Reconozco mi ambigüedad oral entre
los efluvios de la “queimada”: “as meigas haberlas háylas”.
¿Y los ángeles…? ¡Ah, esa es otra cosa!. Su presencia es
rastreable por los textos de la historia de las religiones
con una variada polifuncionalidad, resumible en tres rasgos
según apunta el profesor J. Martín Velasco:
- Como semidioses, suelen formar parte de alguna presunta
corte celestial.
- Mensajeros de los dioses, son intermediarios entre estos y
la humanidad.
- Guardianes del cielo, descienden a la tierra para proteger
a hombres o pueblos.
Desde Asiria o Babilonia a Irán y pasando por los ambiguos
“daimones” griegos, son rescatados no sin contestación por
el Judaísmo para inspirar, finalmente, la rica angeología
cristina y musulmana. Así los antiguos “ka-ri-bu”
mesopotámicos, guardianes de la realeza con alas y espada,
ascenderán al Génesis bíblico con su espada flamígera para
proteger el acceso al Paraíso (El Edén), reconvirtiéndose en
la tradición cristiana en los “querubines”. Con abundantes
referencias en la literatura apócrifa judía tras el exilio
de Babilonia (los rabinos prohibieron la inclusión de estos
libros en la “Tanak” o Biblia hebrea por temor a alentar una
larvada idolatría), reaparecen con fuerza en el ministerio
de Jesús y en la formación del Cristianismo para,
finalmente, ser asumidos con todas las consecuencias en el
Islam. Todo no sin debates teológicos: Pablo mismamente (el
auténtico fundador del naciente Cristianismo) hubo de
prevenir en su Epístola a los Colosenses (2, 18) contra el
culto a los ángeles y, todavía a comienzos del siglo II de
la Era Común, el mártir Justino (santificado por el
catolicismo) afirmaba adorar al Padre, al Hijo, “a las
huestes de los demás ángeles buenos que le siguen y son
creados a su semejanza” y al Espíritu Santo, mientras en
otros textos cristianos (ya fundamentalmente arrianos) se
alude al propio Cristo y al Espíritu Santo como “ángeles”.
La hoy conocida como Iglesia “Católica, Apostólica y Romana”
despachó finalmente el asunto en el primer concilio
ecuménico del año 325 en Nicea: “Cristo es Dios y los
ángeles son criaturas de Dios”. Curiosamente esta latente
idolatría no representa ningún problema para el rígido
monoteísmo islámico, pues solo el Corán (presunta palabra
literal de Dios) cita a los ángeles en 33 suras. Por cierto,
¿son las “huríes”, las vírgenes del Paraíso, creadas según
la tradición islámica con azafrán, almizcle ámbar y alcanfor
y vestidas con setenta pliegues de seda tan diáfanos que
dejan traslucir sus piernas… ángeles?. En conjunto y por
cierto, ¿saben ustedes queridos lectores cual es realmente
el sexo de los ángeles?. De acuerdo, prometo un día
contárselo. Inch´Alá.
De todos estos simpáticos seres el que me causa más
admiración es Filemón, el fiel protector alado citado por el
psicoanalista C.G. Jung y que le hacía de “guía espiritual”.
Para el médico suizo las experiencias humanas con los
ángeles no significan necesariamente un rasgo de trastorno
mental, pudiendo denotar aspectos de la mente inconsciente,
a modo de arquetipos, que fluirían al exterior bajo
determinadas circunstancias. Curioso. No, si al final los
ángeles van a ser como las “meigas”, también háylos…..
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