Todos sabíamos que, la burbuja
inmobiliaria, esa euforia especulativa que convirtió a miles
de españoles en tiburones inmobiliarios y encareció terrible
y artificiosamente los precios de la vivienda, sabíamos que
iba a reventar. ¡Pluf!. No sé en Ceuta, donde, sus
autoridades, son honestas y talentosas, pero aquí está
siendo un desastre. Desaparecerán docenas de pequeñas
inmobiliarias y promotoras nacidas de la avidez del dinero
fácil. Más gente al paro. Sobre todo los comerciales, muchos
de ellos argentinos que, con corbatas unicolor, verdes,
amarillas, rojas y carpetillas en el sobaco, trataban de
convencer al ciudadano de que, un agujero inmundo de
cincuenta metros, sin tabiques dando a un callejón era el
“magnífico loft para ejecutivo single”. Total trescientos
mil euros, cuando, evaluados con ecuanimidad los metros con
las calidades, malamente podría tasarse en la mitad.
Pura ficción. Hay más oferta que demanda y ya se ve que no
es “el pelotazo” comprar un piso de doscientos mil euros
sobre plano y, a la entrega de la llave, ponerlo a la venta
por cuatrocientos mil. Un desastre. De tal magnitud que, en
esta capital malagueña, han tenido que intervenir las
autoridades para tratar de frenar la salvaje construcción de
“apartamentos de un dormitorio en pleno Centro Histórico”.
Las promotoras, erradas, parecen imaginar que, las ciudades,
son inmensas cunas de ejecutivos agresivos, solteros, que se
apañan con la cocina americana y , sencillamente, se niegan
a construir hogares para familias con hijos. No existe
mercado para tal saturación de nidos de solteros y el crack
va a ser absoluto. Por supuesto que, los promotores no
tienen más que joderse por su avaricia y fantasías absurdas.
¿Intervencionismo estatal? Se necesita. Porque la debacle de
la construcción va a arrojar al desempleo a miles de
trabajadores, muchos de ellos inmigrantes, los inmigrantes
viven en zonas modestas y barriadas de personas humildes y
el falta de trabajo y de ingresos puede perturbar la
convivencia y dar lugar a conflictos “a la francesa”. Máxime
cuando han aterrizado en España miles de profesionales de la
mendicidad rumanos. Miles. ¿A ustedes no les han llegado los
músicos que generan contaminación acústica haciendo sonar
horrorosamente los acordeones? ¿Ni los zagalones que venden
salud tendiendo la mano para pedir? ¿Ni las rumanas con los
faldones largos mostrando fotos y mendigando? Gente sana y
en plena edad laboral. Pero que tienen como profesión el
mendigar y tan solo a fuerza de bandos municipales
prohibiendo tan ingrata labor, se logra que deserten a otra
ciudad a seguir mendigando, con la excusa de que no pueden
ser expulsados por tratarse de ciudadanos de la UE. Craso
error. Hay que modificar las leyes para que cualquier
extranjero de la nacionalidad europea que sea pueda ser, no
expulsado, sino repatriado, si se dedica a actividades
ilícitas.
La construcción languidece, los inmigrantes legales irán al
paro, la venta se ralentiza y, el nuevo negocio especulativo
son los pisos-patera. Alquilar a precios abusivos las
viviendas a inmigrantes, mil euros por cuatro dormitorios de
ínfima calidad y el que alquila “con papeles” realquila por
colchones a otros veinte y hace pingües negocios. Con un
pequeño inconveniente: llega un momento en el que, la
familia española normal, no puede alquilar ni acceder a la
vivienda porque, la especulación brutal de los pisos-patera,
ha encarecido artificiosamente las rentas. Y los promotores
no quieren construir VPO porque ganan poco por los abusivos
impuestos.¡Pluf!. Pero, me consta que, los míos, los peperos,
prohibirán los pisos-patera, construirán VPO de hasta ciento
treinta y cinco metros, crearán una Banca Nacional
Hipotecaria para las economías débiles y medias y
beneficiarán fiscalmente a los constructores que pasen por
el aro de frenar la especulación voraz. ¿Viviendas sociales?
Por supuesto. Pero tan solo para la España que madruga y se
parte los huevos trabajando, haciendo chapuzas, alargándose
de jornaleros y buscando el pan, que no la subvención. Si no
es así ¡Pluf!
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