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OPINIÓN - VIERNES, 17 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Libros sagrados, libros para adultos
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Hay libros, presuntamente inspirados o escritos por Dios, no aptos para menores: la Biblia hebrea y la cristiana (ésta con el Nuevo Testamento añadido) así como el Corán, entre ellos. En cuanto al primero suelo utilizar en su estudio la consensuada y prestigiosa edición de la “Nueva Biblia de Jerusalén”, revisada por la casa editorial Desclée de Brouwer (mi edición es de 1975), mientras que para El Corán empleo habitualmente la versión del reputado arabista Julio Cortés, publicada por la editorial Herder en 1992.

Lo primero que llama mi atención son las formas tan retorcidas y enrevesadas que tiene Dios/Yahvé/Alá para comunicarse, es un decir, con la humanidad. Caso de existir, Dios será uno pero sus seguidores son multitud: y cada uno a su bola. Lo segundo, la farragosa disposición del texto por parte de los fieles seguidores (copistas hebreos primero, Iglesia Católica después y califa Othmán por último), con la aviesa intención de remitirnos siempre a la ortodoxa lectura guiada, cómo no, por los intérpretes oficiales de turno. En una ‘Introducción a la Biblia’ con la que trabajo en estos momentos editada por el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Agustín” (dependiente de la Pontificia Universidad de Comillas), me insisten en un puro acto de fe, algo que choca con mi formación cartesiana vulnerando un principio propio de nuestra especie al que nunca deberíamos renunciar: la racionalidad. Dice el manual: “La Revelación está ‘confiada a la Iglesia’ (Dei Verbum, Concilio Vaticano II) en forma de tradición y de Escritura, que constituyen un depósito sagrado de la palabra de Dios (…). La Sagrada Escritura contiene toda la verdad, pero sólo se la puede leer y entender dentro de la tradición de la Iglesia (…) Aquí es donde enlaza la segunda ley para una escucha genuina y provechosa de la palabra de la Escritura: la ley de la eclesialidad; leer la Biblia en la Iglesia y con la Iglesia”.

Sin comentarios. Si mal no recuerdo, el Estado Vaticano prohibió la lectura completa de la Biblia a sus monjas hasta el siglo pasado, mientras que los estudiosos musulmanes siguen siendo reacios a una exégesis y hermeneútica solventes del Corán, literalmente la palabra directa de Alá/Dios traída como quien dice del cielo en las alas del arcángel Gabriel, por no hablar del “colonialismo lingüístico” que nos remite al texto en árabe para, en teoría, una correcta interpretación. Otro hecho sangrante es la utilización de textos bíblicos o coránicos para impugnar la teoría de la evolución. Para el conjunto de los musulmanes el desarrollo de la teoría avanzada por Darwin supone un problema real de conciencia, pero en el corazón del mal llamado mundo desarrollado, los Estados Unidos de Norteamérica, al menos y según los últimos datos que manejo un 40% de su población estaría en las mismas. Decididamente Dios es un elitista: su “palabra” no es apta para gente inculta, sin formación o equilibrio emocional ni, mucho menos, para menores sin madurez debido, entre otras cosas, a textos supuestamente sagrados obscenos y sonrojantes, cuando no incitadores al asesinato colectivo.

Ayer les había escrito sobre un iluminado, el Presidente iraní Ahmadineyad y su amenaza esotérica basada en uno de los libros sagrados: el Corán. La Biblia me recuerda la existencia de otro iluminado, el Presidente norteamericano George Bush quien, aconsejado por el poderoso ‘lobby’ fundamentalista cristiano de su país también cree en la batalla final de Armagedón y en el próximo retorno de Cristo. “¡Joder, qué tropa!”, que diría Romanones.
 

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