¿Por qué me recriminan con ademán
airado? Si he fallado en mi diaria labor de opinadota ha
sido por causas ajenas a mi voluntad (que expresión tan
fina). De hecho en este mes de agosto agosteño, cuando ayer
saltó en prensa una inquietante noticia sobre un frente de
baja presiones, vomitado por el archipiélago canario y que
va a dejar fuertes precipitaciones en nuestro sureño sur,
amen de preocuparne que llueva, por el aislamiento que ello
implica en mi persona… ¿Qué si sufro lluviafobia? No. Es que
no tengo el calzado adecuado, de hecho, mis zapatos se ciñen
a humildes menorquinas y no podría salir a la intemperie, so
riesgo de mojarme los pinreles y pillar un enfriamiento.
Porque soy muy dada a enfriarme y enfermar ¿Qué murmuran con
gesto displicente? ¿Qué rome Arkocápsulas de Equinacea y
Própolis?. Sí. Razón tienen y hablan con boca de sabios, que
no con boca de parlamentarios.
Pero, el hecho es que, en mi oficio de leguleya, no tengo
vacaciones estivales, porque la gente tiene la mala
costumbre de no aprovechar el mes de agosto para dejar de
meterse el problemas y encima, los problemas veraniegos
suelen ser distintos, autóctonos y muy en la línea de los
tambores de Calanda de Buñuel en fusión con Torrente, el
brazo tonto de la Ley, de Santiago Segura. Pura España Cañí
y pura Iberia vieja del Alcalde de Zalamea. Eso me hace
enternecerme hasta las lágrimas, porque estimo y aprecio en
lo que valen las muestras de valor popular, el sentimiento
de “Ya pagará el inglés el vino que se bebió” y la rebelión
callada de familias de barrios donde jamás montarán un spá
de gran lujo ni serían elegidos por Chopard para abrir un
negocio de joyería. Las barriadas “me llegan” y yo no veo
marginalidad, sino falta de guía para aprovechar las
oportunidades, ausencia de información y de ayuda
cualificada, no caritativa, solidaria y grimosa, sino justa
y sincera. Ayuda con respeto. Como Dios manda. Será que Dios
manda que, los españoles, seamos como somos y que nos puedan
los arquetipos y este ADN bravío que hace que, gentes
humildes, se arrevoliquen, revuelvan y subleven para quitar
de la circulación al policía más odiado de Málaga, a quien
ellos conocen como “El Caraguarro”. Recogida de firmas para
el Subdelegado de Gobierno, testimonios escritos, temerosos
y a la vez ufanos por ser capaces de firmarlos hablando de
arbitrariedades, injusticias, enormes rencores y un grito
unánime “¡Que vengan los policías de Madrí!” Porque las
barriadas le tienen mucha fe a Asuntos Internos, esos
desagradables individuos que espían a sus propios
compañeros, pero a los que, en situaciones muy extremas, hay
que recurrir.
El verano en las barriadas huele a espetos de sardinas, a
jazmines que crecen valientes en los macetones de algunas
ventanas, buscando su lugar al sol, a tierra reseca y
asfalto recalentado, a humo de coche y, al anochecer, a
aromas de campos lejanos donde, por puro milagro, aún no han
llegado los bosques de ladrillos y cemento de los PGOU del
PP o del PSOE. Me crean, cuando vean inexplicables montes
áridos, sin un puto árbol y donde se mueren de hambre hasta
las lagartijas, les garantizo que, en un lustro, habrán
proliferado los ladrillos. Agosto. Barriadas revueltas,
pendencias latentes, detenidos muriéndose de calor y de
pestilencia en nuestros tercermundistas calabozos de las
comisarías, políticos veraneando a todo trapo, a todo postín
postinero, porque ellos no sienten el riesgo que todos
corremos, de poder un día, tener que estar setenta y dos
horas a dieta de barrote y privados hasta de agua para
beber. ¿Qué dicen? ¿Qué dramatizo?Puede. Pero ¿Cuándo fue la
última vez que un Poderoso se adentró en una barriada, sin
escoltas ni palmeros, sin fotógrafos ni acólitos, para latir
con el corazón del pueblo más llano? Se adentren. Se sienten
en la puerta del bloque a fumarse un piti, compartan
sentires y quereres ¡Que no nos falte de ná! Y luego opinen.
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