La reciente noticia sobre el
suministro por parte de la dictadura norcoreana de cuatro
minisubmarinos a la República Islámica de Irán, como parte
del pago de la deuda pendiente por suministro de petróleo,
ha elevado el nivel de alerta en la región donde los países
vecinos al amenazante régimen de los Ayatolláhs temen que
este pudiera cederlos a sus milicias aliadas en Irak o
utilizarlos directamente, tanto en el estrecho de Ormuz como
en alguna de las tres islas reclamadas por los Emiratos
Arabes Unidos. El rearme iraní y su corolario, el armamento
nuclear, se perfila junto al austero misticismo del
presidente Ahmadineyad y su introducción en el discurso
político del concepto de “mahdaviat” como una gravísima
amenaza para la paz mundial, pues una lectura escatológica
del Corán y los “hadits” atribuidos a Mahoma anima al mundo
musulmán (‘shií’ en primer lugar, pero también ‘sunní’) a
pensar que, precisamente ahora, concluirá el poder de los
“rummi” (los romanos, por extensión Occidente) tras los que
vendría el retorno del Mhadi y, después del Holocausto, el
triunfo total del Islam.
Efectivamente, el término “mahdaviat” nos remite a la “fe en
la venida del Mhadi y los esfuerzos conducentes a su
reaparición” que sería paralela al Final de los Tiempos,
cuyo primer signo fue la revolución jomeinista y la derrota
del Sha Rezah Palevi en 1.979. No son pocos los indicios que
señalan la asunción por el “iluminado” Ahmadineyad de estos
presupuestos, en los que latiría cierto sentido de la
predestinación y el apoyo de fuerzas angélicas que le
inducirían a “preparar” la venida del Mesías shiíta, aun
cuando fuera pagando el fuerte precio de la destrucción de
Irán. ¿Habría que encajar en esta visión su reiterada
proclamación sobre “la cercana eliminación de Israel”?. Sin
duda. Tampoco es casual el nombre de una de las milicias
(apoyadas por Irán) más activas en la lucha contra las
tropas occidentales en el avispero irakí: el ‘Ejército del
Mhadi’, dirigido por el clérigo Muqtada al-Sadr. Otro
indicio sería el peculiar asalto al poder, pese a todos los
pronósticos, de Ahmadineyad: desde los servicios secretos y
el ala dura (los ‘Basiyis’) de la poderosa milicia popular
de los ‘Guardianes de la Revolución’, al Ayuntamiento de
Teherán primero y la Presidencia del país después.
El último capítulo estaría envuelto en las actividades de la
secta de los “Hojjatieh” (que llevó al portavoz de la
Presidencia a desmarcar al gobierno de Ahmadineyad del
pensamiento de esta asociación) y el desmantelamiento en
1999 por los servicios secretos de una conspiración liderada
por el nieto del prestigioso ayatollah Hassan Milani, que
moriría en prisión y cuyo objetivo sería el asesinato de los
elementos “moderados” del régimen (como los reformistas
Jatamí y Rafsanjani) allanando, al precio que fuere,
cualquier obstáculo que se opusiera al retorno del Mhadi.
¿Tuvo algún papel en ello Ahmadineyad…?.
Mis fuentes iraníes no lo descartan, mientras apuntan la
apertura en Teherán por el Presidente Ahmadineyad, en
septiembre de 2005, de una selecta conferencia de destacados
especialistas musulmanes sobre “La doctrina de Mahdiavat”
entre cuyas objetivos figuraría “la puesta en marcha de una
estrategia dirigida a preparar el terreno para el
advenimiento del 12º Imám, el Mahdi”. Como remata el
director del ‘Instituto para el Futuro Luminoso’, una de las
instituciones financiadas por el Estado iraní, “Mahdaviat es
un código para la revolución (mundial) y es el espíritu de
la revolución”. Por no hablar del esotérico discurso (rezo
incluído al “poderoso Alá” para acelerar la llegada del
Mahdi prometido), también en septiembre de 2005, del
visionario presidente iraní ante la ONU. Compruébenlo
ustedes.
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