Después de una noche de fútbol en vivo y disfrutar de unos
goles de bella factura, qué mejor colofón que darse un paseo
por la ciudad antes de entregarse en los brazos afeminados
de Morfeo. Después de todo, me sigue chocando la peculiar
vida nocturna ceutí. Acostumbrado como está uno, allá en la
ya lejana Cataluña, de meterse en la cama a altas horas de
la madrugada se extraña de ver las calles ceutíes desiertas
en tempranas horas.
Uno no para de asombrarse de la inventiva que tiene algunos
articulistas, colaboradores de los diarios ceutíes, cuando
dan rienda suelta a su imaginación y redactan,
temerariamente, cuentos sin cabeza ni pie que acaban por
retratarlos tal como son verdaderamente. Artículos que
defienden una tesis indefendible, relatos que carecen de
análisis sin ningún punto dónde agarrarse…
En fin, como cada uno tiene libertad de redactar lo que
quiera, a su manera y sin cortapisas alguno, bien se puede
catalogar esos artículos según la categoría que se crea
conveniente. Unos critican la labor del Gobierno y otros
critican las palabras del Gobierno.
Pero lo que no deja de producir cierto repeluzno es la
natural tendencia de los peperos a suicidarse colectivamente
merced a la actitud de los tres mosqueteros sin un
d’Artagnan que los regule. Mientras Richelieu-Aznar siguen
divagando en la soledad de su despacho en la Faes (tocado
del ala desde que tuvo ese atentado), su favorito Mariano
Rajoy ataca ferozmente, con la punta de la espada envenenada
a conciencia, a su peor ¿mejor? enemigo. Mientras Felipe
González ríe, por lo bajinis, en su casa arcileña.
Que el apagón que sufrió Barcelona, días atrás, y que afectó
a barrios enteros, a causa de sobrecargas en dos
transformadores, sea culpa de Rodríguez Zapatero es el no va
más de las salidas cómicas que no logran forzar, siquiera,
la sonrisa de los posibles espectadores de tamaño
espectáculo. Dado que cada vez son peores las puestas en
escena de esos tres nefastos actores del ruedo político
nacional y con ellos esos articulistas, que defienden sus
salidas de tono, sin pensar que entran de lleno en la
categoría de especuladores sinvergüenzas de las noticias.
La única mentira, la gran mentira es la que suele soltar esa
derecha vengativa, cueste lo que cueste, para calmar los
miles de escarabajos y gusanos que les corroen las entrañas
desde que vieron como se esfumaban sus expectativas de
gobernar la gran nave que es el país. Una expectativa que
les llevó a una derrota, como los llevará de persistir en
sus mentiras. El proyecto pepero ha fracasado con
rotundidad, mucho antes de que inicien su propia campaña
electoral entre sus allegados.
La salida de Piqué estaba más cantada que la canción, de
esos dos hermanos sevillanos, que dio la vuelta al mundo.
Entretanto, otro sevillano se ríe en Arcila, con esa sonrisa
de ardilla. Un político, con dos dedos de frente, habría
visto la tremenda desviación aberrante de la cúpula pepera
sobre una atroz campaña que sólo vanagloria a Aznar y, con
él, a los otros dos, el vaquero del lejano oeste con pinta
de cuatrero y el pirata de Su Nada Graciosa Majestad, hoy en
el ostracismo. Esa atroz campaña en nada beneficia al país
y, sin perjudicarle a la vez por la nulidad coyuntural
demostrada, convierte en inane todo un partido político cuya
meta, al parecer, es la destrucción sistemática de un
político que ha sabido plantarles cara con talante y buenas
maneras. Entre tanto, aparece el 007 español. De botijo y
pandereta.
La ocurrencia de sustituir a un insustituible Josep Piqué,
dará al traste con las esperanzas de mi amigo Arturo
Fernández Díaz de ver aumentado el cupo de votos y, con
ello, aspirar a algo más en un territorio, para ellos,
comanche como es Cataluña. Los socialistas están muy
agradecidos por esa decisión de la cúpula pepera porque la
salida de Piqué significa, claramente y el tiempo me dará la
razón, la pérdida de un buen puñado de votos o, como más, el
mantenimiento del cupo. No entiendo que sigan siendo tan
cerriles cuando saben que los catalanes votan,
mayoritariamente, a los socialistas cuando se tratan de
elecciones generales y Piqué significaba un garante para
mantener el cupo de votantes en unos niveles aceptables dada
la tendencia política catalana.
Si Vivas, nuestro presidente, se hubiera ido a pescar meros
a la isla del Perejil, olvidándose de la política, los
peperos ceutíes se verían en aprietos para lograr la
victoria con esa contundencia con que la han logrado. El
presidente del partido en Ceuta, que no Vivas, conlleva una
aureola que en nada beneficia a su propio partido y, a más,
cuando su distante comportamiento para con sus ciudadanos se
limita a un fofo y despreciable apretón de manos mientras
sus ojos divagan por el espacio exterior. Así fue como me
saludó en las dependencias del Ejecutivo ceutí. Y no es
resquemor por esa actitud lo que me obliga a escribir esto.
Es su inabarcable falta de diplomacia y, para no entrar de
lleno en pecados inconfesables y censurables, su nula
dedicación atenta al pueblo llano. Igualito, igualito que
Aznar y compañía. ¿Por qué me ha de extrañar?
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