Las consignas coreadas masivamente
por más de cien mil gargantas fueron explícitas: “¡Alá es
Grande!”, “¡Califato, Califato!”... La organización
panislamista convocante, ‘Partido de Liberación Islámica’,
supo esta vez escoger bien el sitio: Yakarta, la capital del
país con mayor población musulmana del mundo. Un mar de
voces, banderas negras y blancas, “kufiyas” al cuello y
cintas con frases del Corán adornando la cabeza; un clamor,
un rugido pidiendo el establecimiento del Califato: un
macroestado musulmán regido por la “sharia” (la ley
islámica) que unificara bajo el sagrado Corán todos los
territorios que alguna vez fueron musulmanes y en los que
habría que incluir a una buena parte de Europa: España (el
llorado y mítico Al Andalus) en primera fila, pero también
Italia, Grecia, los Balcanes y todas las islas del
Mediterráneo. En una segunda fase, el Califato se impondrá
mundialmente y cito (ni miento ni invento) un párrafo de
Ismail Suyanto, portavoz del ‘Partido de Liberación
Islámica’ en Indonesia, a EFE: “El Califato es un sistema
político islámico para establecer la ’sharia’ no solo para
los musulmanes, sino para todo el mundo”. Maravilloso.
Muchos interrogantes flotaban en el ambiente. Uno de los
periódicos más importantes de la capital indonesia (“The
Yakarta Post”) advertía en vano: “El concepto de Califato
Islámico está caduco. Los retos que tienen actualmente los
musulmanes son diferentes de los del pasado”.
Del grupo terrorista palestino ‘Hamás’ a las
“internacionales” de los ‘Hermanos Musulmanes’ (sidi Tatari
sabe mucho de ellos) o del ‘Tabligh’ (¿verdad Larbi?),
pasando por el discurso que recibían los chiquillos
musulmanes ceutíes cuando visitaban en la zona del recinto
ferial la exposición “Los aromas de Al Andalus”, organizada
por “La Caixa”, el mensaje es diáfano: “Andalucía y gran
parte de España pertenecen a la común patria musulmana; es
solo cuestión de tiempo que vuelvan a formar parte de la ‘Umma’,
la comunidad musulmana”. El restablecimiento de un Califato
no haría más que dar alas a esta reivindicación latente en
lo más hondo del alma musulmana. Rescato otra vez una cita
de la vida real, reproduciendo las palabras (yo iba en el
coche) de un buen amigo y emigrante marroquí a su familia al
cruzar Despeñaperros, camino de Algeciras: “Estas tierras
que veis, hijos míos, un día fueron nuestras”. Los niños
callaban y asentían tácitamente, mirando absortos el
discurrir del paisaje por la ventanilla…..
¿Es pues vinculante la reivindicación del Califato?; ¿qué
apoyos puede tener?. La pretensión no es banal pues el
proyecto final de todos, absolutamente todos, los
movimientos islamistas es acabar imponiendo un Califato
mundial. ¿Y cómo?. Solo difieren los métodos: unos por la
persuasión de la “d’awa” (predicación), incitando a la
conversión (aspecto nada baladí) a esa presunta religión de
la paz en la que es muy fácil entrar y casi imposible salir;
otros mediante la “táctica del vientre”, fomentando la
fertilidad de sus mujeres; y finalmente, un nada desdeñable
sector por la fuerza del terror. Los “yihadistas” que en
1981 asesinaron a Al-Sadat lo dejaron escrito en las celdas
de su prisión: “Califato o muerte”. En Occidente el
islamismo ya ha cruzado el Rubicón: “Alea jacta est”. La
“quinta columna”, a la que no dejan de integrarse refuerzos,
tiene clara la estrategia: “Os conquistaremos con vuestra
Constitución; os someteremos con nuestro Islam”. ¿Tiene
Occidente elaborada una respuesta?. ¡España sí!: “La Alianza
de Civilizaciones”…..
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