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OPINIÓN - LUNES, 13 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Bochorno

Por Quim Sarriá


Bochornoso levante. Sudores a mares recorren mi cuerpo en un descenso frenado por las ropas. Molestas gotas de sudor caen desde las puntas externas de las cejas enturbiando el cristal de las gafas. La calima planea sobre el cielo ceutí en una constante amenaza con apoderarse del entorno y subir la temperatura por efectos de la baja presión.

Llevo días en la ciudad de los dos mares; de las cuatro culturas (ahora son más de cuatro ¿no?) de los badenes colocados de manera tan indiscriminada como inútil; de aceras con pavimento tan irregular como descuidado y llenos de excrementos caninos, que los amantes de los animales domésticos dejan a la buena de Dios y que el demonio se encarga de plasmarlos en la suela de los zapatos, arrastrando el olor como sobra fétida de uno; de calles asfaltadas con remiendos de tercer mundo que producen botes sifónicos dentro del cuerpo; de autoridades locales que pelan la pava discutiendo de que unos ganan más que otros; de barrios llamados barriadas dejados de la mano de Dios o de Alá, según se tercie, y donde algún que otro presidente de asociación de vecinos decide poner señales prohibiendo el paso a vehículos de tal a cual hora, arrogándose un derecho de pernada no respaldado por ley alguna; de niños de la calle que andan pidiendo limosna delante de las narices de la policía local; de cambistas ilegales y necesarios, cuyas oficinas son un trozo de acera en calles importantes de la ciudad; de algún que otro pederasta que se pasa el tiempo muerto en parques y restaurantes de comidas rápidas observando, con lascivia, los movimientos de la gente menuda y que me llena de rabia no poder decirle cuatro verdades al no pillarlo con las manos en la inocente masa; de vendedores de menudeo, de paquetitos de haschís y otras porquerías entre gente joven, casi recién salidas de la pubertad; de…

Se sabe que los caballas somos gente de cachondeo y, sin embargo, de fuerte arraigo religioso y patriótico venido a menos en un país donde la doctrina católica pierde fuerza, quiéranlo o no, y la islámica avanza imparable hasta convertir los cardos borriqueros en hierbabuenas perfumadas. Este cachondeo se traduce en un bochorno cuando corresponde al ámbito de las obras públicas, urbanismo, o como se quiera mencionar, ejercido por las autoridades, más predispuestas al emperifollamiento fotográfico que atender en serio las cuestiones vitales de la ciudad.

No es que sea una cosa de mucha importancia, pero no deja de ser un detalle que produce risa, bochorno o vergüenza ajena cuando va uno acompañado por visitantes allende el mar. Máxime si esos visitantes provienen de una Comunidad, o ciudad, en la que rige el sentido de gobierno, en todos sus aspectos, con extrema seriedad.

Como botón de muestra, botón humilde que no tiene más pretensiones que mostrar lo débil que es en cuanto se cose a una tela fuerte, está ese paso de peatones existente en un lugar donde las suelas de la gente borra la, supuestamente, imborrable pintura fosforescente debido a la enorme frecuencia del trasiego peatonal y mecánico.

Que la pintura se esfumara es lo de menos. La colocación de señales que indican al conductor la existencia del paso de peatones, con absoluta preferencia, ya debería bastar para que pisara el freno. Lo que NO ES DE MENOS es la incorrecta ubicación que los ingenieros municipales se han sacado de la manga. Den Vds. un paseo por la plaza de la Constitución, pasen al lado del edificio Trujillo, crucen el paso de peatones de la Marina y alcancen la acera opuesta donde tendrán que bajar una escalinata (que es un atentado a la accesibilidad) por el lateral de los jardines que en otro tiempo se llamaban de San Sebastián con propiedad y ahora, si se siguen llamando así, ya no tienen tanta propiedad.

Cuando lleguen debajo de la mencionada escalinata, partida en dos por brillantes y pulidas barandillas de acero inoxidable, no encontrarán ningún paso de peatones, otrora llamados pasos cebras (a cuento de qué se llamaban así si no era para ofender a los peatones llamándolos bípedos/cuadrúpedos a rayas). El paso de peatones se encuentra desplazado, más o menos, veinte metros a la derecha, según se baja, y para llegar a él se ha de cruzar la entrada/salida de un aparcamiento existente en la zona.

Menudo dilema se presenta: si os atrevéis a cruzar directamente desde que bajáis la escalinata, tened por seguro que algún loco (los más) o despistado (los menos) os enviará directamente a la fortaleza del Monte Hacho o a las tetas de la Mujer Muerta (depende de la dirección en que vengan) y el seguro ya empezará a poner pegas debido a que habéis cruzado por el lugar y momento indebidos. Si decidís utilizar el paso de peatones el susto, que no atropello, no os faltará para aumentar vuestras experiencias, susto que suele estar motivado por la brusca salida del aparcamiento de algún que otro estúpido mamón que corre el riesgo de estropear el guardabarros delantero de su querido vehículo al tropezar con las piernas de cualquier peatón despistado. ¿No te jode?
 

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