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OPINIÓN - SÁBADO, 18 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Uno comprende que las ayudas a los amigos se les deben echar en los momentos oportunos. Sobre todo, cuando los amigos, han iniciado una carrera cuesta abajo que es difícil de frenar. Y ni te cuento, serrana del alma, si a algunos de esos amigos se les debe algún favor importante. Entonces, los defensores de los mismos, se lanzan a tumba abierta o se tiran sin paracaídas a defenderlos contra viento y marea. Cosa esta, de esa defensa, que la amistad obliga por lo que te debo porque de esa forma, con esa defensa a ultranza, intento pagarte. Ya lo decía aquel: “todo, en esta vida, tiene un precio”.

Quizás mí ventaja, sobre todos esos defensores, sea que cuando defiendo a un amigo lo hago por creer que es de justicia, porque quiero y porque, sencillamente, me da la real gana, ya que no le debo favor alguno a nada ni a nadie. Que levanten las manos aquellos a quienes les haya pedido un favor, que favorezca a mi persona o algunos de mis familiares más directos.

Decía la sabia de mí abuela que: “favor, con favor se paga”. Por eso me aconsejaba, cada día, que no le pidiese favores a nada ni a nadie mientras me dedicase a esta bendita profesión para no ser, algún día, rehén de esos personajes a los que les había pedido un favor. ¡Que razón llevaba, con sus sabios consejos, la sabía de mí abuela!.

El problema que se les presenta, a todos estos que se lanzan a la defensa a ultranza de algún que otro amigo, es que para defenderlo, tienen que atacar a su vez a quienes han sido, hasta no hace mucho, amigo del amigo al que defienden. Esto es un lío de difícil explicación es tanto “como desnudar a un santo, para vestir a otro”. ¿Y por qué debe llevar la razón el amigo al que se le debe el favor y no el amigo de su amigo al qué estamos atacando, cuándo hasta hace poco eran uña y carne?.

Igual no se está haciendo justicia, sino por el hecho de ser un rehén por favores recibidos tenemos que atacar a quien, en realidad, puede llevar la razón de esas diferencia que existen, en estos momentos, entre ellos. Diferencias que, cualquier día, pueden ser soslayadas, con un “pelillos a la mar”. Si eso sucede, que puede suceder, a qué altura queda el ”salvador, entre los salvadores”.

¿Es actuar con justicia, defender al amigo por los favores recibidos, atacando a quien no nos ha hecho nada?. Cuando, en esta vida que nos ha tocado vivir, se presume de algo sobre todo de ser justos en cada una de sus apreciaciones, hay que ser como la mujer del César, no sólo serlo, sino parecerlo.

De lo contrario mal vamos a quedar ante todos aquellos a los que, durante mucho tiempo, les hemos hecho creer que somos defensores acérrimos de la justicia cuando, en realidad, van a descubrir que sólo somos unos falsos e hipócritas que carecemos de cualquier valor moral del que tanto hemos presumido. Y todo por tratar de poner freno a una caída en picado del que decimos ser amigo por aquello de los favores recibidos.

En esta vida creerse el ombligo del mundo y el no va más en el asunto de mandar lleva consigo, en cualquier momento, empezar el declive y la cuesta abajo, sin que hay un dios capaz de frenarlo. Quien mucho abarca, poco aprieta. ¡Que gran refrán!.
 

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