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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Pedigüeños en Ceuta

Por Quim Sarriá


Mal asunto es eso de acostarse a la hora de las gallinas y despertarse en medio de la madrugada. La soledad de la habitación del hotel queda compaginada con su anodina frialdad estética. He mencionado soledad. No es cierto, en la habitación duerme a pierna suelta mi familia. Me refiero a la soledad del ambiente, a la soledad del insomnio, a la soledad de no poder compartir con nadie las sensaciones que uno tiene después de un día de emociones un poco menos que fuertes.

En medio de ésta soledad encuentro fuerzas para escribir y meditar en algunos aspectos de la vida pasada, presente y futura (una imbecilidad esta última definición, supongo, no soy adivino) y constatar que pocas cosas han cambiado en el sistema sociológico de la ciudadanía ceutí.

Paseando por las calles de la ciudad tropieza uno con seres variopintos y, en algunos casos, entrañables que siguen ahí como si nada hubiera ocurrido a lo largo de ese espacio de tiempo en que estuve ausente. Espacio que no resultó ser corto.

Gente pedigüeña las hay en todas partes, mendigos que piden un mendrugo de pan siempre existirán y de hecho me encuentro en las principales calles y paseos una multitud de pedigüeños que dan una sensación, no de lástima, sino de miseria y desvergonzada caradura.

Por un lado mujeres musulmanas persiguiendo al ciudadano que creen pudiente y pidiéndole el óbolo correspondiente; por otro lado mendigos musulmanes sentados en el suelo de las aceras y alzando la mano con la palma hacia arriba en busca de la sensibilidad de los corazones para que abran la tacaña cerrazón de las carteras; jóvenes de familias bien pidiendo un óbolo en pleno centro de la ciudad, amenizado con música de cuerda con algún que otro desafinado acorde, para costearse un viaje para ver al Papa…

En el Revellín, a las 8:00 de la mañana, una joven mujer musulmana me persigue unos metros con la mano extendida e introducida por el hueco que queda entre el sobaco y el codo del brazo derecho. No llevo chaqueta y ello confiere que no tengo nada que me pueda sustraer. La insistencia de esta joven musulmana es molesta y ello me hace preguntarle por qué no se lo pide a su rey; por qué no le pide a ese rey tan rollizo que se preocupe un poco de su población nómada y con hambre. Ignoro si me entendió, por las trazas parecía que sí. Lo cierto es que se quedó cortada y moviendo la cabeza de arriba abajo en un silencioso “sí”. Un problema para Alí.

Como escribo más arriba, eso de los pedigüeños está en todas partes y lo que en verdad me choca es que nuestro Gobierno autonómico lo sea también. Pide con la mano extendida cualquier óbolo al Gobierno de la nación, como si de un ciudadano cargado de dinero fuera. Son pedigüeños ricos, bien vestidos, bien afeitados y bien perfumados con caras colonias…, exactamente igual que el resto de mendigos ceutíes y/o marroquíes. Los que piden el óbolo por las calles de Ceuta, con alguna que otra “honrosa” excepción, van bien vestidos. Las mujeres musulmanas pedigüeñas van correctamente vestidas con ropas, no con harapos. Buenos zapatos que arrastran por las aceras ceutíes. Algún que otro apunte en sus rostros, afilando las cejas y con labios pintados de rojos brillantes y rosas sugerentes. Hombres musulmanes apoyados cómodamente en las carrocerías de los coches aparcados junto a los bordillos de las aceras y con chilabas, que no son baratas, en permanente contacto con el duro y sucio “rajol” que configura las superficies de las aceras…

Lo que me llama la atención es el grupo de niños y niñas, jóvenes adolescentes que obtienen ayudas económicas de los ciudadanos ceutíes, en pleno centro de la ciudad, con el objetivo de acudir a ver al Papa sin aclarar dónde. Esperan obtener una cantidad que sufrague, en parte, los gastos de un viaje en grupo… ¿por qué no piden ayuda a la propia Iglesia? ¿La Iglesia no fomenta subvenciones para ayudar a reforzar la fe?

El Papa, imagino, no es un cantante que va a organizar un concierto único en determinado lugar del planeta. El Papa, como afirman, es el representante de la Iglesia cuando en realidad es el presidente de un pequeño Estado, muchísimo más pequeño que Andorra pero muchísimo más rico que las tres cuartas partes de los países que conforman nuestra bola en el sistema solar. Encima, ese pequeño país, obtiene superávit en su balanza económica. Superávit que ya lo quisiera muchos países de la ya mencionada bola. Superávit que ya empieza a oler a queso de bola. Superávit que ya comienza a poner la mosca detrás de la oreja divina. Superávit que no lo utilizan, ni utilizarán jamás para salvar hambrientos enfermos sin una miseria que llevarse a la boca. Mientras nuestro Gobierno, tan tonto del bote, invierte en países y en la propia Iglesia extranjera lo que debería invertir en el nuestro. La prepotencia, en ambos casos, no tiene perdón. Ni de Dios ni mío.
 

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