Después de una gran revuelta el
nuevo Califa abasí fue entronizado (749) en la
mezquita-aljama de Kufah (Irak), donde se traslada el nuevo
centro de gravedad del poder hasta que en el 762 se funda
Bagdad (“Madinat-al-Salam”, Ciudad de la Paz). Tras tres
siglos de esplendor comienza la decadencia, que se prolonga
durante algo más de doscientos años. Pese a todo su poderío,
el proceso de desmembración fue constante: en Al-Andalus, el
Emirato (756) primero y el Califato de Córdoba (929) después
fundado por Abderrahmán III se hacen independientes política
y espiritualmente de Bagdad; en el Magreb nacen las
dinastías Idrisí (Marruecos, 788-974) y Aglabí (Túnez,
800-909); Egipto-Siria cae bajo los Tuluníes (868-905) y,
tras un breve interregno abasí de treinta años, se abre paso
la dinastía de origen turco de los Ijshid (935-1171)
originando el Califato Fatimí (de ascendencia shií), al que
sustituye el sultanato Ayubi fundado por el kurdo Saladino
(1171-1252) barrido, a su vez, por el Sultanato-Califato
Mameluco de El Cairo (1260-1520). Finalmente la gran
invasión mongola de Hulagú, nieto de Gengis-Khan, arrasó
Bagdad en el 1258, fundando en Persia tras convertirse al
Islam la dinastía de los Ikanes (1256-1353). En el
Mediterráneo Occidental y tras la eliminación de su gran
competidor en Occidente, el Califato de Córdoba (1031), la
gran amenaza que subsistió un tiempo fue la dinastía bereber
de los fundamentalistas Almohades (1125-1269), pues los
Almorávides aceptaron nominalmente la “jefatura espiritual”
de Bagdad. Finalmente en 1290 (y hasta 1923) se desarrolla
el Califato Otomano basando su expansión (como en los
inicios del Islam) en el botín de guerra; alcanzaron Túnez y
Argelia e islamizaron por la fuerza de las armas buena parte
de Europa (Los Balcanes y Grecia), organizando (hasta su
eliminación en Estambul en 1826) una temible fuerza de
choque, los jenízaros, niños cristianos de entre 10 y 14
años raptados como impuesto y obligados a convertirse al
Islam. En 1453 Mehmet II conquistó Constantinopla (desde
entonces Estambul); la capital del residual Imperio
Bizantino fue debelada tras una dura y heroica resistencia,
bien al contrario del Reino nazarí de Granada que, apenas
treinta y nueve años más tarde, pactaba con los Reyes
Católicos su entrega en 1492. No deja de ser curioso:
mientras el Islam era finalmente rechazado de la nueva
Europa Occidental, razziaba el “limes” Oriental llegando a
sitiar en dos ocasiones Viena.
“¡Alá es Grande!, ¡Califato, Califato!”, corearon anteayer
más de cien mil fanatizadas gargantas en la capital de
Indonesia….. ¡Califato!: desde Filipinas hasta Al Andalus
pasando por Irak y con Ceuta en primera línea. En la Ciudad
querida sería didácticamente interesante que las
autoridades, desde el Delegado del Gobierno al Presidente de
Ceuta, tuvieran los redaños de organizar una encuesta
dirigida a la ciudadanía musulmana con algunas banales
preguntas como las siguientes: “¿Qué opinan ustedes del
Califato?”; ¿qué piensan de la recuperación de Al Andalus?”….
Y que nuestros musulmanes respondieran abriéndose de corazón
y sincerándose en sus respuestas. Pero no hay cojones por
ambas partes. Un acertijillo final: ¿Cuántos fieles del
Tabligh, no ya de Ceuta, viajaron hasta Yakarta…?. ¿Y qué
opinarán en el Tabligh de la reinstauración del Califato?.
¡Adelante con los faroles ‘Jarrapo’, pero las manitas que se
vean y las cartas encima de la mesa!.
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