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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / EL MAESTRO

¡Demasiado tarde!

Por Andrés Gómez Fernández


En Cataluña no es posible que los niños reciban una enseñanza en castellano. Esto, a un padre que reside en Barcelona, le plantea un problema: sus hijos sólo pueden estudiar en catalán, cosa que él no desea. De momento no tiene solución. Pero él no se resigna, para lo cual ha empadronado a sus hijos en localidades donde puedan estudiar en castellano, para tener derecho a matricularlos en un colegio público. Su plan es que sus hijos no asistan a clases y sigan sus estudios en Barcelona, a través de una escuela privada.

Esta es la cuestión que plantea este padre, como posible fórmula para obligar a las Comunidades a crear la figura legal que él denomina “asilo educativo”. Pero, es consciente de la complejidad de su planteamiento y reconoce que no tiene seguridad de su éxito, y al mismo tiempo quiere promover la habilitación de una vía para aquellos que no tienen como segunda lengua al castellano. Otro recurso que pretende poner en marcha es el de homologación de las escuelas privadas.

En Cataluña se persigue al castellano –no gustan llamar a nuestro idioma, español- con saña. La mayoría de los padres desean que sus hijos estudien en los dos idiomas. Saben que el castellano es de mayor expansión, por lo que son partidarios del bilingüismo, y no de una hora, precisamente en las materias de menor importancia.

El bilingüismo es de una riqueza extraordinaria, lo que a menudo es olvidado por un nacionalismo identitario que prima la catalinidad sobre la calidad. Y esta actitud conduce a que, desde hace unos años, se vea reflejado con un descenso de alumnos extranjeros en las Universidades catalanas.

Hechos tan relevantes, como sancionar con fuertes multas a los comerciantes que etiquetan sus productos en castellano, perjudicándoles, en particular, en aquellos que se van a utilizar como “exportación” al resto de nuestras autonomías, cuando el setenta por ciento de lo mismos se van a consumir en las mismas.

Otro caso, recientemente producido, demostrando los actuales “dirigentes” del tripartito, el exceso de nacionalismo identitario, ha sido el siguiente: El cineasta Woody Allen, nos ha visitado para rodar su última película, con escenarios en Barcelona y Avilés. La protagonista de la misma, una chica que llega a la ciudad condal para aprender la cocina catalana. Pues, los dirigentes le propusieron al director y guionista que en lugar de aprender cocina, que modificase el guión para que la protagonista estudiara catalán. Sin comentarios.

Y todo esto cuando, alejándose del discurso identitario, los escritores catalanes de ahora mismo saben que el parámetro del éxito es que llevarán sus obras más allá de la lamentación victimista. Simplemente se trata de dirigirse al lector, esté donde esté. Ya no es cuestión de tener patriotismo ni resistencia a un régimen de oprobio, sino simple y llanamente, pergeñar buena literatura. Y son los escritores en castellano los que más y mejor han reflejado microclimas barceloneses: Carmen Laforet, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, los hermanos Goytisolo, Ana Mª Matute, Ignacio Agustín, Vázquez Montalbán, Terence Moix…

Y esta premonición para el año 2030: el español será el segundo idioma más hablado, delante del inglés y debajo del chino. Para reconsiderar la importancia de nuestro idioma.

Por último, un destacado ministro de los primeros gobiernos de la Transición, destacando el éxito del cambio de la Dictadura a la Democracia, admite un error: “No debimos ceder las competencias en Educación a los nacionalistas”. De aquellos polvos, estos lodos. ¡Demasiado tarde!
 

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