En Cataluña no es posible que los niños reciban una
enseñanza en castellano. Esto, a un padre que reside en
Barcelona, le plantea un problema: sus hijos sólo pueden
estudiar en catalán, cosa que él no desea. De momento no
tiene solución. Pero él no se resigna, para lo cual ha
empadronado a sus hijos en localidades donde puedan estudiar
en castellano, para tener derecho a matricularlos en un
colegio público. Su plan es que sus hijos no asistan a
clases y sigan sus estudios en Barcelona, a través de una
escuela privada.
Esta es la cuestión que plantea este padre, como posible
fórmula para obligar a las Comunidades a crear la figura
legal que él denomina “asilo educativo”. Pero, es consciente
de la complejidad de su planteamiento y reconoce que no
tiene seguridad de su éxito, y al mismo tiempo quiere
promover la habilitación de una vía para aquellos que no
tienen como segunda lengua al castellano. Otro recurso que
pretende poner en marcha es el de homologación de las
escuelas privadas.
En Cataluña se persigue al castellano –no gustan llamar a
nuestro idioma, español- con saña. La mayoría de los padres
desean que sus hijos estudien en los dos idiomas. Saben que
el castellano es de mayor expansión, por lo que son
partidarios del bilingüismo, y no de una hora, precisamente
en las materias de menor importancia.
El bilingüismo es de una riqueza extraordinaria, lo que a
menudo es olvidado por un nacionalismo identitario que prima
la catalinidad sobre la calidad. Y esta actitud conduce a
que, desde hace unos años, se vea reflejado con un descenso
de alumnos extranjeros en las Universidades catalanas.
Hechos tan relevantes, como sancionar con fuertes multas a
los comerciantes que etiquetan sus productos en castellano,
perjudicándoles, en particular, en aquellos que se van a
utilizar como “exportación” al resto de nuestras autonomías,
cuando el setenta por ciento de lo mismos se van a consumir
en las mismas.
Otro caso, recientemente producido, demostrando los actuales
“dirigentes” del tripartito, el exceso de nacionalismo
identitario, ha sido el siguiente: El cineasta Woody Allen,
nos ha visitado para rodar su última película, con
escenarios en Barcelona y Avilés. La protagonista de la
misma, una chica que llega a la ciudad condal para aprender
la cocina catalana. Pues, los dirigentes le propusieron al
director y guionista que en lugar de aprender cocina, que
modificase el guión para que la protagonista estudiara
catalán. Sin comentarios.
Y todo esto cuando, alejándose del discurso identitario, los
escritores catalanes de ahora mismo saben que el parámetro
del éxito es que llevarán sus obras más allá de la
lamentación victimista. Simplemente se trata de dirigirse al
lector, esté donde esté. Ya no es cuestión de tener
patriotismo ni resistencia a un régimen de oprobio, sino
simple y llanamente, pergeñar buena literatura. Y son los
escritores en castellano los que más y mejor han reflejado
microclimas barceloneses: Carmen Laforet, Juan Marsé,
Eduardo Mendoza, los hermanos Goytisolo, Ana Mª Matute,
Ignacio Agustín, Vázquez Montalbán, Terence Moix…
Y esta premonición para el año 2030: el español será el
segundo idioma más hablado, delante del inglés y debajo del
chino. Para reconsiderar la importancia de nuestro idioma.
Por último, un destacado ministro de los primeros gobiernos
de la Transición, destacando el éxito del cambio de la
Dictadura a la Democracia, admite un error: “No debimos
ceder las competencias en Educación a los nacionalistas”. De
aquellos polvos, estos lodos. ¡Demasiado tarde!
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