vaguada de escorrentía del
pantano del Infierno, situada muy cerca de las instalaciones
del Complejo Rural Miguel de Luque y del Restaurante El
Sarao y limítrofe con la Zona de Especial Protección de Aves
(ZEPA) de Calamocarro-Benzú, según han detallado a EL PUEBLO
fuentes que conocen de cerca el proyecto, que llegó hace
meses a Procesa con el respaldo de un grupo de socios
dispuestos no sólo a habilitar la superficie para la
práctica del que ya es el tercer deporte por número de
licencias en España, sino a acompañarlo con un desarrollo
urbanístico paralelo.
Según ha podido saber este periódico dicho desarrollo
urbanístico es el punto que menos claro ve la consultora
encargada del proyecto del PGOU, quien sí habría dado ya sin
embargo su visto bueno a la instalación del campo de golf en
la citada vaguada sometido a los estudios de drenaje y otros
informes medioambientales preceptivos.
Este es el cuarto proyecto para el establecimiento de un
campo de golf de al menos 9 hoyos que se presenta a la
Ciudad. El primero estaba proyectado en el área de
Calamocarro; el segundo fue impulsado por un grupo de
promotores cercano al GIL durante su etapa en la Ciudad y el
tercero abogaba por ubicarlo al lado de la frontera del
Tarajal. Además, un grupo de jugadores del Club de Golf de
Ceuta, instalado en Rincón (Marruecos), también planteó
crear una escuela de golf [como se hizo en Melilla] para
“fomentar la afición” a este deporte en la ciudad con un
desembolso inicial mínimo.
|