Uno comprende que las ayudas a los
amigos se les deben echar en los momentos oportunos. Sobre
todo, cuando los amigos, han iniciado una carrera cuesta
abajo que es difícil de frenar. Y ni te cuento, serrana del
alma, si a algunos de esos amigos se les debe algún favor
importante. Entonces, los defensores de los mismos, se
lanzan a tumba abierta o se tiran sin paracaídas a
defenderlos contra viento y marea. Cosa esta, de esa
defensa, que la amistad obliga por lo que te debo porque de
esa forma, con esa defensa a ultranza, intento pagarte. Ya
lo decía aquel: “todo, en esta vida, tiene un precio”.
Quizás mí ventaja, sobre todos esos defensores, sea que
cuando defiendo a un amigo lo hago por creer que es de
justicia, porque quiero y porque, sencillamente, me da la
real gana, ya que no le debo favor alguno a nada ni a nadie.
Que levanten las manos aquellos a quienes les haya pedido un
favor, que favorezca a mi persona o algunos de mis
familiares más directos.
Decía la sabia de mí abuela que: “favor, con favor se paga”.
Por eso me aconsejaba, cada día, que no le pidiese favores a
nada ni a nadie mientras me dedicase a esta bendita
profesión para no ser, algún día, rehén de esos personajes a
los que les había pedido un favor. ¡Que razón llevaba, con
sus sabios consejos, la sabía de mí abuela!.
El problema que se les presenta, a todos estos que se lanzan
a la defensa a ultranza de algún que otro amigo, es que para
defenderlo, tienen que atacar a su vez a quienes han sido,
hasta no hace mucho, amigo del amigo al que defienden. Esto
es un lío de difícil explicación es tanto “como desnudar a
un santo, para vestir a otro”. ¿Y por qué debe llevar la
razón el amigo al que se le debe el favor y no el amigo de
su amigo al qué estamos atacando, cuándo hasta hace poco
eran uña y carne?.
Igual no se está haciendo justicia, sino por el hecho de ser
un rehén por favores recibidos tenemos que atacar a quien,
en realidad, puede llevar la razón de esas diferencia que
existen, en estos momentos, entre ellos. Diferencias que,
cualquier día, pueden ser soslayadas, con un “pelillos a la
mar”. Si eso sucede, que puede suceder, a qué altura queda
el ”salvador, entre los salvadores”.
¿Es actuar con justicia, defender al amigo por los favores
recibidos, atacando a quien no nos ha hecho nada?. Cuando,
en esta vida que nos ha tocado vivir, se presume de algo
sobre todo de ser justos en cada una de sus apreciaciones,
hay que ser como la mujer del César, no sólo serlo, sino
parecerlo.
De lo contrario mal vamos a quedar ante todos aquellos a los
que, durante mucho tiempo, les hemos hecho creer que somos
defensores acérrimos de la justicia cuando, en realidad, van
a descubrir que sólo somos unos falsos e hipócritas que
carecemos de cualquier valor moral del que tanto hemos
presumido. Y todo por tratar de poner freno a una caída en
picado del que decimos ser amigo por aquello de los favores
recibidos.
En esta vida creerse el ombligo del mundo y el no va más en
el asunto de mandar lleva consigo, en cualquier momento,
empezar el declive y la cuesta abajo, sin que hay un dios
capaz de frenarlo. Quien mucho abarca, poco aprieta. ¡Que
gran refrán!.
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