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OPINIÓN - LUNES, 13 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / CARTA PASTORAL

Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos

Por Antonio Ceballos Atienza *


Mis queridos diocesanos:

1. Fiesta entrañable y popular

El día 15 de Agosto celebra la Iglesia, en toda la cristiandad, la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos. Santa María, desde su Asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina y protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor, cantamos en el Prefacio de este día. Esta es una de las fiestas más entrañables y populares de las que la Iglesia dedica a la Virgen María.

Toda clase de personas durante este mes de Agosto, mayores y niños, gentes piadosas e, incluso, turistas observadores, conectan con la fe de sus mayores y buscan, en este tiempo de perplejidades e indiferencia, hacer el camino de la peregrinación a la Virgen de su pueblo, según las múltiples advocaciones, como signo de esperanza.

2. Asunción de María

Os invito a penetrar brevemente en el misterio de la Asunción de María; su glorificación corporal anticipada en íntima unión con Jesucristo es complemento y perfección de toda la obra de Dios en su esclava.

El día 1 de Noviembre de 1950, el Sumo Pontífice Pío XII, con su Constitución Apostólica Humificantissimus Deus, hizo la definición dogmática de esta verdad de fe cristiana. Sus palabras fueron estas: Por eso, después que una y otra vez hemos elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocando al Espíritu de la verdad..... proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrestre, que fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

3. Obras grandes ha hecho Dios en María

Todos aquellos que conocéis la historia de la salvación por estar familiarizado con la Sagrada Escritura, reconocerán que, sin existir en sus páginas una declaración explícita del misterio de la Asunción de María, toda ella es un testimonio bíblico en su favor.

Desde el Protoevangelio hasta la la mujer vestida de sol del Apocalipsis (Gn 3,25; Ap 12), la inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María está junto a Jesucristo, en íntima relación con Dios, muy por encima de todas las criaturas conforme al plan divino de salvación.

María asunta antecede con su luz al pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza segura y de consuelos (LG 68)

Cuando los cristianos contemplan a María en el Trono de su gloria todos los labios la aclaman, bendiciendo al Señor por su causa. Se cumple siempre lo que ella misma anunció: Me llamaran bienaventurada todos las generaciones porque el todopoderoso ha hecho obras grandes en mí (Lc. 1,49)

4. María peregrinó en la fe y la gracia de la esperanza.

María que avanza en la peregrinación de la fe, crece cada día en medio de las pruebas y contrariedades y es feliz porque ha creído. En este proceso de su vocación maternal, la Virgen encontrándose en el centro mismo de aquellos inescrutables caminos y de los insondables designios de Dios, se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y de corazón abierto todo lo que está dispuesto en el designio divino.

Con su trayectoria la Virgen María inicia también aquel camino de la fe, la peregrinación de la Iglesia a través de la historia de los hombres y de los pueblos. En esta verdad sobre su Madre se encuentra y vive la Iglesia, tanto en el gran desafío que presenta la sociedad actual, de increencia, indiferencia e ideologías, como en el camino más personalizado de nuestra fe y nuestra esperanza.

5. Plegaria ferviente

En esta solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma los cielos, digamosle: «María, Coronada en el cielo como Madre y Reina nuestra, tú eres signo de esperanza cierta, de consuelo y felicidad para nosotros que todavía peregrinamos en la tierra.

Danos un corazón sencillo y pobre como el tuyo, para poder esperar verdaderamente. Danos un corazón orante y contemplativo para descubrir constantemente el paso del Señor en nuestra historia hasta que nos abramos al encuentro definitivo, en la visión.

Danos un corazón lleno de caridad que viva en disponibilidad total a la voluntad del Padre y en servicio generoso a los hermanos.

Danos un corazón sereno y fuerte para que gustemos la cruz pascual y contagiemos a los hombres de esperanza.

Danos un corazón de peregrinos para caminar contigo, oh Madre y Señora nuestra, hasta el encuentro definitivo con el Hijo que nació de ti y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.»

Reza por vosotros, os quiere y bendice

Obispo de Cádiz y Ceuta
 

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