Pasó un buen día cuando se dirigía por una calle, un
revuelo, un jaleo, la ambulancia, la policía, un niño
chiquito colgando del quicio una terraza se veía la gente
desesperada horrorizada, los guardias diciendo que se calle.
Y el muchacho pendiente estaba de la situación qué miedo,
qué espanto, el niño olvidado sólo lloraba había que hacer
algo, porque poco tiempo quedaba y el niño cayó al vacío, y
fue una desesperación.
Aquel joven se le nubló la cabeza y se creyó que era el
portero de cuando chiquillo mirando al vacío, el crío que
caía como un pajarillo y él sabía que era el partido de su
vida e hizo una proeza.
Saltando como un gato, alzó los brazos la gente chillando y
viendo que el niño se mataba se acababa el partido, era el
último suspiro, el tiempo acababa , qué silencio, vieron al
muchacho enrollado el niño en su regazo.
El muchacho que fue jugador estaba dormido los bomberos, la
policía, la gente le aplaudía el en su sueño creía que el
partido concluía y él se levantó como futbolista que hacía
lo que había podido.
El niño lo besaba, lo tocaba y le decía que otra vez no
había liga ni copa, ni honores que pudiera no valía el
fallo, no valía que el niño se le escabullera y él le
contestó al chiquillo no había más oportunidades sólo se
vive una vez.
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