El día comienza con un poco de calor, bueno si a las siete
de la mañana podemos decir que es el día que comienza y por
lo que veo muchos ceutíes no lo consideran así por cuanto no
andan por las calles. Todo lo contrario que Barcelona donde
desde las 6 de la mañana ya están bastante llenos los
vagones del Metro.
Mi cotidiano paseo mañanero me resulta un poco-demasiado
caluroso y eso que las temperaturas no alcanzan en la ciudad
lo que alcanzan en otras latitudes peninsulares. Es una
bendición tener el mar en dos frentes abiertos. Paseo que
doy, chapuzón que reviento y regreso al hotel. No está mal.
En Cataluña es imposible hacer esto. He de coger el coche y
tirarme la tira de kilómetros si quiero hacer lo que hago
aquí.
No ha colado aún el mediodía y en la plaza de la
Constitución me encuentro con un primo-hermano que es
taxista –ignoro si sigue siendo el presidente del Gremio- y
eso me trae al momento las batallas, supuestas batallas, que
quiere emprender el Gobierno local contra los taxistas
piratas que quitan el sustento a los profesionales de las
cuatro ruedas públicas. Por otro lado no creo conveniente
que inicien la batalla de los badenes situados de manera
indiscriminada por todas las calles de la ciudad. Esos
badenes son extremadamente dañinos para las suspensiones de
los vehículos, máxime que son vehículos que continuamente
están rodando por nuestras calles. No lo digo por el mío,
está bien guardado allá en la tierra de los imaginarios
separatistas.
Y hablando de imaginarios separatistas, un artículo de
opinión publicado en un periódico local, que no es el
decano, deja un alcanforado regusto a anclaje en el siglo
pasado de ciertas actitudes inmovilistas que meten leña
donde no arderán de ninguna manera. La distancia tiene su
peso y las reacciones ante noticias como la que comento es
la de tomarlo a chacota con una sonrisa socarrona. ¡Qué más
da! Todo el mundo puede opinar libremente, sin insultos
faltaba más.
La visita del ministro Caldera vino justo en un momento
“suave” donde el ejecutivo ceutí proclama su lealtad
institucional y sus buenas formas. Sobre lo primero tengo
mis serias dudas después de la tremenda campaña de ataque,
acoso y derribo al presidente del Gobierno protagonizada por
buena parte de los componentes de la plantilla de diputados
asambleístas en la anterior legislatura… los mismos collares
con distintos perros en la actual composición y ello no vale
para arrogarse un detalle de cara a un ministro bastante
vilipendiado. Sobre lo segundo, lo de las buenas formas, no
lo pongo en duda dada la activa participación deportiva de
los componentes del ejecutivo ceutí.
Las prisas del Gobierno local por cerrar cuanto antes los
acuerdos que se firmaron en su día ante el temor de las
próximas elecciones, con el pretexto de que la legislatura
se acaba muy pronto, cuando aún quedan ocho largos meses en
los que el Gobierno puede hacer aún muchas cosas, si Rajoy
no interfiere con sus pullas sobre ETA, a la que demasiada
publicidad le está dando. Me hace un poco de gracia esa
insistencia de los políticos peperos sobre la inminente
finalización de la actual legislatura y las numerosas
contradicciones en que incurren con sus declaraciones.
Vamos a ver, si un miembro del Gabinete ceutí manifiesta que
el dinero no es inmediatamente necesario –aunque sea por
otra actividad- dado que la Ciudad tiene su “presupuesto” y
además funciona bien…, si tan bien funciona pueden esperar a
que termine la legislatura y entonces, supuesta e
imaginariamente, con el PP en el Gobierno tienen las llaves
de los grifos de las subvenciones en sus manos. Sencillo
¿no? Pero como siempre andan plorando y continúan evaluando
ese viejo refrán de “… quién no llora no mama” me quedo con
esas palabras, tan cansado como estoy de oírlas en las
peticiones de mi hijo pequeño cuando se empeña en querer una
cosa. La diferencia está en que mi hijo no se guía por más
reglas que el sempiterno egoísmo infantil y su natural
tendencia de exigir todo, mientras que el ejecutivo ceutí ya
tiene una edad, en su conjunto, que no está para portarse
como párvulos en sus ansías de llenar las arcas municipales
con o sin acuerdos.
En fin, si los caballas nos conformamos con lo que tenemos y
no podemos quejarnos realmente de nuestras verdaderas
necesidades, ¿cómo no queremos que nuestro ejecutivo se
soliviante con el Gobierno de la nación? Yo me conformo con
poco. Que es mucho.
Hay que profundizar bastante en los matices que solemos
aplicar cuando nos referimos a las relaciones bilaterales de
España con Marruecos, teniendo en medio las ciudades de
Ceuta y Melilla, y las posibles causas de la actitud de
Rodríguez Zapatero para con las mismas. Pero esto es harina
de otro costal y, como así lo es, lo dejo para un próximo y
no lejano artículo en cuanto haya recabado ciertos datos que
necesito para completar el análisis.
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